Como ellas mismas lo dicen, con sus vidas “hechas y deshechas”, Nora Mirna Ibarra (61), María Teresa Murciego (61) y Alicia del Carmen Fonseca (60), aseguraron que “el universo entero conspiró para que el libro”, al que bautizaron “Poesía con aroma a mujer”, cobrara vida, y fuera presentado en el Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya”, en el marco de la celebración por el día del idioma.
En una charla con Ko`ape, la anfitriona Nora Ibarra, contó que con María Teresa fueron colegas en la carrera de filosofía y ciencias de la educación, en el Montoya. Se recibieron juntas, y 25 años después “nos encontramos de otra manera, y comenzamos una especie de encuentros. La primera idea fue encontrarnos en un taller filosófico. Para eso convocamos a quienes tenían relación con la filosofía, que eran afines. En nuestros primeros encuentros había estudiantes de filosofía, un profesor de la materia, y se iban sumando estudiantes de literatura y letras de la UNaM y de otras facultades”.
Pero de filosofía fue derivando en netamente literatura y poesía. A raíz de eso comenzaron a escribir. Aparte de reflexionar sobre el tema del día, actualidad, sociología, política, filosofía, comenzaron a inclinarse por la poesía. “Sobre todo, María Teresa y yo, porque también desde el comienzo de la carrera había descubierto en ella esa veta poética muy profunda. Pasaron los días, los meses, y un día dejamos de reunirnos porque comenzó la pandemia. Quedaban los escritos sueltos en papeles, en cuadernos, de las poesías que hacíamos”.
Después de eso, fue Alicia la que apareció en escena con una gran propuesta en plena pandemia. Esta integrante confió que en una cena de despedida del profesor Jorge Von Der Heyde, le había escrito un poema, y que a raíz de eso le habían propuesto que hiciera un taller literario. “Nos volvimos a encontrar con María Teresa, que trabajaba en la misma institución. Se integró Nora, hicimos un grupo y nos encontramos en distintas casas, a filosofar sobre la vida. Fueron naciendo diferentes poemas, redactábamos, leíamos y compartíamos la lectura de esos trabajos, pero vino la pandemia y se suspendió todo”.
Mientras transcurría el COVID-19, se le ocurrió a Alicia, decirles a las chicas: “Publiquemos nuestros poemas, los tenemos escritos. La cuestión era ver, seleccionar, y ahí comenzó el trabajo”.
A María Teresa siempre le gustó la poesía, al punto que empezó a escribir a los 9 años. Entiende que la poesía y filosofía se entrelazan. “Nos reuníamos en espacios de mucha producción. Pero también tenemos producciones previas, simultáneas, muchas en Internet o subidas al teléfono, lo que nos animó a esa instancia de encuentro en torno al té o a mate, fue el tema de animarnos a escribir. Hacíamos la producción sobre una temática, a veces fluctuaban los coordinadores, en un momento llegamos a ser 16 personas y cada uno rotaba en cuando a la coordinación del próximo encuentro. Cuando se daba el encuentro, la problemática era la soledad, en otras ocasiones la muerte, la felicidad, el amor, y veíamos que no nos costaba mucho compartir. El escribir ya es un desnudarse, pero el compartir es un strip tease”, describió entre esas risas que nunca faltan.
Recordó que en la Escuela Normal N° 10, Alicia hacía participar a sus alumnos y empapelaba los pasillos con las producciones de los chicos. “Eso me fascinaba porque en los recreos o en el cambio de hora, veías a los alumnos que se paraban embobados frente a la poesía. Y yo, siendo profesora de filosofía, y dando materias vinculadas con la psicología y a la sociología, en cada clase ponía una frase sobre el pizarrón, que es un legado de la profesora del secundario Irma Risso de Acardi. Fue la profesora de mi vida y de cientos de chicas en el Santa María y de una escuela en la Bajada Vieja”. Entiende que “fue una persona absolutamente celestial. A tal punto que un alumno se paró en una clase del profesorado de letras del Montoya –donde también trabajaba- y le dijo profesora es usted una obra de arte. Y ella se puso a llorar de la emoción. Era una profesora que tocaba vidas, verdaderamente”. Trajo a colación una de sus frases, “que más me quedó: cuando tu naciste, todos reían y tú llorabas. Vive la vida, de tal manera, que cuando mueras, todos lloren y tu sonrías. Y tal cual se dio: ella murió en un accidente automovilístico y sus restos fueron velados en la catedral San José. Ella sonreía en ese cajón descubierto y alumnas y exalumnas llorábamos porque verdaderamente esa vida fue poética, absolutamente poética”.
