Este 14 de septiembre celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, día en que recordamos y honramos la Cruz en la que murió nuestro Señor Jesucristo. Es una oportunidad para reflexionar sobre la Cruz de Cristo que nos redime y significar tantas cruces de nuestra vida cotidiana, desde la fe en Dios.
La cruz que siempre fue considerada un símbolo de castigo y condena en la antigüedad, con la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección se transformó en esperanza de vida para los Cristianos. Es la victoria de Cristo que venció la muerte, la que celebramos en esta fiesta donde ponemos en alto la cruz como signo de nuestra esperanza.
Más de una vez las cruces de nuestra vida cotidiana nos desalientan. Nuestro querido papa Francisco nos recuerda: “En tantas situaciones de sufrimiento, sobre todo cuando las padecen personas, familias y pueblos ya probados por la pobreza, la calamidad o el conflicto, la Cruz de Cristo es como un faro que señala el puerto para las naves que siguen a flote en un mar tormentoso. Es el signo de la esperanza que no defrauda; y nos dice que ni siquiera una lágrima, ni siquiera un gemido se pierde en el plan de salvación de Dios”.
La Cruz de Cristo nos llama a transcender tantas situaciones de cruces y sufrimientos que cargamos como seres humanos. En la Cruz de Cristo contemplamos el misterio del amor divino, que se entregó incondicionalmente para la redención de toda la humanidad. Cada vez que debemos transitar el camino de la cruz, la fe en Dios nos recuerda que Él está cerca de cada uno de nosotros y nunca nos abandona. En la cruz de Cristo, contemplamos la máxima expresión del amor de Dios por la humanidad, que es eterno.
La Cruz de Cristo nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Dios que pasó nuestra realidad para enseñarnos el camino de la confianza y abandono en manos de Dios. La cruz de Cristo ilumina toda nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria de Cristo, a través de la renuncia a sí mismo, y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para llegar a la nueva existencia del Resucitado.
Cada vez que colocamos una Cruz en nuestra casa, o nos hacemos la señal de la Cruz al empezar el día, al salir de casa, al iniciar un viaje, o cuando bendecimos a un ser querido con la señal de la cruz, cuando nos santiguamos, estamos reconociendo la presencia viva del amor de Cristo que nos salva. Debería ser un signo de nuestra alegría por sentirnos salvados por Cristo, por pertenecerle desde el Bautismo. Un signo de victoria y de gloria: nosotros como cristianos nos gloriamos en la Cruz de Nuestro Señor Jesús; (Gal 6,14) y nos dejamos abarcar, consagrar y bendecir por ella.
Cada vez que contemplamos la Cruz, asumimos el compromiso de vivir nuestra vida al estilo del mismo Jesús – enfrentar las cruces de la vida desde la fe y confianza en Dios. La imagen o la señal de la Cruz quieren indicarnos el camino “pascual”; o sea, de muerte y resurrección, que recorrió Cristo, y que es el camino que nosotros también recorremos, como el mismo Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. (Mt 16,24).
Que esta fiesta de la Exaltación de la Cruz, nos ayude a caminar de la mano de Jesús y con mucha fe, aun en medio de tantas cruces que nos toca cargar en la vida.