El vino, la cerveza, el champán y muchos otros licores suelen ser acompañantes ineludibles en los festejos de Fin de Año. Pero si el alcohol se nos va de las manos, al día siguiente será inevitable convivir con la tan temida “resaca”.
He aquí algunos consejos para tratar de evitarla… siempre teniendo en cuenta que la mejor fórmula es tomar con moderación.
Al fin y al cabo este malestar que se nos mete en la boca del estómago, nos atonta y amenaza con quebrarnos la cabeza a golpes desde adentro no es más que un síndrome de abstinencia alcohólica, o sea, que el cuerpo nos pide más y –obvio- no se lo podemos seguir dando si no queremos morir en el intento.
La moderación es la única forma de prevenir la resaca: si fuimos incapaces de brindar lo mínimo indispensable, el típico “salud, salud, salud” se convirtió en nuestra frase predilecta de la noche y no encontramos bebidas con menor graduación etílica con las que saciar nuestra sed y refrescarnos, la suerte está echada: sólo un buen y prolongado descanso (léase, hasta bien entrada la tarde) y una dosis de buena suerte nos librará de ella. Todos los demás intentos que hagamos sólo nos permitirán manejarla mejor.
¿Cómo sabremos, al abrir los ojos, si se hizo realidad la amenaza tan temida? Muy simple: tendremos dolor de cabeza, náuseas, sequedad de boca, unas ganas terribles de beber agua, la sensación de que todo da vueltas y una notable fatiga al menor movimiento, como simplemente darse vuelta en la cama.
Todo ello puede aparecer junto o por separado, al mismo tiempo o a lo largo del día. Es que el organismo ha sufrido daños que, aunque reparables, son bastante incómodos: por ejemplo, el cuerpo se deshidrata y el hígado se resiente por el trabajo extra que le dimos.
¿Qué hacer entonces? Empieza la cura de desintoxicación. ¿Cómo? Lo mejor, recién levantado, es entonar el cuerpo con un buen caldo de verduras.
Los vegetales son la mejor arma contra la resaca, ya que reactivan la función de los riñones y, al aumentar la producción de orina, se eliminan las sustancias tóxicas acumuladas tras los excesos. Además, incluyen gran variedad de vitaminas, minerales y nutrientes que tienen una función tónica o reconstituyente.
Cualquier verdura es buena, pero el espárrago, el apio, la chaucha, la cebolla o el coliflor tienen una gran capacidad diurética.
También existen verduras como la alcachofa, la achicoria, la escarola, el rábano, el apio o la berenjena que estimulan la secreción de bilis y regeneran el hígado.
Las frutas también cumplen una buena función diurética, por eso se recomienda consumir jugos fundamentalmente de naranja, manzana, zanahoria, tomate, apio, melón, sandía o pera.
Tampoco está de más un refuerzo de vitaminas B y C, que ayudan a acelerar el metabolismo del alcohol y eliminarlo del cuerpo más rápidamente. La primera se puede encontrar en los cereales, las legumbres y el pescado, y la segunda en los limones, las naranjas, las espinacas, los tomates o los melones.
También están los suplementos de vitamina B6 que se consiguen en la farmacia y ayudan en la recuperación de las células del hígado.
En cambio, hay sustancias de las que conviene huir durante el período de resaca: los excitantes como el café o el mate (que, aunque despejan, caen muy mal al estómago), el té o los refrescos con cafeína o guaraná.
También se puede aprovechar para dejar el tabaco, aunque sea por un día…
Algunos “trucos” y mitos
Para evitar la resaca, trate de comer bien antes de beber(nunca lo haga con el estómago vacío), tomar agua (de forma abundante), vitaminas y minerales, ingerir una sola bebida y alternarla con agua (para no deshidratarse) y con algún bocado liviano, para llenar el estómago y reducir los efectos del alcohol.
Un dato a tener muy en cuenta es que, si bien todos los tipos de alcohol en grandes cantidades son peligrosos para el organismo, hay algunos que producen una resaca más intensa que los demás. Esto ocurre con el vino tinto o las llamadas “bebidas blancas” (ron, ginebra, vodka).
Claro que su metabolización dependerá de los factores genéticos y los hábitos de beber: a alguien que no esté acostumbrado le afectará más que a otro que beba con asiduidad.
En cualquier caso, las mezclas suelen ser fatales para el organismo.
Hasta ahí, lo comprobable. Pero también existen algunos “remedios caseros” que suelen mencionarse como efectivos para minimizar los efectos del alcohol. No son muy científicos, pero a veces funcionan.
Por ejemplo, se dice que, antes de salir de fiesta, la ingesta de dos cucharadas de aceite de oliva forman una película en el estómago que lo protegen contra el alcohol. También se suele sugerir el tomar una aspirina antes de beber, aunque ya se ha descubierto que este fármaco puede interferir con la enzima que ayuda a metabolizar el alcohol, por lo que podría tener un efecto contrario al buscado, es decir: aumentar el nivel de alcohol en la sangre.
Una vez que sucumbimos a la borrachera y nos damos cuenta de ello recién al día siguiente, también hay algunos remedios caseros que durante generaciones se vienen utilizando para mitigar los efectos del alcohol; aunque hay que recalcar que su eficacia no ha sido comprobada, al ser naturales, por lo menos no dañan.
Entre ellos, el más frecuente es una especie de “suero” a base de agua mineral, jugo de limón y un poco de sal, aunque también hay quien prueba con una cucharada de miel, un buen helado, un vaso de leche templada con azúcar o líquidos revitalizantes que pueden ir desde las bebidas isotónicas tan de moda actualmente hasta brebajes de andar por casa a base de agua, jugo de limón, una cucharada de azúcar, una pizca de sal y otra de bicarbonato.
Muchos expertos en “barra fija” (tanto de los que consumen como de los que sirven) aconsejan algunos cócteles “curativos”, desde la refrescante sangría con vodka (lo más recomendable para estos días de verano) hasta el más invernal vodka con tomate y Tabasco, pasando por una extraña mezcla de aguardiente, tequila y un poco de fernet.
Claro que, como se imaginarán, en estos casos puede ser peor el remedio que la enfermedad…