Que sería de mí si no me conociera y respetara. Cuánto costó serme fiel.
Que sería de mí si viviera de acuerdo a las expectativas de los otros, dónde quedarían mi vida, mi alma, mi ser.
¿Acaso quedaría encapsulada sin poder manifestarse, dolida, excluida en algún lugar del cuerpo atrapada, olvidada?
¡Ay de mí!
Veo hacia atrás todo lo vivido, todo lo pasado y sólo tengo gratitud hacia mí misma, hacia mi niña, hacia mi alma. ¡Gratitud infinita!
Gratitud y reconocimiento a esa fortaleza interna que me permitió seguir adelante.
Gracias alma. Gracias niña. Gracias vida por poner en mi camino el fuego necesario para que siga adelante buscando la voz de mi conciencia. Ella es quien guía, ella es la que comanda.
¡Cuánto tardé en reconocerla!
Y cuánto tiempo más me llevó serle fiel y atender su llamado. ¡Ella es todo!
Cuánto tardé, pero valió la pena porque en el camino me fui reconociendo y recuperé los fragmentos perdidos de mi corazón.
Ese fuego interno me llevó y me lleva día a día a seguir intentando, a seguir descubriendo, a volver a comenzar.
Gracias a todos los que vinieron antes y dejaron huellas y dones para que yo los pueda tomar y seguir mi camino.
A todos aquellos que guiaron mi camino y fueron un rayo de luz y un faro en la oscuridad.
A todos aquellos que en las tormentas simplemente quedaron esperando conmigo a que salga el sol, hoy les digo que todo en algún momento cobra sentido, que todas las piezas del rompecabezas en algún momento se encuentran y se ordenan dentro, siempre dentro que es en el único lugar en donde la vida cobra sentido.
Nada está fuera, todo está dentro. Busca la voz de la conciencia, es lo único que te acompañará todo el recorrido hasta el final.
Aprende a silenciar tus voces y siente el silencio, suavemente comenzarás a escuchar tu corazón.