Las escalinatas, bancos y otras estructuras de la Plaza San Martín o del Parque Paraguayo fueron, durante varios años, las pistas de las que los bikers posadeños se apropiaron para llevar adelante una pasión incomprendida por buena parte de la sociedad. La primera mirada fue la del prejuzgamiento.
Para muchos, eso no se trataba de un deporte. Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional (COI) rompió el molde y en 2017 anunció que el BMX Free Style iba a ser parte de Tokio 2020.
La posadeña Analía Zacarías (30), que alguna vez formó parte de esos estigmatizados “chicos de la plaza”, hoy recorre el mundo en busca de los puntos que le permitan hacer historia y ser de las primeras en disputar un Juego Olímpico en esa disciplina.
Tras completar una gira de tres meses a pura competencia en ocho países de Europa, la actual 19ª del ranking mundial -es la mejor argentina entre 82 competidoras- regresó a Posadas por algunas semanas para recargar energías de cara a la recta final del ciclo olímpico. Y EL DEPORTIVO aprovechó para conocer su historia, sus sueños y la explosión de una disciplina que nació como práctica urbana y en pocos años se transformó en un deporte olímpico.
Analía, ¿cómo arrancaste con el BMX?
Comencé allá por 2007. Soy del barrio Jardín y siempre andaba con la bici, pedaleando. Hasta que un día vi en la tele los X Games, en Espn. Flasheé con eso y le dije a mi mamá que quería hacer ese deporte. Ahí comencé a practicar en el barrio, como un juego. A medida que me salían los trucos, me fui enamorando de este deporte. Me producía mucha satisfacción porque todos los días aprendía algo nuevo. Esta disciplina requiere de mucho entrenamiento, mucha cabeza, práctica y paciencia. Y bueno, todo eso fui desarrollando a lo largo de estos años.
¿Cuándo comenzaste a tomártelo de en serio?
Creo que fue en 2012. En Facebook encontré un grupo de chicas que hacía BMX y organizaba un encuentro en Punta Arenas, al sur de Chile. Y me mandé. Ese fue mi primer viaje. Llegué allá y éramos cinco. En ese entonces, el Free Style era un deporte urbano, no había federación, puntajes ni nada. Y ahí empecé a soñar con competir, vi que podía hacerlo bien y decidí seguir con la carrera deportiva, apostar a los torneos internacionales que había en ese momento. A partir de ese año, comencé a salir afuera.
Explicanos… ¿qué es el BMX?
Se practica con una bicicleta de rodado 20, mucho más chica que una convencional, que es rodado 26. Y tenés dos modalidades. Por un lado está el BMX Race o carrera, que es el que se conoce un poco más, que todos parten de una rampa con una valla y recorren un circuito con obstáculos. Y por otro lado tenés lo que yo hago, que es BMX Free Style o estilo libre, que son diferentes tipos de rampas en las que cada competidor realiza una performance. Tenés dos rondas de un minuto para clasificar. Y tenés que ir haciendo movimientos o trucos. Llega a ser casi artístico, tenés que demostrar todas tus habilidades sobre la bici.
Y en base a eso, recibís una puntuación…
Exacto. Tenés cinco jueces, uno llamado “overall”, que se encarga de fiscalizar el conjunto de la performance, y después tenés otros que observan y analizan el landing o aterrizaje, las combinaciones de trucos, el estilo, la amplitud sobre cómo te desenvolvés en la pista. No es para nada fácil.
¿En qué momento el Free Style se hizo olímpico?
Fue en 2017 y es ahí donde empecé a proyectarme para Tokio 2020. Ese mismo año me convocaron a la Selección Argentina. Y ahí arrancó todo lo formal, ya con el aval y sostén de la UCI (Unión Ciclista Internacional). Arrancó y no paró más…
¿Es decir que sos parte de la primera Selección Argentina de Free Style que se conformó?
Sí, así es. El 2017 fue muy importante para mí carrera. Llegué a estar cuarta en el ranking mundial. Fue más difícil en 2018, no tuve buenos resultados, quizás porque competía nerviosa pensando en los JJOO. Pero este año repunté, vengo de estar tres meses en Europa, donde hice varios podios pero, más allá de los resultados, lo importante es el ejercicio de la competencia constante. Vengo muy contenta y motivada.
¿Cómo estás en el ranking ahora?
Ahora estoy 19ª entre más de 80 competidoras. El nivel de las chicas es muy bueno. La número 1 es la Messi del BMX, la estadounidense Hannah Roberts. Hace cosas increíbles. Ella rompió todos los récords y fue la primera en hacer muchos trucos. Por ejemplo, hace la mortal para atrás y en el aire gira, sale de la bici, patea el cuadro, hace un helicóptero y vuelve. Es muy buena y entrena con los mejores del mundo.
