Todos tenemos en nuestro interior una luz única e irrepetible, un brillo singular, una luminosidad muy personal, la traemos cuando nacemos y es el regalo que tenemos, nuestra herramienta para construir la vida que queremos.
No hay dos luces iguales y esto es lo más maravilloso, imaginen cuantas personas hay y si cada uno encendiera su luz, es como un cielo de noche cubierto de estrellas titilando. Así somos nosotros, cada uno, luces que brillan.
A veces nos cuesta ver cual es nuestra luz, cual es nuestro don y para ello podemos preguntarnos ¿Qué es eso que me da placer hacer? ¿Qué cosas cuando hago el tiempo pasa muy rápido?.
Cuando encontramos cual es nuestro don, no importa si al principio parece que no nos será de gran utilidad, la naturaleza es sabia y todo lo que existe tiene un motivo y una utilidad.
Solo se trata de ir desplegando lo que nos gusta hacer, activar nuestra pasión y empezar a experimentar disfrutando lo que estamos haciendo, ya llegará el momento en el que encontraremos para que sirve y lo que empezamos a hacer dará sus frutos.
Cuando comenzamos a desarrollar el don que llevamos dentro, nos potenciamos, nos encontramos con nuestro yo interior, aprendemos a valorarnos, a querernos, respetarnos y a reconocernos como distintos, pero partes de un mismo todo.
Muchas veces podemos tener miedo a ser diferentes y podemos caer en hacer o decir lo que se supone se debe porque es lo que hace la mayoría, lo que está de moda, pero en realidad, dejar brillar nuestra luz es otra cosa.
No se trata ni siquiera de intentar ser diferentes, se trata de ser nosotros mismos, auténticos, únicos, que nuestras acciones estén en armonía con nuestros sentimientos y pensamientos. A veces podremos coincidir con la mayoría y otras no, pero es lo que nosotros sentimos.
Todo el tiempo somos impulsados para ser o hacer las cosas de determinada manera, el afuera es una fuerza arrolladora que nos arrasa a menos que nos conectemos con nuestro yo interior todo el tiempo y nos preguntemos si lo que estamos haciendo es lo que en realidad queremos, lo que nos da verdadero placer, lo que sentimos y pensamos y solo así hacerlo.
Cuando somos nosotros mismos y desplegamos nuestra personalidad con la intención de ser y no parecer, nuestra energía irradia a nuestro alrededor y atraemos a las personas, trabajos, oportunidades que son afines a nuestro verdadero yo.
Como expresa Richard Bach en su libro “Ilusiones”: “Limítate a desplegar tu propia personalidad, serena, transparente y luminosa. Cuando irradiamos lo que somos, preguntándonos a cada instante si lo que hacemos es lo que deseamos hacer y haciéndolo solo cuando la respuesta es afirmativa, nuestra actitud rechaza a quienes nada tienen que aprender de lo que somos y atrae a quienes sí tienen algo que aprender, que son los mismos de los cuales nosotros a la vez aprendemos”.
Una vez, hace muchos años vi una película donde la protagonista dijo: “Sé tú misma, el mundo admira los originales” y me encantó. A veces estamos tan preocupados por ser aceptados, admirados por los demás que hacemos cosas buscando su aprobación cuando lo realmente importante es ser auténticos y fieles con nosotros mismos, el resto llega solo.
Encender nuestra luz es una tarea de todos los días, es un ejercicio constante que nos llena de felicidad, porque el día que nos vayamos de este mundo vamos a sentir que hemos vivido “nuestra” vida y no la de otros, que no pasamos de prestado por aquí y que cada segundo valió la pena.