Con la excusa de la emergencia por la pandemia de COVID, el Gobierno nacional evita constantemente planificar un plan que hasta pueda convertirse en una política de Estado, aún cuando pasen los siguientes tres años de Alberto Fernández.
Es sabido que al Presidente no le gustan los planes económicos. Pero, el problema de decidir sobre la marcha con errores y aciertos, es que los resultados recaen sobre millones de argentinos.
En una reciente encuesta de la consultora Zuban-Córdoba y Asociados, el 56% de los consultados considera que el país va “por la dirección incorrecta” y apenas un 31% cree que se va “por la correcta”. En siete meses, la percepción de los consultados cambió rotundamente, ya que en mayo el 58% creía que la Argentina iba por el rumbo correcto.
Esto podría explicar que un 49,4% desaprueba la gestión del presidente sobre un 46,5% que dijo aprobarla.
Para tener una idea del desgaste en apenas un año de mandato, el mandatario tenía en enero pasado un casi 60% de aprobación con un pico del 97% al inicio de la pandemia en marzo. Pero, con posterioridad, no hizo más que caer en el apoyo popular.
La percepción de los argentinos, según la consultora, es negativa sobre el 2021 al calificar por mayoría arrasadora al 2020 como negativo. Creen que subirán los impuestos (eso espera un 78%); que crecerá el desempleo (lo cree un 65%) y la pobreza (un 68%); que no subirán las jubilaciones (39%); y que habrá más inseguridad (70%).
¿Cómo se revierte semejante pesimismo? Es difícil cuando las mayores preocupaciones expresadas son desempleo, inflación, corrupción y pobreza.
El Gobierno no está encontrando la manera de gestionar para demostrar a los argentinos (por fuera de los militantes partidarios) que se puede pensar en vivir mejor, en salir de la pobreza o que habrá más opciones para trabajar como el camino para sacar al país adelante. En la puja interna, esa gente espera menos interés por la política y más por el bienestar general.