Quien se considera “posadeña linda”, aludiendo a su lugar de nacimiento, manifestó que a veces olvidaba “eso de escribir en el pizarrón y los chicos decían, profe la frase, la poesía. Hasta que llegó un punto que mientras hacían sus trabajos prácticos, había particularmente varones, que me decían profe, escríbame algo para mi novia, me acabo de pelear, y tenía que hacer algo vinculado, y preguntaba ¿cuál es tu sentimiento?, e intentaba plasmar desde una perspectiva masculina. Pero esto también nos vino, al momento de hacer las presentaciones, que fueron como cinco en total, que se prenden mucho los varones, cuando es un libro netamente femenino. Es una cosa rarísima. Entre la pandemia total y la más aligerada, en la que dos veces tuve COVID y estaba en cama, Alicia me llamó por teléfono para decirme María Teresa ¿qué te parece si nos largamos a editar el poema? Para nosotras era algo, como decir, un viaje a la luna, o al espacio, de esos que pagan los más poderosos. Y se fue dando”. A partir de allí, tuvieron roles diferenciados, pero, “lo curioso fue que nunca dijimos vos vas a ser tal cosa o tal otra, ni previamente, ni cuando presentamos los poemas. Se fue concatenando. Y vemos en las personas una receptividad muy cálida”.
Nora acotó que le impactó una frase de María Teresa cuando, en una de las presentaciones, dijo: “Chicos, las mujeres a nuestra edad se ponen –sin subestimar a las profesiones- a tejer, a coser, a cuidar el jardín, pero nosotras salimos a escribir nuestra historia de vida a través de la poesía. Había una especie de pudor ante esta cuestión porque era desnudarnos, desnudar el alma. En mi caso, cuando tenía 18 años hice una poesía. Lo mío tiene un estilo, escribo en el celular una sola vez, no corrijo mis poemas, es como una especie de duende que me dicta, que me baja, que canalizo la poesía. Y cuando tenía 18, me levanté una madrugada y escribí el poema Tus ojos de niño. A ese poema lo presenté en un concurso de poesías de poetas de Mendoza a Misiones, y obtuve el primer premio. Ahí me di cuenta como que lo mío era la poesía, la filosofía, pero no me atrevía a seguir más allá de esa instancia. Dije, voy a escribir para mí misma. Pasó el tiempo y escribí más de 800 poemas en una etapa de mi vida, cuando me separo, en un ritual muy sanador y liberador, quemo todas mis poesías menos Tus ojos de niño, que fue el único poema que me aprendí de memoria. Quedó eso como testigo de esa etapa. Además, era de antes de todo. Y a partir de ese momento comencé a escribir poesías nuevas. Me parece que tengo más de 400 otra vez. Es realmente desnudarnos el alma, hablar de nuestra condición cuando a lo mejor nos sentimos vulnerables, y eso es lo que relata cada poesía”.
Alicia rememoró que cuando se encontraron, leyeron todos los poemas y cada una emitía su voto. De esta manera, hicieron la selección de los veinte poemas. Para ella, el eje temático es la mujer y Dios, “que es lo que mueve mi vida. La mujer, por el hecho que me crié con Juana, una madre sola. Eso me marcó mucho e hizo que admire a la mujer, entonces por eso se verán muchos poemas dedicados al género femenino”. Insistió con que “hicimos una selección entre nosotras que fue muy significativa porque decíamos que, este poema, quizás no les llegue a todos porque es muy personal, entonces entre las tres sometíamos a votación. Son veinte por cada una. Teníamos un coto en relación a las páginas y números de libros”.
La obereña, que llegó a la capital de la provincia para continuar sus estudios, y aquí echó raíces, aseguró que cuando tuvieron el ejemplar en mano “fue una emoción tremenda porque era algo que parecía imposible, que tuvo muchos ida y vuelta. Cuando lo tuvimos fue como parir un hijo”.
Respecto al nombre del libro, “Poesía con aroma de mujer”, aseguraron que fue consensuado. “Fuimos tirando cuál iba a ser el nombre, pero como siempre había un aroma que provenía de las infusiones que tomábamos, quisimos traslucir eso”.
