El 15 de septiembre de 2001, Balbir Singh Sodhi, un empresario nacido en India, fue asesinado por Frank Silva Roque mientras trabajaba en su gasolinera en Mesa, Arizona. Silva, un hombre estadounidense de 42 años, había prometido “salir a disparar a alguna toalla” como venganza por los atentados cometidos cuatro días antes. En Mesa encontró a Sodhi, a quien confundió con un árabe. Su barba y turbante fueron su blanco.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 cambiaron el mundo y marcaron a la sociedad estadounidense para siempre. Meses después de la masacre en la que perdieron la vida casi 3.000 personas, el trauma y la búsqueda de un culpable que no sería asesinado hasta una década después dieron paso a un preocupante repunte de la islamofobia en Estados Unidos.
Los atentados sorprendieron a las autoridades, que no estaban preparadas “psicológicamente, emocionalmente ni logísticamente” para algo así, según destaca a RTVE.es la exdiplomática y experta en terrorismo, radicalización y extremismo que trabajó para la Administración Bush, Farah Pandith.
Entonces, los servicios de Inteligencia destinaron sus recursos a hacer frente a la amenaza yihadista y la conmoción de los estadounidenses impulsó los delitos de odio contra musulmanes.
Pero dos décadas después del 11-S, la mayor amenaza de seguridad en EEUU proviene, precisamente, de fronteras adentro. El supremacismo blanco, avivado en los últimos años en altercados como los de Charlottesville en 2018, supone la principal amenaza terrorista para el Departamento de Seguridad Nacional.
El caso de Balbir Singh Sodhi y el asalto al Capitolio sirven para ilustrar las grandes heridas a las que se enfrenta EEUU. Las dos se originan en el odio, que se convirtió en “una industria en crecimiento en Estados Unidos, un país plagado de armas”, advierte Farah Pandith.
Islamofobia
A lo largo de dos décadas, la islamofobia se consolidó como una lacra en Estados Unidos. En el año 2000, el FBI contabilizó 28 delitos de odio contra musulmanes. Solo un año después, tras los atentados del 11-S, la cifra se multiplicó hasta los 481.
Desde entonces, Estados Unidos, un país donde esta comunidad conforma únicamente el 1% de la población, registra más de un centenar de este tipo de crímenes al año.
La evolución de la islamofobia el año de los atentados recopilada por el Pew Research Center es llamativa.
En marzo de 2001, el 45% de los ciudadanos tenía una visión positiva de los musulmanes. “En noviembre, el porcentaje había aumentado y seis de cada diez ciudadanos tenía una visión positiva. Hay que tener en cuenta el contexto inmediato tras el 11-S, cuando George W. Bush llamó a la paz y defendió a la comunidad islámica”, recuerda el investigador del centro, Besheer Mohamed.
Sin embargo, la última encuesta realizada en 2017 reveló que “el número de musulmanes que sufrieron algún tipo de discriminación había aumentado”, destaca Mohamed.
Dos décadas después, Estados Unidos se ha retirado de Afganistán y el terrorismo islámico no es su principal enemigo. Pero, el centro apunta a una alta polarización en lo que respecta a la islamofobia motivada por la creciente división política.
Según una encuesta publicada en agosto, el 72% de simpatizantes republicanos considera que el islam impulsa la violencia, frente al 32% de votantes demócratas. El investigador destaca, además, que “la mitad de los estadounidenses cree que el islam fomenta la violencia”.
Con los años, esta discriminación terminó afectando a la salud mental y la vida de miles de musulmanes residentes en el país. “Los ataques se pueden producir en cualquier lugar o por cualquier motivo. Pueden ser contra una mezquita o contra alguien que no sea musulmán aunque sí lo parezca. Es algo que afecta a su vida”, lamenta Farah Pandith.
Supremacismo
Hace décadas que el extremismo supremacista recorre Estados Unidos, según recuerda el profesor de Terrorismo de la Universidad Umass Lowell, James Forest. “Todavía no se ha abordado del todo y, en los últimos cinco años, hemos visto a altos cargos políticos fomentar esta ideología a modo de combustible para ellos”, señala a RTVE.es.
El propio expresidente Donald Trump llegó a alentar a los ‘Proud Boys’, un grupo supremacista, durante un debate electoral en septiembre de 2020. Y aunque posteriormente se retractó, la llama ya había sido avivada en una campaña tensa que culminó con un insólito asalto al Capitolio calificado de atentado terrorista.
Los terroristas de extrema derecha, que suponen la mayor amenaza actualmente, “son fanáticos o intolerantes muy enfadados por muchos motivos. Algunos atacan edificios gubernamentales o mezquitas, cualquier cosa vale si no se identifica con la raza blanca. Y esta ideología es más frecuente en el terrorismo actual que la de Al Qaeda”, explica James Forest.
El odio que impulsan la islamofobia y el supremacismo se han convertido en las grandes heridas de EEUU por el fracaso de una guerra ideológica que no se ha sabido librar dentro y fuera de sus fronteras.
“El mundo entero se vio afectado por el 11-S, hemos visto atentados terroristas en muchos países. Pero eso no impulsó un esfuerzo colectivo para abordar el componente ideológico de la guerra”, dice Pandith.
¿Se puede repetir?
La llegada al poder de los talibanes a Afganistán puso en alerta a buena parte de la comunidad internacional, que teme que el país termine convirtiéndose en un refugio para el terrorismo yihadista.
Y 20 años después del mayor atentado terrorista de la historia de EEUU, resulta inevitable preguntarse si una tragedia así podría repetirse. Farah Pandith considera que sí, ya que el riesgo es mayor ahora.
“Estamos ante un momento dramático porque los talibanes son mucho más sofisticados de lo que eran hace 20 años y tenemos que ser conscientes de que estas plataformas son una ventaja para los terroristas”, advierte. De hecho, la experta cree que el escenario actual es “muy diferente y menos seguro que entonces” por la doble amenaza que representan los grupos yihadistas y el terrorismo extremista.
En cambio, James Forest cree que las organizaciones yihadistas no tienen capacidad para golpear Estados Unidos. “La mayor amenaza desde los atentados del 11-S ha venido más de extremistas de derechas o personas inspiradas por Al Qaeda que de fuera. Ahora mismo, la única amenaza global yihadista se daría si los talibanes perdiesen el control de Afganistán”, afirma.
Cómo sigue la causa del 11-S
El 7 de septiembre de este año, Estados Unidos retomó el proceso judicial contra el supuesto cerebro del 11-S, Khalid Shaikh Mohammed, y otros cuatro acusados que están presos en Guantánamo. Las audiencias habían estado suspendidas un año por la pandemia de coronavirus.
Además de Mohammed, también son juzgados sus supuestos cómplices Walid bin Atash, Ramzi Bin AlShibh, Ali Abdul Aziz Ali y Mustafá Al Hawsawi.
Además del cargo de conspiración, están imputados por cometer asesinatos en violación de la ley de guerra, de atacar a civiles y de terrorismo. Enfrentan la pena de muerte.
Fuente: Medios Digitales