Cada 26 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Mielofibrosis, una fecha para concientizar sobre esta enfermedad que no manifiesta síntomas tempranamente y se desarrolla rápidamente sobre el organismo.
La mielofibrosis es una de esas enfermedades que altera la producción normal de células sanguíneas del cuerpo. Se caracteriza por la presencia de tejido fibroso en la medula ósea (fábrica de la sangre), impidiendo su correcto funcionamiento.
En consecuencia, se presenta anemia, problemas de sangrado y alto riesgo de infecciones.
Tiene un claro componente genético y puede ser primaria o secundaria a otras enfermedades de la medula ósea como la Policitemia Vera o la Trombocitemia Esencial.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mielofibrosis es una enfermedad poco frecuente de la que a nivel mundial se diagnostica un caso por cada 100.000 habitantes.
Es diagnosticada habitualmente en personas entre los 50 y 80 años de edad; aunque recientemente se notó un aumento de casos en personas más jóvenes como resultado de mayores controles médicos y un aumento del grado de sospecha por parte de la comunidad médica.
El síntoma más frecuente es la hinchazón abdominal, el 85% de los pacientes diagnosticados con mielofibrosis presentan un aumento del abdomen por agradamiento del bazo. Otros síntomas que hay que tener en cuenta son: cansancio extremo, debilidad, dolor óseo, pérdida de peso, fiebre, susceptibilidad a las infecciones, episodios de sangrado por el descenso del recuento de plaquetas, sudoración nocturna y picazón de la piel.
Alrededor de un tercio de los pacientes no tiene síntomas al momento del diagnóstico, ya que el avance de la enfermedad suele ser bastante silencioso y los síntomas suelen aparecer en una fase avanzada. En etapas posteriores de la enfermedad, también puede ocurrir un agrandamiento del hígado.
En el pasado, el tratamiento de la mielofibrosis ha dependido de los síntomas y del grado de los bajos conteos sanguíneos. En personas jóvenes, los trasplantes de médula ósea o de células madre parecen mejorar el pronóstico y pueden curar la enfermedad. Una remisión a largo plazo (5 años) es posible para algunos pacientes con trasplante de médula ósea. Dicho tratamiento se debe contemplar para pacientes más jóvenes y algunos otros.
Otros tratamientos pueden implicar: transfusiones de sangre y medicamentos para corregir la anemia, radioterapia, quimioterapia, medicamentos dirigidos a una mutación genética ligada a esta enfermedad, si está presente Esplenectomía (extirpación del bazo) si la hinchazón ocasiona síntomas o para ayudar con la anemia.
Fuente: Asociación Civil Linfomas, Mielodisplasias y Mielofibrosis de Argentina (ACLA)