La alcaide general Nilda Estela Correa (56) es la primera mujer designada por el Gobierno de Misiones para regir los destinos del Servicio Penitenciario Provincial (SPP), una institución que hoy celebra 60 años de existencia.
Permanece en el cargo desde 2016, tras el deceso del director general, Miguel Ángel Maidana, con quien compartió tareas. Ya su nombramiento como subdirectora, en diciembre de 2011, fue “una gran sorpresa” que abría un espacio para las mujeres “en una misión tan importante”.
“Fue algo muy esperado por el personal femenino que iba haciendo carrera, cubriendo grados, y estaba preparado para el ascenso”, aseguró la funcionaria, que a fines de este año completará los 36 años de servicio.
Admitió que ocupar ese puesto “generaba un gran compromiso porque por la manera en la que me desenvolvería iba a sentar precedentes para que las otras mujeres me siguieran. Como es una institución en la que predominan los hombres, tanto entre los internos como en el personal, siempre está el comentario de si somos capaces, y había que demostrarlo”. Su primer desafío fue cuando en 2006 la nombraron directora de la Unidad de Menores Varones, situada sobre avenida Cabo de Hornos, donde permaneció por casi cinco años.
Oriunda de Santa Ana, ingresó a la fuerza con 20 años, junto a otras 14 mujeres que debieron efectuar un curso preparatorio con toda la formación que ello implicaba. Entre otros, conocer el reglamento, el trato, la función y misión del penitenciario.
Confió que “era toda una novedad porque hasta 1983 quienes trabajaban en la institución eran administrativas y atendían a las internas que estaban alojadas en los anexos de las unidades -en esa época había uno en Oberá-, que es donde estaba el personal femenino”.
Hasta 1989 las mujeres no hacían carrera de oficiales. Las que había eran profesionales, psicólogas, administrativas, que ascendían a un cierto grado.
“Tuvimos suerte porque llegamos con la edad justa. Ese año era nuestro límite. Dieron la posibilidad a civiles y a personal de la fuerza que reuniera el requisito, que era tener el secundario completo y no más de 25 años”, acotó.
Tres colegas, que eran de la misma camada que ingresó en 1983, viajaron a La Plata y participaron de una prueba piloto ya que Misiones no contaba con una Escuela de Formación.
“Hicimos la carrera en un año intenso. Regresamos y cuando empezamos a trabajar se comenzaron a cubrir los espacios de la parte de seguridad, con mujeres oficiales. Se requería de jefes para trabajar en la unidad de mujeres, hasta ese entonces siempre manejada por varones. El celador, el personal interno, el inspector de vigilancia, eran mujeres, pero el resto era masculino. A partir de ese año siguieron becando a las mujeres hasta que se creó nuestra escuela. Cambió todo porque se forman acá y no tienen que estar migrando a otras provincias”, explicó.
Secundada por el subdirector general, alcaide general Julio Cesar Zarza, admitió que “estoy realmente muy satisfecha, contenta, con el equipo que tengo. Se lograron muchas cosas. Cada director realizó su gestión y dejó antecedentes muy buenos en la institución, que nos hicieron crecer. En estos tiempos donde la población, la fuerza efectiva, creció mucho, la institución tiene que ir de la mano con todo lo que se demanda. Trabajamos mucho en la capacitación de los internos porque nuestra misión es la de resocializarlo, que es un trabajo para nada fácil”.
Sostuvo que el SPP otorga las herramientas “para que cuando salga pueda valerse por si mismo. Si somos realistas, una persona que egresa, tiene antecedentes que estuvo detenido, no es bien mirada. Entiendo al que puede darle un empleo. Lo que hacemos es darle las herramientas para que pueda insertarse, oficios con salidas laborales inmediatas, se trabaja mucho y en conjunto con organismos, instituciones como las universidades”.
Un total de 1.569 integrantes posee la población carcelaria. La fuerza se compone por 2.206 efectivos, de los cuales 800 son mujeres. Todos ellos están bajo las “alas” de Correa, que debe estar atenta a todas las inquietudes para que se pueda tener una población contenida.
“El personal también tiene sus necesidades, sus demandas, y también apuntamos a su capacitación. Tal es así que tuvimos la creación del Instituto Universitario al igual que en la Policía de Misiones, que es un logro del Ministro de Gobierno (Marcelo Pérez), que siempre nos está apuntalando, es alguien a quien le gusta que crezcamos, que nos proyectemos y que trabajemos acorde a los tiempos que corren y a las demandas existentes. Ese es nuestro Norte. Trabajar en bien de la institución, tratar de corregir nuestras falencias, debilidades, fortalecernos. Ese es el legado que tenemos”, remarcó.
Este es un año muy importante porque el SPP cumple 60 años. Y para Correa, no es un número que deba pasar desapercibido.
“La idea es mostrar, hacer conocer a la sociedad lo que hacemos porque es una institución cerrada. Siempre digo que trabajamos tras los muros y entonces se desconocen muchos de nuestros logros. La población carcelaria es diferente en cada localidad, cada una tiene su propia particularidad. Como la unidad de Eldorado que aloja a internos de la Zona Norte, es muy diferente a los de la Zona Centro, por ejemplo. Es distinto cuando tenemos internos de otras provincias, que son más agitadores. Tienen otra particularidad en su forma de ser. El misionero es más pacífico, se aboca más a su trabajo, es más tranquilo, más calmo, dentro de sus demandas y en la convivencia diaria”, manifestó.
El propósito inicial de la directora general era ser maestra e imaginaba a la fuerza “entre barrotes y en la oscuridad”.
Pero “cuando me empecé a involucrar, me encantó, sobre la marcha nació la vocación. Siempre puse todo de mi en el trabajo, me encantaba relacionarme con las internas, es como hacer docencia de alguna manera. Nuestra función es muy importante, no es que tenés que ser fuerte, sino que debes saber escuchar, guiar, para lograr tener una población tranquila y disciplinada. Tenemos que ser profesionales y trabajar con el ser humano, no indagar tanto qué es lo que hizo. El gran secreto es el respeto hacia esa persona que por más que haya errado el camino, o esté en esa situación, no se merece el maltrato”.
Indicó que son personas con conflictos, encerradas, y no pueden estar siempre de buen humor. Y todas esas cuestiones hay que manejar. Pero se motiva cuando recuerda los testimonios de vida “de gente que dice que cambió. Soy una convencida que la rehabilitación, la resocialización, es posible aunque quizás no en el porcentaje que uno quisiera. Muchos me hablaron de su cambio de vida cuando pidieron ir a saludarme para despedirse. Eso te satisface. Cuando estaba en la Dirección General vino un señor a agradecerme porque ‘por todos los cursos que hice, le puedo asegurar que con lo difícil que está todo, a mi me sobra trabajo. Me llaman de la panadería, carpintería y otros oficios’ me confió”.
Haciendo un balance de su gestión dijo que “tengo una alegría enorme, mucha nostalgia porque estoy en la etapa final de mi carrera. Logré todos los objetivos que me propuse dentro del Servicio. Como conductora me queda sumar más a ese flujo de jóvenes con propuestas y ganas de trabajar”.