¿Cómo se dio lo de la gira por Europa?
Existía ese calendario y entonces armé el proyecto deportivo, que fue aprobado por el Ministerio de Deportes bajo el régimen de esponsorización. Y la empresa que me apoyó fue Carlos Enríquez. Mediante todo eso pude hacer esa gira, porque yo no cuento con los recursos. Fueron tres meses por allá, llegué el 6 de mayo y el 18 ya competí en Le Cannet, donde gané la primer competencia. Después fui a una de las fechas del Mundial, en Montpellier, donde terminé dentro de las 12 finalistas. Luego fui a Croacia, donde fui segunda, a Austria, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria, etc.
¿Estuviste con otro argentinos?
Sí, con la cordobesa Nazarena Pérez (31 del ranking mundial) y Agustina Roth (37), que es quien va a competir en los Juegos Panamericanos de Lima. Y con Ismael Fries (41 y mejor argentino ubicado en el ranking mundial masculino), claro, que es de Apóstoles.
¿Cómo es que el Free Style llegó a los JJOO en tan poco tiempo?
Personalmente creo que los JJOO necesitaban un reavivamiento. Y lo que tiene el BMX es que, además de una competencia, es un show. La gente que va a ver el Free Style queda fascinada, imaginate que viene un flaco y hace una mortal, combinando varios trucos. En 2017, en Montpellier, Francia, yo tuve la oportunidad de ser parte del torneo en el que el COI resolvió aceptar al deporte como olímpico. Ese campeonato lleva más de 100 mil personas, es una locura. Y me tocó estar en el medio de todo eso. Yo creo que el COI vio eso, que era un deporte llamativo y atraía a la gente. Por eso en Tokio habrá Free Style pero también skate, surf, escalamiento. Todos deportes que estaban mal vistos, porque a nosotros nos decían que eramos “los chicos de la plaza”. Y esta es la oportunidad de romper con lo que piensa la gente, con los estereotipos. Porque muchos de esos chicos hoy son atletas que comen bien, que descansan. Es difícil, pero es una transición.
¿Qué falta para que el BMX crezca en Argentina?
En Argentina, en general, falta más infraestructura. Hay muchos chicos que tienen talento, tienen una bici, pero falta infraestructura, que las federaciones se acomoden, que se pueda trabajar en conjunto y mejorar los parques que tenemos. Claro que no es fácil y menos con la situación económica que está atravesando el país, eso no está nada bueno y todo se ve afectado.
¿Cuál es tu sueño?
Mi sueño es clasificarme a Tokio 2020. Primero clasificarme, después veremos, que sea lo que Dios quiera. El camino que estoy recorriendo en busca de esa clasificación es fascinante. Hay mucha expectativa y ojalá que se de, porque estoy haciendo lo imposible.
¿Qué te falta para llegar?
A los JJOO clasifican representantes de los ocho primeros del ranking por países. En esa lista, Argentina estaba 14ª, pero con todo ese tour europeo y los puntajes UCI que obtuvimos, ahora estamos décimos. Yo sigo compitiendo y ahora se vienen tres pruebas, en Venezuela, China y Japón. Y ahí se cierra el ciclo olímpico. Tenemos que sumar todos los puntos posibles.
Cuando practicabas en la Plaza San Martín… ¿te imaginabas llegar a todo esto?
Nunca. Cuando estaba en la escuela, llegué a quinto año y todos decían que iban a estudiar esto o aquello. Y yo no tenía idea, yo quería ser deportista. No quería ir a la facultad, aunque igual terminé yendo. Pero nunca me imaginé llegar a este nivel. Siempre soñé con salir a competir afuera. Y ahora cada viaje lo siento como un sueño cumplido.
¿Qué es el BMX para vos?
El BMX me dio libertad. Para mí, es libertad. Me siento libre cada vez que me subo a la bicicleta, soy yo cada vez que vuelo o hago un truco. Es muy apasionante. Para mí, es un símbolo de libertad, pedalear, que te dé el viento en la cara. Chau, se te pasa todo, te olvidás de todos los problemas. Justamente ahora, cuando estaba en Bélgica, atravesé un momento triste, falleció mi abuela y yo estaba lejos y no podía acompañar a mi familia. Aunque estaba triste y no quería, ese día tenía que competir, así que me subí a la bici. Y fue como que todo pasó.