El 28 de octubre se cumplieron 117 años de la creación del barrio “Miguel Lanús” y la escritora Gloria Torres, bisnieta del fundador, Leopoldo Víctor Lanús, quiso dar a conocer otro matiz del perfil de este visionario que llegó al entonces Territorio Nacional de Misiones a los 33 años. Cuando creó el poblado, bautizó con su nombre las casi 900 hectáreas donde se emplaza el ahora pujante barrio posadeño que fue adquirido gracias al aporte monetario que hicieron sus padres, Miguel Lanús y Dolores Garrido Iraola. Pero, por expreso pedido suyo, la extensión de tierra correspondiente a la estación de trenes, debía llevar el nombre de “Miguel Lanús”.
Hurgando en la genealogía de su familia, su descendiente encontró un “tesoro escondido” que pasaba de generación en generación y salió a la luz gracias a la publicación del Diario de Viaje, que su bisabuelo escribió al emprender una travesía por los Estados Unidos, y que ella lo dejó plasmado en su “Antología de mi tierra roja”.
En este trabajo se detalla “todo lo que hizo en esos dos meses que estuvo en Estados Unidos. Su padre regresó, y él quedó a recorrer ciudad por ciudad, los museos. Y este era su diario. Antes no había redes sociales, y la memoria falla. La gente mayor, al menos la de mi familia, nos inculcaba que llegaba la noche hiciéramos el diario”.
Las épocas cambiaron. “Ahora se toman fotos, pero esto quedaba plasmado en los diarios, y gracias a eso se pudo reconstruir bastante la historia familiar. Es una historia que atrapa”, aseguró la escritora posadeña.
“Él es mi bisabuelo”, insistió Torres. Y agregó que “esto, que les estoy mostrando es un diario de viaje, escrito de puño y letra por Leopoldo Víctor Lanús, pero redactado en un cuaderno. La tapa ya estaba comida por las ratas. Lo tenía mi prima María Nilda Poujade Brañas, porque fue un regalo de mi tía abuela. Pero esto estaba dormido, entonces en 2011, cuando hice ‘Antologías de mi tierra roja’, vuelco en el libro todo el contenido, y lo publico”.
En síntesis, “descubrí en el papel lo que era mi bisabuelo porque no lo conocí personalmente, ya que murió muy joven, a los 57 años. Siempre hablo de él como si fuera mi abuelo, porque era como mi mamá se refería, cuando me hablaba de él”.
Olvidar un amor
La finalidad de ese viaje era dejar atrás un amor prohibido, y se desarrolló en 1983 casi finalizando el siglo XIX, un período de grandes avances en la ciencia, industria, tecnología, educación y la superioridad intelectual.
Torres apuntó que América toda participaba en un importante desarrollo económico y que Argentina estaba a la cabeza, considerada como el granero del mundo.
“El país del Norte había logrado superarse en todo lo concerniente a la industria, convirtiéndose en una importante potencia. En nuestro país el comercio continuaba expandiéndose y se incorporaban maquinarias desde los Estados Unidos. Asimismo, comenzaban a llegar masivamente los inmigrantes, preferentemente de España e Italia y Buenos Aires se perfilaba como la gran urbe de Latinoamérica, produciendo un gran cambio en la sociedad. Se formaba así la clase media acomodada que estaba integrada por terratenientes, financistas, bancarios y comerciantes”, narró.
Leopoldo Lanús era un joven que nació y vivió en este ámbito y frecuentaba lugares exclusivos. Es que provenía de una familia pudiente tanto materna como paterna.
Su padre era Miguel Nicolás Lanús, que provenía de una familia francesa y patricia. Su padrino de bautismo fue el nombrado Anacarsis Lanús, fundador del partido de Lanús, provincia de Buenos Aires, poseedor de una gran fortuna y conocido como uno de los comerciantes más progresistas de la generación del 80.
