Alberto Vieyra, el artesano oriundo de Buenos Aires que encontró en la tierra de Horacio Quiroga un lugar para vivir y emprender, llegó en 1989 a San Ignacio junto a su familia, donde hoy en día montó su taller “Tacuaruzu”, en el cual trabaja en una multiplicidad de productos, resaltando principalmente las bondades del bambú. Acérrimo investigador y adiestrado en esa materia.
Vieyra es conocedor e investigador en temas de bambú, quien además posee en su terreno plantaciones de las distintas especies. Considera que en la provincia hay mucha riqueza “quizás los nacidos y criados acá se acostumbraron a tener todo a su alrededor, es tan común que quizás no tiene valor. Esos derroches de gastos lo estamos padeciendo ahora, pero por suerte la gente se está dando cuenta de la importancia que tiene nuestro monte, la importancia de cuidar el agua, del cuidado del suelo, de no dejar pelada la tierra colorada, que venga una lluvia se lo lleve todo” aseguró Vieyra.
En una entrevista con PRIMERA EDICIÓN el artesano contó que al llegar a la provincia “primero hubo una búsqueda de qué hacer, en el medio de esa exploración; primero entré a trabajar en un molino de yerba mate en la localidad, y paralelamente hacía artesanías con distintos materiales: probé hacer varias cosas, tallados en piedra, bijouterie, algunos tallados en madera, y como el terreno que compramos estaba lleno de cañas comenzamos a hacer trabajos con ese material. Ahí me di cuenta que en momento de las temporadas se podía vender muy bien las artesanías a los turistas”.
“Entonces en 1992, renuncié a la empresa y me dediqué exclusivamente a la artesanía, principalmente con el bambú, porque noté que no era desarrollado por otros artesanos, entonces lo vi como una oportunidad, al tener poca competencia y un poco de exclusividad, tratando siempre de que fuese distinto, porque sino entrás en una competencia de precios, y no por tipo de producto, o por la originalidad o el diseño” reveló.
Las bondades del material
Con el bambú, “descubrí un mundo, que cada vez que vas adentrándote, más te entusiasma, genera una cuestión de sorpresas, porque vas descubriendo que es un producto que no sirve únicamente para hacer un vasito o porta lápices, sino que hasta se puede utilizar como alimento, como vivienda, papeles, carbón, en definitiva es como dicen ‘la planta de los mil usos y la madera del futuro’. Todo eso tiene diversas técnicas, que se utilizan para cada tipo de trabajo o destino final de ese material, además cada especie tiene características distintas, una de esas se adaptan o se acomodan mejor para determinados usos” explicó.
Luego reveló que en la provincia tenemos cinco especies nativas, “que son de características leñosas, después hay otros que no tienen la importancia socioeconómica, que pueden tener los bambúes leñosos. Tenemos unas cinco acá, pero a nivel mundial, hay 1.500 especies. En Misiones con el clima que tenemos subtropical con algunas tendencias tropicales, se adaptan muy bien la mayoría de los bambúes”.
Con el tiempo, el artista fue interiorizando y trabajando más con el bambú, por lo que requería tener un espacio propio para tener sus cañas y sacar su material, “porque una de las cosas que comenzó a suceder en algún momento, fue que se llevaban las cañas a granel, llegaban hasta un tacuaral, hacían una tala rasa, arrasaban con todo y dejaban todo pelado”.
“Entonces te queda un zona devastada, que si bien el bambú tiene la característica de que al tener rizomas subterráneos contiene reservas, y de ahí rebrotan y se recomponen con el tiempo, pero si anualmente de una mata obtengo 100 cañas, eso lo puedo volver a tener todos los años, pero si hacés una tala rasa, hasta que se recupera, pueden pasar entre 4 o 5 años y yo corría el riesgo de quedarme sin material. De ahí surgió de tener material propio y con distintas especies, porque ocurre que hay algunas como la especie nativa chocasteis o comúnmente llamada tacuaruzu, florece de 25 a 30 años, y hace una floración bregaría donde mueren todos los individuos de esa especie. Entonces lo ideal es tener distintas especies para poder tener alguna alternativa por si sucede algo” explicó.
