Quizás sin la bendición plena de la diplomacia vaticana, ya que la Ley de la interrupción del embarazo sancionada en la Argentina seguramente ha dejado secuelas, pero sobre todo porque en Santa Marta se considera que aquella sanción fue un juego a dos o tres puntas del mismísimo Alberto Fernández, el próximo jueves el Presidente se verá con el Papa, probablemente a solas, como es de práctica.
La reunión será el telón final de la gira europea bastante express que el jefe del Estado utilizará para tratar de estirar los pagos de deuda con el Club de París, para pedir apoyo para que el Fondo Monetario sea flexible con la Argentina y también para pasar la gorra a ver si consigue algún lote de vacunas que lo ayude a mitigar la imprevisión, los negocios (algunos frustrados) y el camino ideológico que transitó su Gobierno a la hora de elegir proveedores, hoy casi todos borrados.
Seguramente, estos van a ser los temas que dominen la agenda presidencial de los próximos días en Lisboa, Madrid, París y Roma y quizás ése sea el propósito general del viaje, pero no hay que dejar de observar que la frutilla del postre probablemente resulte ser el espaldarazo público que Fernández busca que Francisco le dé al ministro Martín Guzmán.
Si bien algunos consideran que la adopción del aborto legal ya es considerada por Francisco como un hecho consumado, hay en esta reunión que se viene en el Palacio Apostólico un tufillo a interna del Gobierno del que el jefe de la Iglesia seguramente quiere alejarse para no volver a sentirse usado como referente de alguna de las partes.
En tren de suposiciones se podría decir que quizás el Presidente espera que la predilección del Papa por las teorías económicas que sostiene Guzmán lo lleve a darle un apoyo implícito a su ministro, con lo cual él mismo se vería fortalecido.
En la vereda de enfrente, como adversario a vencer, están nada menos que la vicepresidenta, Cristina Fernández y sus acólitos quienes le han hecho la cruz al ministro porque quiso sacarse de encima a un cuadro de La Cámpora, Federico Basualdo, un funcionario que a juicio del ministro “no funciona” porque dejó sin ejecutar tareas que se le solicitaron en diciembre de 2019, como es confeccionar un cuadro de segmentación de usuarios de luz, para que quienes más pueden y/o tienen más paguen y no consuman subsidios estatales.
El kirchnerismo cree que si suben las tarifas se perderán los votos que necesita en las próximas elecciones para galvanizar una fuerza legislativa que le permita “ir por todo”. Pero, además, quiere evitar tapas de diarios tan duras como aquellas de 2011 cuando Julio De Vido hizo un papelón y tuvo que archivar un intento similar.
Se sabe que a Cristina la obsesiona la palabra “tarifazo” en “letras de molde”. En tanto, los golpes le llovieron a Guzmán a partir de la defensa de Basualdo que a instancias de la vicepresidenta hizo, por ejemplo, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, mientras los senadores K conminaban al ministro a que use los DEG que podría recibir la Argentina para atender cuestiones sociales internas y no para cancelarle al Fondo Monetario Internacional los vencimientos de este año.
Como combustible para teoría tan ignorante de lo que significa la circulación y uso de monedas (no son dólares) y lamentablemente para el ministro, un vocero del Fondo, Gerry Rice, le quiso dar a Guzmán chapa de interlocutor reconocido y extemporáneamente lo llamó “socio”. El fallido fue un festival para los dirigentes más duros del Instituto Patria.
Fuente: El Cronista