
Varios meses en Rusia, donde pudo confirmar que la lucha es allá lo que el fútbol acá: en cualquier plaza o potrero, los más chicos no patean, si no que se trenzan en combate. Otros tantos meses en Irán, inmerso en una cultura totalmente diferente, donde la disciplina también se vive de otra manera con respecto a la Argentina. Largas semana en Rumania, Francia, Hungría, Italia, Bulgaria o Bielorrusia, por sólo mencionar algunos de los destinos que llenan su pasaporte.
El sueño olímpico cambió para siempre la vida de Ricardo Báez. El luchador misionero de 23 años es, desde el año pasado, un ciudadano de mundo. Perseguir la difícil clasificación a Tokio 2020 lo llevó a recorrer rincones del mundo impensados y conocer culturas totalmente diferentes a la suya.
Horas antes de viajar a Buenos Aires para los últimos días de preparación rumbo a los Juegos Sudamericanos de Lima, Ricardo habló con EL DEPORTIVO y contó en detalle cómo es vivir en las calles grises de Teherán o en Rusia, sobre la costa del Mar Caspio. Esas y otras tantas latitudes fueron las que lo acogieron entre 2018 y 2019, cunas de la lucha mundial en las que entrenó y se perfeccionó junto a la Selección Argentina para ganarse el sello más importante que podría ampliar su pasaporte, el de Japón, el año próximo.
Ricardo, antes que nada, contanos cómo está la preparación camino a los Panamericanos de Lima…
Bien, estuvimos entrenando aquí en Misiones durante un mes con el entrenador cubano Erick León, quien vino especialmente a Posadas para entrenarme. Por la mañana entrenamos los aspectos físicos y por la tarde, en el CePARD, lo estrictamente relacionado a la lucha. Fue una preparación más que integral y muy buena.
¿Cómo sigue ese trabajo previo?
Viajo el lunes 15 de julio a Buenos Aires, donde me voy a sumar a los entrenamientos del equipo nacional. No tenemos aún la fecha exacta del viaje a Lima, pero ya me quedo por allá. Ahí vamos a entrenar a las órdenes del colombiano Wilson Medina.
¿Cuáles son las expectativas para Lima? ¿Son tus primeros Panamericanos?
No, estos son los segundos. Los primeros fueron en Toronto 2015, donde perdí el bronce con un portorriqueño que había sido subcampeón olímpico en Londres 2012. Así que tomo esto como una revancha. Y las expectativas son las mejores. Voy a pelear en la categoría hasta 86 kilos, donde mi objetivo es ser finalista, es decir, obtener el oro o la plata. Claro que el bronce también viene bien, pero mi meta es la final. De lograrlo, sería lo máximo en mi carrera hasta el momento, un sueño cumplido.
Viviste casi dos meses en Irán y más de cuatro en Rusia… ¿cómo es que se dio todo eso?
Nosotros, con el equipo nacional, empezamos a viajar en el marco del ciclo olímpico para Tokio 2020. Gracias al Enard, que nos apoya con todo esto, logramos esa preparación de cuatro años en las que pudimos concentrar en diferentes lugares donde la lucha es muy importante. Así arrancaron esos entrenamientos.
Contanos un poco de tu experiencia en Rusia…
El año pasado estuve cinco meses allá. Tras salir segundo en los Odesur de Cochabamba, en Bolivia, me fui a Rusia. Hicimos base en la región de Daguestán, a orillas del mar Caspio. Y ahí salí campeón en un torneo oficial y pude romper una racha histórica de cien años en las que un luchador argentino no le ganaba a uno ruso. Y allá en Rusia, la lucha es como el fútbol acá, viste que acá hay un baldío y nace una canchita, y los chicos juegan al fútbol. Bueno, allá, es lo mismo pero están todos luchando. Una noche salí a caminar y en una plaza había varios chicos, meta luchar.
¿Y cómo llegaste a Irán?
Había estado algunas semanas antes en Irán, luego fui a París para un torneo, volví para Cochabamba y después a Rumania, donde terminé tercero. Regresé a Buenos Aires para asistir como voluntario a los Juegos Olímpicos de la Juventud y de ahí me fui a Hungría, al campeonato del mundo. No me fue bien, perdí la primera lucha justamente con un iraní. Y ahí se dieron los contactos y nos fuimos un mes y medio a entrenar a Irán.
Uno se imagina un lugar totalmente diferente a la Argentina… ¿cómo es vivir allá?
Sí, todo es muy diferente. Estuvimos un mes y medio en Teherán, la capital, en un polideportivo así como el CePARD de Posadas. Vivíamos ahí. Estaban las tribunas, en el medio los colchones de lucha y debajo de las gradas, el comedor y el hospedaje. Eramos seis argentinos con el entrenador. Fuimos a ganar experiencia, nivel, a foguearnos con ellos. Y allá es lo mismo que Rusia, la lucha es como el fútbol acá.
¿Cómo es la ciudad?
Mirá, estábamos todo el tiempo encerrados en ese polideportivo, porque salíamos afuera y era todo autopistas. Allá no hay mucha tecnología, porque el musulmán es muy conservador. Era todo muy gris, salvo alguna que otra mezquita, que veíamos de lejos. Y eso era lo único lindo que veíamos, porque después la ciudad no fue de mi agrado, no me pareció atractiva. Ellos no están en guerra, pero es así todo como que se nota que tuvieron esos conflictos poco tiempo atrás. Fuimos al centro dos o tres veces, pero era más o menos lo mismo. Además, ellos manejan otro idioma y no entendés nada las letras, las mujeres andan todas tapadas. Son muy religiosos.
¿Alguna vez tuviste miedo allí?
