Los seres humanos estamos formados por un cuerpo físico, la mente, las emociones y el alma o espíritu.
Esto debe estar en equilibrio. Sin embargo, muchas veces le damos demasiada importancia a la mente, y muy poca a nuestra vida emocional y espiritual.
El autoconocimiento es poder saber cómo reaccionamos a lo que nos sucede; cuáles son nuestras fortalezas y cuáles no. Así podremos poner luz a nuestras virtudes y dejar de sentirnos frustrados por cosas que no nos salen.
Un ejercicio que podemos hacer es observarnos como si fuésemos otra persona que mira desde afuera. Se puede ver mejor. Somos más objetivos y sacamos el juicio de lo bueno y lo malo, si solamente nos observamos.
Cuando uno decide empezar el camino hacia el autoconocimiento es habitual sentir cierto malestar, o sentir que necesitamos hacer un cambio.
En primer lugar, miraremos hacia adentro y revisaremos aquellas creencias que las hemos hecho propias. Tenemos que revisar las creencias que hemos adquirido por la educación de nuestra familia y cultura, e ir eliminando todo aquello que ya no nos sirve
Para conocernos debemos ser pacientes con nosotros mismos, y esto lleva tiempo y dedicación.
Podemos hacernos preguntas: ¿cómo creo que soy?.¿Cómo me etiquetaron? Estas preguntas hacen referencia a tu vida.
Otra puede ser: ¿qué quiero?. En este caso tendrías que ver los objetivos que te planteas: ¿cuáles son?. ¿Qué hago para llegar a ellos? ¿Por qué quiero eso en mi vida?. Realmente, ¿lo necesito o estoy siguiendo modelos que veo?
Conocernos nos ayuda a enfocarnos en lo que queremos en nuestra vida, y en aquello que ya no queremos más.
Hoy podrías observarte y preguntarte: ¿me conozco?
Si la respuesta es un “sí”, disfrútalo. Si es “no”, debieras empezar a observarte y ver este momento como una oportunidad única para conectar con lo que te está sucediendo. Debemos saber que nosotros mismos somos los únicos que podemos accionar para tomar nuestra vida en las manos y ¡vivirla!
Bendiciones.