La acromegalia es una enfermedad poco frecuente (EPOF) y se calcula que a los pacientes les toma cerca de cinco años dar con el diagnóstico, en buena medida por la lenta progresión de esta enfermedad, cuyas manifestaciones más visibles van dándose paulatinamente y consisten en agrandamiento de mandíbula, manos, mentón, nariz y pies, además de cambios en la voz.
En tanto, otros signos menos evidentes son disfunción sexual, trastornos de fertilidad, dolor articular, insuficiencia cardiaca y diabetes, por lo cual los especialistas llaman a escuchar al paciente, analizar con una mirada integral todo lo que esté pasándole y “pensar en acromegalia”.
“La acromegalia es una enfermedad rara o poco frecuente, pero -a diferencia de otras EPOF- puede tratarse exitosamente con muy buen pronóstico. Sin embargo, la cuenta pendiente es el diagnóstico a tiempo, antes de que modifique rasgos del rostro, agrande pies y manos, dañe órganos como el corazón, genere dolor articular o trastornos reproductivos, por mencionar sólo algunas de sus consecuencias”, sostuvo la doctora Débora Katz, médica endocrinóloga, jefa de la Sección Neuroendocrinología de FLENI.
Por su lado, la doctora Susana Mallea Gil, médica endocrinóloga, consultora de la División de Endocrinología del Hospital Militar Central, señaló: “Otros síntomas asociados a esta enfermedad, aunque compartidos con otras condiciones de salud, son dolores de cabeza y cansancio o fatiga crónicos, por lo que éstos tampoco le hacen pensar a la persona que debe realizar una consulta médica. Por lo general, se dejan estar y pasan años hasta que lo hacen”.
Esta enfermedad se origina por el desarrollo de un tumor benigno en la base del cerebro, en la hipófisis, que genera una sobreproducción de hormona de crecimiento, por eso se agrandan determinadas partes del cuerpo.
Ese mismo efecto se da a nivel interno en órganos y sistemas, por lo que esta enfermedad también puede producir alteraciones visuales, apnea del sueño, insuficiencia cardíaca, diabetes, hipertensión, dolor en las articulaciones, pólipos en el colon, sudoración excesiva, disfunción sexual en hombres, irregularidades menstruales y los mencionados trastornos de fertilidad.
Alrededor del 40% de los pacientes son sospechados o diagnosticados por médicos clínicos, siendo éste el profesional de la salud que con mayor frecuencia sospecha la acromegalia.
“Esta realidad propicia que invitemos tanto a médicos clínicos como a cardiólogos, reumatólogos, gastroenterólogos, oftalmólogos, especialistas en salud reproductiva e inclusive a los odontólogos, a que estén atentos a todos estos signos”, manifestó Katz.
Asimismo añadió: “El objetivo es que, en la consulta médica, conversando con el paciente, puedan asociar los síntomas con otras manifestaciones de la acromegalia y sospecharla, y así derivar al paciente con un endocrinólogo, que es el especialista de cabecera para abordar esta enfermedad. De esa manera, el paciente puede ganar mucho tiempo valioso, controlar su enfermedad, en algunos casos curarse, y frenar la progresión del daño”.
A partir de cifras internacionales, se estima una incidencia de entre 5 y 10 casos por cada 100.000 habitantes, lo que implica que habría alrededor de 4.500 pacientes argentinos con acromegalia.
“Esa baja incidencia hace que integre la categoría de las enfermedades poco frecuentes y, como muchas de ellas, comparte las características de demoras en el diagnóstico, pero no necesariamente las de escasa disponibilidad de especialistas u opciones terapéuticas”, puntualizó Mallea Gil.
La cirugía de remoción del tumor en el cerebro es el tratamiento de elección y puede ser curativa, pero cuando los pacientes no son candidatos a esta cirugía o persisten con enfermedad residual luego de la misma, los medicamentos conocidos como análogos de somatostatina son efectivos para controlar la hipersecreción hormonal y reducir el tamaño tumoral.
“Para aquellos casos en que sea necesario tratamiento farmacológico, en el consultorio el médico tratante y el paciente, en conjunto, identificarán la mejor estrategia terapéutica para cada uno, con el objetivo de controlar lo mejor posible la enfermedad y poder recuperar o conservar una buena calidad de vida”, concluyó Katz.
Fuente: Agencia de Noticias NA