Dos perros fueron atacados a tiros y uno de ellos murió, en tanto que el otro animal luchaba por su vida con un disparo en la cabeza. Por el hecho la Policía detuvo a un sospechoso.
Sucedió el domingo a las 18 en un camino terrado ubicado al costado del complejo del IPS, unos 200 metros antes de la costanera del arroyo Garupá, sector rural cercano a la reserva natural Urutaú.
En dicho lugar, un hombre de 60 años, su esposa, dos de sus hijas, su nieta y el padre de la menor paseaban junto a cuatro perros: una de la raza pitbull y tres dogos argentinos.
En determinado momento, dos de los animales ingresaron a un monte. Mientras los dueños los buscaban, oyeron disparos de arma de fuego que impactaron en estos dos canes que se escaparon. Uno de ellos murió prácticamente en el acto y el otro resultó lesionado.
Los efectivos se entrevistaron con el encargado de un campo cercano al lugar del hecho. El cuidador del predio, de 57 años, prestó colaboración en la investigación, entregando un rifle calibre 22 con una vaina en cámara de recuperación, sin documentación, la cual fue secuestrada. El implicado fue trasladado a sede policial donde se le realizaría el guantelete de parafina.
Se investiga el hecho como “daño, maltrato animal y disparo con arma de fuego”.
“Tiraron a matar”
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, la abogada y escribana Ana Josefina Skanata dio su versión de los hechos: “Salimos a pasear en familia, con mi padre, mi mamá, mi hermana, mi hija y su papá. En determinado momento, un dogo y una pitbull se metieron en un pastizal que linda con la calle. Se nos perdieron, se escaparon. Gritamos e incluso tocamos la bocina del auto. Empezamos a ir a cada casa que veíamos, a aplaudir para preguntar a los vecinos si no los vieron pasar”.
Cuando se le consultó a la letrada sobre la falta de correas en los animales, expresó que “el lugar es un descampado, donde prácticamente no hay movimiento de gente, por eso no los teníamos atados o con correas, hay que contextualizar. No son perros violentos ni con antecedentes de morder”.
Acerca del momento de los disparos, reveló que “llevábamos varios minutos de búsqueda cuando escuchamos cuatro disparos. Primero vimos a la perra herida en la calle con un balazo en la cabeza, corriendo hacia nosotros, y luego al dogo muerto de un tiro, detrás de un alambrado. Tenía dos años y se llamaba Roca. Los animales no saben de límites o alambrados, nada justifica que los maten. Las balas tampoco saben de límites, ¿y si impactaban a alguno de nosotros o a algún vecino o alguien que pasaba por la costanera que está cerca?”.
Con respecto a los rumores de que los perros atacaron vacas en un campo ajeno, la abogada refirió que “a lo sumo le habrán ladrado, nada más. Incluso escuché que dijeron que fuimos confundidos con cuatreros. ¿Es decir, que si sospechan que alguien es cuatrero le disparan? Tampoco los ladrones de vacas van a los gritos y tocando bocina o preguntando a los vecinos a las 6 de la tarde. Aclaramos: los perros no estaban solos y los buscábamos a viva voz. No fueron tiros de advertencia, tiraron a matar”, aseguró.