No todos los días los deportistas misioneros pueden compartir entrenamiento en casa con un atleta olímpico. Por eso, la de ayer fue una jornada más que especial para el judo provincial, que pudo disfrutar de la presencia de Emmanuel Lucenti (35), representante argentino en Beijing 2008, Londres 2012 y Río 2016. Toda una eminencia.
El tucumano va por más y, camino a Europa en busca de clasificar a Tokio 2020 -los que serían sus cuartos juegos olímpicos- hizo una escala en Posadas invitado por la Federación Misionera de Judo, que lo convocó para entrenar dos días en la capital provincial y, de paso, transmitir tamaña experiencia a los más chicos.
EL DEPORTIVO no quiso perderse la oportunidad del mano a mano con Lucenti, quien ayer compartió un doble turno en el gimnasio Everest, donde funciona la academia dirigida por los hermanos Francisco y Anahí Galeano. Al judoca olímpico no sólo lo une una extensa amistad con ambos y con Iván Duarte, otro misionero: los cuatro, cada uno en su categoría, son los número uno del ranking nacional. Un verdadero lujo.
Emma, ¿qué te trae por Misiones?
Tiempo atrás había venido por primera vez para participar en un torneo y la ciudad me encantó, me enamoré de la gente, de la cordialidad, la amabilidad y la educación que tiene. Además, tiene paisajes hermosos. Y se respira tranquilidad, algo que no existe en todos lados. En este caso, estoy yendo a Europa para buscar la clasificación a Tokio. Voy a afincarme los tres próximos meses con mi mujer y mi hijo en Tiflis, Georgia, donde hay muy buen judo. Y en ese camino, surgió la posibilidad de esta escala en Posadas mediante Iván Duarte, mi gran amigo, además de Francisco Galeano. La idea cerró por todos lados, así que aquí estamos.
¿Qué te falta para clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio?
En Europa voy a competir en varios torneos internacionales y necesito buenas actuaciones en al menos cuatro o cinco de esos campeonatos para sumar puntos y subir en el ranking. Vengo de una lesión en la espalda que me marginó durante un buen tiempo. Llegué a estar séptimo a nivel mundial, pero esa lesión me llevó a perder protagonismo e incluso a perder apoyo económico estatal. Y después de cuatro ciclos olímpicos, todo se puso más complicado, pero con ayuda de mi provincia y de mi espónsor estoy en camino.
¿Ya hay otros argentinos clasificados a Tokio 2020?
Por el momento están Paula Pareto y Lucía Quintero. Si lo logro, yo sería el tercero y el primero en la rama masculina. Estamos peleando por eso, para que el judo masculino argentino tenga su representante olímpico en Japón. Creo que con trabajo y sacrificio, eso va a ser posible.
Estuviste en tres Juegos Olímpicos… No cualquiera logra eso…
Sí, estuve en Beijing 2008, en Londres 2012 y en Río 2016. En Londres terminé séptimo y logré el diploma olímpico. Además, perdí el selectivo para ir a Atenas 2004, nada más y nada menos que contra mi hermano. Por fortuna, esos JJOO quedaron en casa (se ríe). Era lo que tenía que ocurrir. Mi hermano es uno de los pilares en mi carrera.
¿Qué se siente competir en un juego olímpico?
Es algo importante, realmente hay que vivirlo para sentirlo. Es como la conclusión de esos cuatro años de sacrificio. Ahí te das cuenta que hiciste bien las cosas y que de repente estás entre los mejores del mundo. Es un gran sacrificio, una gran emoción, un conjunto de sensaciones que son impagables. Uno desde chico se imagina y sueña con eso. Es algo muy importante para un deportista haber logrado eso.
¿Y haber ganado el diploma en Londres?
Fue de los momentos más importantes de mi carrera. Terminé séptimo y llegué a cuartos de final. El campeón olímpico me dejó afuera y después también me ganó en el camino al bronce. Pero bueno, tuve también la posibilidad de eliminar a uno de los favoritos. Fue un momento inolvidable, como cuando gané el Grand Prix de Cancún, en México, que en un solo día tuve la suerte de ganarle a casi todo el podio mundial. Esos son dos torneos en mi carrera que me marcaron y que hicieron historia para el judo masculino, sobre todo lo de Cancún, ya que a excepción de Pareto, no hay otro judoca del país que haya ganado un torneo de tal magnitud. Y la verdad es que, cuando lo gané, no me lo esperaba.
Tenés 35 años y seguís en lo más alto ¿Qué opinás de los que te cuestionan por la edad?
Estoy muy contento, porque eso denota que tengo disciplina. Realmente entreno mucho, pero mucho. Me cuido un montón. Y es muy lindo seguir a esta edad en la alta competencia. Para mí es muy gratificante. Y creo que puedo tener más tiempo en este nivel. También soy consciente que todo tiene un principio y un final, y estoy más cerca de lo segundo que lo primero. Por eso disfruto el día a día.
¿Tokio podría ser el último JJOO?
Yo sólo pienso en seguir superándome a diario, por eso tomé la decisión de irme estos últimos tres meses a Europa. Hago un gran esfuerzo económico, sobre todo, en la situación difícil en la que está el país. De los gastos que tengo, el 80 por ciento es de mis ahorros, y tengo el auto ahí en “stand by” para venderlo. ¿Qué te quiero decir con todo esto? Que más allá de las dificultades, se puede lograr. Cuando uno se dedica y lo toma con seriedad, apuesta a todo, a la larga o a la corta se puede vencer a la adversidad. Por muchas situaciones por las que pasé, te podría estar hablando ahora como exjudoca, pero hoy estoy más vivo que nunca.
¿Qué te deja el compartir con los más chicos?
Esto, estar acá, entrenar con ellos, es increíble, te da mucha energía. Y siento muchas ganas de transmitirles todo lo que pude aprender durante tantos años. Ver cómo dar un tip, un consejo, una técnica, para que el chico la implemente. Y también está bueno compartir con los más grandes. Esa camaradería que tiene el judo es muy linda. Por ejemplo, con Iván (Duarte) somos rivales pero también amigos, y es un amigo que me ayuda a crecer. Así lo siento. Me pasa lo mismo con el rival directo que tenga, lo fui entendiendo a lo largo del tiempo: quienes entrenan o compiten conmigo en los torneos lo que hacen es ser potenciadores de mi propia habilidad.
¿Qué es el judo para vos?
El judo es mi vida, el aire que respiro. Si vos me preguntás qué haría ahora si no estuviera viajando a Europa, seguiría de entrenamiento en entrenamiento, por el mismo camino. El judo es como un cable a tierra, lo que me mantiene vivo, lo que más me gusta. Es una mezcla, porque no es un trabajo, pero a la vez lo tomo como tal, aunque no me cueste levantarme y entrenar todos los días. Esa rutina no me cansa porque sé cuál es mi objetivo. Lo supe desde siempre.