Nora agregó que una alumna del Montoya las interpeló durante la presentación respecto al nombre porque dijo que se podía imaginar “un aroma feo, un olor denso, pero le explicamos que el aroma venía del té con distintos aromas a flores, a frutos –y en ese instante abrió la caja con el contenido-, pero no sólo de la infusión que nos acompañaba, sino que en realidad es la energía y la vibración. Porque la poesía de cada una tiene una cierta energía y vibración, también todo el momento de la cocción, el horno, lo que fue hacer el libro, tiene una especie de energía. Y siempre dije que todos los encuentros a los que fuimos, que para mí la poesía, como la filosofía, es muy liberadora, sanadora”.
Analizó que cada una tiene un estilo diferente. “Lo mío se acerca más a la poesía filosófica; Alicia, a la parte más religiosa, ella tiene presente a Dios, a la parte originaria de su vida ancestral, su madre y sus dos hijas, que es lo que más de cerca le toca, y María Teresa es como que está en el medio de las dos, hace como una fusión profunda, una reflexión entre todas las palabras poéticas y filosóficas”.
Añadió que este es “un momento muy lindo. En este tiempo hay que comenzar a escribir poesía, ya sea en un estado caótico, ordenado, silencioso-calmo, en un estado triste-angustioso, porque eso salva. Es como ir haciendo una catarsis. Creo que este tiempo amerita y, más aún, después de la pandemia, entrar en una especie de círculo de profundidad y de un viaje interior hacia nosotros mismos, y es ahí donde encontraremos una realidad más allá de todo, y mucho más trascendente de lo que imaginamos”.
Alicia subrayó que como trabaja con alumnos, “siempre les digo que la palabra les puede salvar la vida. Porque hay muchos casos de tristeza, angustia, soledad, poca comunicación, entonces los insto a escribir. Siempre les digo, háganse un cuaderno íntimo, escriban lo que sienten. Si no quieren que alguien lea sus escritos, no importa, pero les va a curar, les va a sanar esa angustia, ese dolor. Y así siento a la escritura como una sanación”. “Llevar adelante este proyecto fue una experiencia muy bonita, que nos permitió compartir muchas cosas y conocernos más con Nora y María Teresa”, expuso la docente, para quien este libro es “un canto a la vida”. Dijo que lo que la inspira a escribir es “la vida misma”.
Consultadas respecto a otros proyectos, María Teresa dejó entrever que, en adelante, “podríamos bifurcarnos. Personalmente, me gustaría incursionar en lo pedagógico porque tengo muchas dinámicas y experiencias áulicas que quisiera compartir en los cursos altos del secundario y en el profesorado”. Nora alegó que ya tendría que haber presentado su primer libro como solista. “La idea es hacer 77 poemas y 77 pensamientos y aforismos y, además, hacerlo en guaraní, porque soy allende el río, de un pueblo llamado Yuty, Paraguay, y me faltaría esa parte que se encuentra en proyecto”.
Verso, significa el surco en el que se planta la semilla, y en una provincia agricultora, donde hay mucha población rural que trabaja la tierra, también hacer la metáfora de lo que significa sembrar con los avatares de sequía, plagas, heladas, es un volver a empezar. Cuando a veces uno se siente agobiado, o que las cosas que no salen como quisiéramos, pensar que somos agricultores de las letras, y de las palabras”.
Las autoras coincidieron en señalar que “lo bueno de todo esto fue que nuestros hijos se alegraron como si hubiera sido un proyecto suyo. Eso para nosotras fue maravilloso. Y la emoción estuvo en eso. Todos, algunos sin conocerse entre sí, plantearon esto del logro que tuviste mamá, estoy orgulloso de vos mamá, esta cuestión de alegrarse con la realización de un sueño, de un proyecto, es como decir, hubiera querido ser bailarina pero ahora, con este cuerpo, esta edad, imposible. Pero acá no hubo un imposible, esto es lo más impactante de ese momento de mucha emoción”.
Lo manifestó Nora, en alusión a sus hijos: Mariana Yasmín y Martín Emanuel González; María Teresa, en referencia a sus cuatro varones: José, Pedro, Pablo y Víctor Cabral, y Alicia, al mencionar a Analía del Mar y Danila del Rosario Romero.