No, no, miedo no. Pero la verdad es que la cultura es totalmente diferente a la nuestra. Como no tienen una buena relación con Estados Unidos, casi nadie habla en inglés. Y tampoco te aceptan tarjetas de crédito si querés comprar algo, por ejemplo. Tenés que manejarte con efectivo. Era todo muy raro, íbamos al kiosco y no había lo mismo que acá, no había alfajores, papas fritas, apenas Nutella y después todas cosas extrañas para nosotros.
¿Qué comían?
La dieta consistía en pollo o carne pero armadas en un palito largo, cortada en tiritas. Y todos los días arroz, más alguna ensalada. Y después mucho té, ellos son de tomar té todo el día, a toda hora.
¿Y sobre la religión? ¿Cómo es vivir en un país islámico?
Son muy religiosos. Tienen parlantes por todos lados, con los que llaman a oración. La primera vez que escuché, no es que me asustó, pero bueno, fue algo nuevo. Ellos por los parlantes leen pero es como un canto, un recitado. Y eso sucede cinco veces al día, porque rezan cinco veces. El primero es a las 5 de la mañana, después antes del mediodía, otro por la tarde, antes que baje el sol. Y así. Y cuando escuchan eso, ellos extienden su manta y se ponen a rezar. En Rusia también era algo parecido, porque en la región donde estuvimos también hay mayoría de musulmanes. Incluso los luchadores, si el entrenamiento coincide con un horario de rezo, no es que lo hacen en medio de la práctica, pero termina el entrenamiento y enseguida tiran la manta y se ponen a rezar.
¿Qué sensaciones te dejó conocer Irán? ¿Alguna vez pensaste que ibas a estar allí?
La verdad es que nunca pensé en que iba a conocer Teherán. Tampoco es un lugar que recomiendo para alguien que se quiera ir de vacaciones (se ríe), pero sí para el que le guste aprender de esa cultura. Eso está bueno, porque aprendés de su manera de vivir y entendés un poco más todo. Eso está muy bueno.

¿Qué otros países conociste en el último año gracias a la lucha?
Gracias a la lucha estuve una semana en Rumania, Bucarest, que ya es muy diferente a Irán. Igualmente te das cuenta por las estructuras de los rastros soviéticos: hay varias cuadras de edificios todos iguales. También estuve una semana en Budapest, en Hungría, donde mediante amigos pude recorrer un poco más y conocer. Son lugares hermosos. Después competí en Francia, en Paris y en Niza; en Cerdeña, Italia, a orillas del mar Mediterráneo. Quedó pendiente la posibilidad de entrenar en Estados Unidos, donde ya teníamos hecho un contacto para concentrar un par de semanas en una universidad de Iowa, pero la visa se retrasó y no pudimos ir.
¿Pensaste alguna vez que ibas a recorrer el mundo con la lucha?
Nunca lo imaginé. En un principio, uno sueña con poder viajar, conocer muchos países, pero de ahí que se haga realidad, es muy difícil. La verdad es que me siento privilegiado y eso me pone muy contento. Siempre que viajo a competir o entrenar, aprovecho también para conocer, porque eso realmente te enriquece.
¿Qué te queda para este año, además de Lima?
Tengo previsto participar en el Mundial Sub-23 que se hace en Hungría, en octubre. Y si me va bien en los Juegos Panamericanos, está el Mundial de mayores en Kazajistán. Y ya cerca de fin de año está previsto el Sudamericano en Chile.
¿Qué falta para llegar a Tokio?
El sueño sigue intacto. Es difícil, pero voy a hacer lo posible por estar en Tokio, es mi sueño. Y si no se da, sé que todavía tengo una chance en 2024, porque tengo como para dos ciclos olímpicos más. En algún momento se tiene que dar. Los sueños están hechos para cumplirse.
¿Qué es la lucha para vos?
La lucha es mi estilo de vida. Para los que hacen algún deporte, son apasionados y constantes, bueno, eso es para mí este deporte. Hasta puedo decir que la lucha me sacó de muchos lugares en los que podría haber terminado mal. No me arrepiento de nada. La lucha es todo para mí.
El amor y el deporte, entremezclados
A tal punto la lucha es fundamental en la vida de Ricardo Báez que incluso le dio su actual pareja, Linda Machuca, otra luchadora y referente a nivel internacional.
“Nos conocimos en 2013 y salimos desde hace dos años y medio. La lucha medio hasta el amor”, sonrió Ricardo, no sin confiar luego que la relación “va en serio”.
Machuca fue ni más ni menos que subcampeona en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. La relación es casi a distancia: tanto ella como Ricardo deben cumplir con las concentraciones a lo largo y ancho de todo el planeta.
“Ella ahora está entrenando en Estados Unidos. El año pasado fue muy complicado. Yo a principios de 2018 me fui a Rusia y ella se quedó por acá. Después ella se fue a Cuba, luego a Alemania para competir en un torneo. Cuando volvimos a la Argentina, yo me fui a competir a Perú y, cuando regresé, ella ya se había ido a Rusia. Al final de cuentas, el año pasado, entre etapa y etapa, creo que nos vimos en total una o dos semanas. Fue un año complicado”, cuenta Báez.
Claro que, en medio de esa complejidad, ambos se las arreglan para mantener la relación. “Cuando estuve en Rusia había una chica de la Selección Argentina que viajó a Alemania para ese torneo en el que participó Linda, entonces le mandé con ella varios regalos. Y desde allá, ella hizo lo mismo”, se ríe Ricardo.
¿Cómo luchar -valga la redundancia- con la distancia? “Este año dijimos que vamos a tratar de estar juntos más tiempo. Ya en diciembre nos vinimos a pasar juntos las fiestas”, sintetizó Báez.