Luego remarcó que su producción “no es tanto, porque como yo hago trabajo artesanal, tengo plantado aproximadamente una hectárea, es poco, pero para lo que requiere mi trabajo artesanal, me sirve, pero si se quiere hacer un emprendimiento de característica industrial se tendría que hablar de otras cantidades”.
Múltiples usos, sin desperdicios
“Quien lo programe como una cuestión de emprendimiento industrial, se equivoca si pretende hacer el aprovechamiento para un solo uso, porque el aprovechamiento es integral, no se desperdicia nada. Pero una industria quizás no pondrá en uso todo, porque por lo general los bambúes que podemos tener acá, se subdividen en tres: la vara, las ramas o desechos entonces quizás el que haga tabla o laminados va a usar la primera y la segunda parte, pero la tercera que son las ramas, es un desperdicio, pero ese desperdicio se utiliza por otra parte de la industria, entonces es importante trabajar con otro sector que utilice esa parte que van a descartar” consideró.
En cuanto a las artesanías que se aboca dijo, “como estoy en un punto estratégico de la provincia donde visitan muchos turistas, son ellos los que se llevan los productos, entonces tengo que hacer un producto que se adecue a sus posibilidades, por lo tanto no tienen que ser muy grandes, ni muy pesados para aquellos que viajan en avión, entonces lo que hago son utensilios de uso, que pueden ser para cocina, o de uso personal, pueden ser apliques luminosos para las paredes, bandeja de picadas, porta lápices, broches, botones para la ropa, jarra de cerveza, termos”.
“En un principio arranqué con el mate y la bombilla, ese era el producto que tenía que tener sí o sí, cuando comencé en la feria, pero cuando la feria comenzó a hacerse más grande al haber diferentes ofertas de mates ya pasó a ser un producto más, no el producto estrella, y hoy es eso, no hay productos estrellas, sino que hay una variedad que va saliendo de a poco, pero por lo general, tienen salida, en algunos momentos unos más que otros. Pero desde marzo del año pasado eso se detuvo y se paró por completo, entonces en estos momentos estoy trabajando a pedido, algunos productos los buscan la gente del pueblo, como para hacer un obsequio por algún cumpleaños, o presentes, incluso hago algunos regalos empresariales”.
La pandemia, un obstáculo para los trabajadores
La pandemia no fue ajena a los emprendedores en la provincia y su impacto en el sector fue muy negativo: “Como emprendedor la pandemia nos afectó bastante, porque nuestra principal actividad es el turismo que llega a San Ignacio, así como los distintos eventos que se realizan por ejemplo el año pasado, no se pudo concretar las ediciones de la Feria de Artesanía del Mercurio (FAMA) a la que voy todos los años, además antes de la cuarentena teníamos un evento en Posadas el cual tampoco se realizó y así sucedió con un montón de eventos. La feria que estaba prevista en Colón tampoco se concretó y todo eso nos afectó de manera contundente”.
“En otras oportunidades tuvimos situaciones económicas difíciles, pero podíamos salir, como por ejemplo en el 2001, esa debacle económica que hubo. Entonces como no teníamos turistas en esa época, agarramos nuestra producción y nos fuimos con toda la familia a la costa. Ahí pudimos trabajar y volvimos con un poco de dinero, que no lo hubiéramos hecho si nos quedábamos acá en San Ignacio. Pero ahora la situación fue totalmente distinta, se cortó en todos lados, no había eventos, ni feria, no se podía ni siquiera tirar un paño en una plaza. Entonces nos vimos en figuritas. Esto a su vez te hace activar un poco las neuronas para reinventarse y seguir adelante y ver como solucionamos esta cuestión. Así que empezamos a trabajar con plantines en una huerta que teníamos, así que le dimos un poco de fuerza a eso. También a escala muy pequeña comenzamos cerveza artesanal”.