Desde el programa de inclusión financiera desde las escuelas se apuesta a que cada niño argentino, debe conocer sobre finanzas y sus manejos, como las economías del primer mundo porque de esta manera se forma una generación con propósito, con sueños y proyectos, fuerte, con carácter y autocontrol.
Si tienen un plan, objetivos que capten su atención y que ocupen su mente este plan es un remedio para la constante lucha contra las adicciones, es darles herramientas y conocimientos financieros, así lograrán una vida con sentido que los llene y haga felices.
Ahorrar es separar una porción de dinero para usarlo en el futuro, no gastarlo ni consumirlo hoy.
Invertir es destinar dinero (por ejemplo, los ahorros) a instrumentos que puedan generar alguna ganancia o rendimiento a cambio de asumir un riesgo. A esta ganancia la llamamos interés.
Ahorrar nos permite alcanzar objetivos a corto y mediano plazo. Por lo general las cuentas bancarias tienen rendimientos menores que las inversiones (por ejemplo, una caja de ahorros paga mucho menos tasa de interés que un depósito a plazo fijo) mientras que las inversiones tienen mayores rendimientos y por ende, muchas veces son utilizadas para alcanzar objetivos de largo plazo a costa de asumir mayores riesgos.
Ahorrar desde pequeños no significa pequeño ahorro
Se han realizado investigaciones en estudiantes de nivel secundario de realizar un diagnóstico sobre los comportamientos y conocimientos relacionados con el ahorro en lo más jóvenes y el 78% de los adolescentes contestó que le gustaría ahorrar en un banco y que esto los ayudaría a no gastar tan fácilmente su dinero. Esa cifra sin dudas muy alta y que parece contrastar con la idea instalada de que la población tiene cierta aversión al sistema financiero, pero lo más peculiar en ese sentido es que en las zonas con menor infraestructura bancaria (rurales o periféricas) esa proporción sube al 87% de los jóvenes, es decir allí donde menos presencia tienen los bancos es donde más perciben que son útiles o necesarios.
Los principales objetivos de ahorro para los jóvenes son la vivienda (26%) y la financiación de su educación (25%), seguidos de la compra de indumentaria (13%). Es destacable que en el ámbito rural los estudios educativos se transforman en la principal meta de ahorro de los jóvenes alcanzando el 33%, esto puede deberse tanto a que en ese grupo está más instalada la idea de mantenerse estudiando para ascender socialmente como también al hecho que la dificultad de tener que mudarse a una ciudad y vivir sin sus padres hace más costoso para la familia poder sostener el estudio.
Estos resultados nos llevan a pensar que incentivos al ahorro relacionados con la vivienda (como planes de ahorro previo ) y la educación (por ejemplo, becas), hasta premios o canjes de indumentaria podrían impulsar el ahorro formal y hasta amplificar el efecto inclusivo de estas políticas. Y quizá este “pequeño” ahorro que puedan hacer los jóvenes sea un vehículo para instrumentar un cambio sustancial en nuestro sistema financiero.