En nuestro país, el día de la Novia se conmemora el primer domingo de abril y constituye una invitación a resaltar la vida y la edificación de objetivos y proyectos en pareja.
La principal tradición es que el novio debe tener detalles románticos. En este sentido, el festejo tiene connotaciones similares al Día de los Enamorados pero dirigidas exclusivamente a nosotras. Y si bien no se tienen datos certeros de por qué se celebra este día en la fecha actual se conoce que data de la Edad Media.
El verdadero amor no es otra cosa que “el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es”, nos dice el escritor argentino Jorge Bucay.
Pero ¿qué significa estar en una relación de noviazgo? En su definición más tradicional ser novios quiere decir el período que va desde que se inicia una relación hasta el casamiento; a su vez hace referencia al tiempo que dura el noviazgo.
Una etapa transitoria en la que se decide avanzar hacia el matrimonio o bien ponerle fin a la relación.
Podemos definir el estado de noviazgo como una relación seria que se establece entre dos personas con unas pautas que ellos mismos deciden siendo la primera el respeto mutuo, acompañadas todas ellas de una estabilidad emocional y sentimental. Significa también prestar atención a los pequeños detalles. Y esto quiere decir que de repente te ves haciendo alguna actividad para agradar a esa persona que tanto se aprecia.
En el caso de él ocurre lo mismo, te pasa a buscar a la salida del trabajo sin que hayan quedado o quiere conocer a tus amigos y familiares. Constantemente tiene planes para que pasen más tiempo juntos.
La confianza crece día a día. Además, cada vez hay más complicidad y la pareja se va consolidando. Un noviazgo quiere decir que podemos hablar de los problemas y encontrar apoyo cuando más lo necesitamos.
Sin más vueltas, no podemos resistirnos al Amor. Porque, como lo aseguraba Mario Benedetti, todos necesitamos de un cómplice “alguien que nos ayude a utilizar el corazón”.
Ante lo dicho, desde Revista SextoSentido, nos resulta imposible no compartir la sabiduría del pueblo Sioux, quienes aseguraban que para que una pareja perdure, los dos deben “volar juntos uno al lado del otro pero jamás atados, jamás siendo esclavos”. Sin duda el conocimiento de los nativos americanos sigue al día de hoy inspirándonos con sus reflexiones, capaces siempre de favorecer en nosotros un valioso despertar.
Para ellos, el amor genuino no lleva cadenas sino que une dos personalidades en un mismo proyecto sin que ninguno pierda su propia identidad.
En el complejo reto de afianzar una relación de pareja estable, feliz y enriquecedora es necesario equilibrar fuerzas y principalmente, espacios. De ese modo debemos crear una alquimia donde “ser uno sin dejar de ser dos”. Así lo sugería de forma tan certera, Erich Seligmann Fromm, destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista.
Conservar el territorio de la identidad, la autoestima y ese jardín privado donde habitan los sueños. Todo aquello que nos define.
En definitiva, muchas veces cometemos el error de ordenar mal las preguntas. Primero deberíamos saber hacia dónde vamos y más tarde con quién nos gustaría compartir el camino de nuestra vida.
Por
Susana Breska Sisterna
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