Mucha gente que tiene un conflicto con una persona y no puede o no quiere resolverlo escoge colocarse en el papel de víctima. ¿Por qué? Porque también mucha gente “compra” dicha actitud. Modalidades de la victimización:
a. Víctima de sí mismo
Es el caso de aquel que expresa cosas como: “no soy capaz, no puedo, no tengo lo que hace falta, no sé, a mí siempre me va mal”. Sin darse cuenta, se boicotea su bienestar y su felicidad.
b. Víctima de los demás
Aquí, la persona le dice a alguien: “Vos me haces enojar” o “Vos me lastimaste mucho”. Se excusa diciendo: “Mis padres nunca me quisieron”. El culpable siempre es el otro que se metió en su vida.
c. Ser una víctima del mundo entero
En esta tercera variante, ¡todo el mundo es responsable de su suerte! “Yo quiero, pero nadie me ayuda”. La persona está esperando que el mundo cambie, para poder cambiar ella. Esto jamás sucede.
Sin duda, la victimización es una forma de manipulación pasiva hacia los demás que puede incluir alguna de las siguientes situaciones:
– Culparse a sí mismo por todo
La persona siente que tiene la culpa de todo lo que sucede. Por ejemplo, un hijo le dice a todo el mundo: “Mi mamá y mi papá se separaron por mi culpa”. ¿Qué consigue al asumir el rol de la víctima? Fundamentalmente que la gente a su alrededor sienta pena y le diga: “¡Pobrecito/a! Vos no tenés la culpa de nada”. Utiliza su sufrimiento emocional para cosechar lástima. En el fondo, está en busca de castigo para sentir que se redime por haber hecho algo malo. Pero jamás modifica su actitud. De nada sirve sentirnos culpables; únicamente cuando nos hacemos responsables de nuestras circunstancias, somos capaces de corregir lo que haga falta y crecer.
– Culpar a alguien más
La persona que culpa a los demás por lo que le ocurre cree que sus problemas vienen de afuera y es incapaz de hacer algo para solucionarlos. Su forma de hablar suele ser pasiva. Por ejemplo, “se rompió el vaso” (no dice “yo lo rompí”); o “se perdió el reloj” (no dice “yo lo perdí”). Es aquel que puede reprocharle a alguien que ama: “Yo me privé de muchas cosas para que a vos no te faltara nada”. En el fondo, se niega a asumir su propia responsabilidad y la coloca afuera, razón por la cual queda atascado y no logra ver un futuro brillante.
– Ubicarse en el centro de la escena
La persona ocupa el centro de la escena porque pretende que todos sean testigos de su malestar. Incluso compara sus problemas con los de los demás: “¿A vos te pasó eso? Dejame que te cuente lo que me pasó a mí”. Por ejemplo, una hija le confiesa a su mamá que se está por separar y la mujer le dice: “¡Vos me vas a matar de un infarto a mí!”.
No nacimos para ser víctimas, la cual es una posición cómoda, sino para disfrutar de vidas responsables y en constante cambio. No hay “víctimas” y “victimarios” en la vida. Como siempre digo: el tango se baila de a dos.