Amante de la buena música (ejecutaba el mandolín), Leopoldo compartía con doce hermanos una mansión en pleno centro porteño, rodeado de finos muebles, exquisitas obras plásticas, importante biblioteca con abundantes bibliografías en francés e inglés, idioma que hablaba perfectamente. Los que lo conocieron, lo describieron como un hombre de estatura mediana, de alrededor de 1,75 metros, más bien delgado, de ojos pardos y de mirada tranquila, nariz recta y piel blanca. Se destacaba por el señorío de sus movimientos y gestos, serio pero afectuoso. Pero este hombre tenía corazón y detrás de esa mirada tranquila, había luz.
Siempre de acuerdo a lo extractado del libro “Antología de mi tierra roja”, se enamoró, y el amor estaba muy próximo a su familia. Elvira, una jovencita vivaz y querendona, movilizó hasta las fibras más íntimas de su ser. Pero era su prima hermana. Sus padres descubrieron esa pasión y para evitar un mayor dolor, aprovechando que Miguel Lanús fue invitado a asistir a una exposición de Chicago, en 1893, decidieron poner fin a esta relación, “aventura que es de hondo sentimiento y de avanzada para la época en que se desarrolla”. Leopoldo acepta la propuesta transmitiendo con lujo y detalles los momentos previos a su partida.
Narra en forma clara y sencilla todas sus vivencias en un diario. Gloria transcribió la historia de amor prohibido que el protagonista plasma en puño y letra mientras viaja a lo largo de importantes ciudades de América. Debido a la extensión de su travesía y a las diversas actividades que realizó en el país del Norte, Ko´ape tomó solamente extractos del texto.
Motivos para separarse de su familia
En más de 40 páginas, Torres transcribió la experiencia de este joven que más tarde plantaría raíces en Misiones. Hacía tres años que Leopoldo gustaba de Elvira. “Últimamente la quería mucho y me decidí a hablarla, pero no conseguí sino desaires, pero a veces me hacía caso y eso me hacía creer que me quería, pero últimamente yo no hacía sino contestarme como un sonso, a todo lo que yo le hablaba, así que esto no podía seguir de ese modo. Mamá supo de mis amores y me vino a hablar muy disgustada, pero después que hablamos quedó más tranquila”.
“Viéndola a mamá disgustada, a Elvira que seguía ignorándome y mis padres que me ofrecen viajar a Estados Unidos, porque era el mejor camino para mí, aunque sabía que tendría que pasar muy malos ratos, pero era preferible esto a no estar siempre fastidiado. De ahí vino mi resolución y hoy que está cumplida veo el gran bien que me ha hecho y que espero nunca me arrepienta del paso que he dado”.
Sus familiares y amistades le organizaron diferentes despedidas, pero “mi ánimo estaba muy contrariado” y tuvo que hacer “un grandísimo esfuerzo para mostrarme contento, cuando estaba muy triste”.
Una vez que abordó el Vapor Portugal, “los de tierra nos saludaban con los pañuelos y sombreros y nosotros contestábamos, pero en ese momento yo no sabía lo que me pasaba a mí y mi corazón latía con fuerza, después de estas impresiones recibidas en pocos días. En el vapor tuve muy malos ratos acordándome de mi Elvira y sobre todo en las noches de luna, que muchas veces estaba solo sobre la cubierta. Después de 24 días de navegación vimos por fin New York, pero al llegar, en lugar de estar alegre, se apoderó de mí una gran tristeza”. Con su padre fueron al teatro y al Central Park “pero seguía siempre triste”.
“Durante los primeros días he tenido ratos malísimos, pensando en Elvira y en Buenos Aires. Muchas veces me daban ganas de volverme a Buenos Aires, pero supe contenerme y ahora que todas las dificultades han pasado, estoy contentísimo de mi viaje”.
Según Torres, gracias a la visión de Leopoldo Víctor Lanús, de volcar todos sus sentimientos en un diario, “podemos conocer un poco la historia de los personajes con los que se reunió y frecuentó en las ciudades americanas que comenzaban a florecer (Ohio, Indiana, Missouri, Tennesis, Misisipi, Lousiana, Texas, New México Arizona, California, Nevada, Utah, Colorado, Nebraska, entre otras). Sin querer, la autora descubrió sentimientos de este pionero de Miguel Lanús que, “con el paso del tiempo y la distancia, logró diluir el amor prohibido. El mismo que convivió y forjó nuestra Misiones”.