No existe sensación más grata que sentirse “en casa”, protegido, confortable, en paz e invulnerable. Así se sintió el DJ obereño Norman Oswald en Ciudad de México, el rincón en el mundo que escogió para formar su familia y desarrollarse profesionalmente. Con sólo 35 años, tiene mil anécdotas para contar, incluso haber vivido en carne propia el sismo que sacudió a México en 2017.
En una charla con Ko´ ape, recordó que dejó la Capital del Monte cuando tenía veinte años para estudiar música y buscar su futuro en Buenos Aires, hasta que en 2010, siendo DJ productor surgió la posibilidad de viajar a este país de América del Norte para ser parte de un evento. Y no sólo disfrutó de la calidez del pueblo mexicano, sino que también conoció a su actual esposa, Nayeli. La vida los juntó pero decidieron que la capital argentina sería su lugar de residencia.
Aunque el amor por México estaba latente, “fue muy loco porque allí me sentí en casa de nuevo, salir de Oberá e ir a Buenos Aires lo hizo todo muy diferente, parece que uno siempre se siente como extranjero, aunque sea en el mismo país, allá me sentí como si estuviera en mi ciudad, es algo muy sensorial, en 2015 se dio la oportunidad y regresamos a vivir definitivamente en Ciudad de México”, recordó el DJ.
Y reconoció que “el cambio fue increíble, cuando dejé Oberá había, creo, 80 mil habitantes, llegar a una ciudad de más de 20 millones, donde podés estar una hora y media dando vueltas sin salir de la ciudad, subir a una terraza y ver al horizonte solamente luces, y luego llegar a un lugar donde la gente es sumamente cálida, amistosa fue increíble” y agregó que “pensé que iba a ser difícil ser inmigrante, pero totalmente lo opuesto, me abrieron las puertas, en los cuatro años que llevamos viviendo aquí crecí lo que no pude en diez años, es un lugar increíble”.
Además, describió que “cada pueblo tiene su comida diferente, su cultura, es uno de los países con más variedad de lenguajes autóctonos; y en medio la posibilidad de vivir también un poco en la adrenalina, no sólo de la ciudad que tiene un ritmo acelerado, sino estar al lado de un volcán activo, en una zona sísmica, pude vivir aquí cosas increíbles que no había pasado en mi vida, también fue un lugar donde pude aprender un montón, te das cuenta el nivel de supervivencia que tiene una persona al salir de su círculo de comodidad y la verdad que estoy muy agradecido a todo”.
“No sé si existe una barrera cultural, sino al contrario, es como cosas que todo te une, todo siempre termina en algún chiste, porque acá hay palabras que son diferentes, otras que suenan como groseras allá son normales, entonces siempre hay un toque de humor en las conversaciones”, dijo.
“En lo personal, irme de mi país, de mi lugar, aunque amo y sé de dónde vengo y nunca me olvido, me llevó a pensar en mis antepasados, la gente que huyó de la guerra, mis bis abuelos, yendo a un lugar desconocido y cómo hicieron crecer, prosperar una ciudad, lo entiendo ahora siendo alguien que emigra, entonces estoy muy feliz, muy contento y cuando tenemos oportunidad visitamos a nuestros amigos en Argentina, sin dejar de tener presente que aquí encontramos una conexión, diría casi cósmica”, confesó.
19 de septiembre
El 19 de septiembre de 1985 México vivió el más destructivo sismo en su historia, desde entonces, en esa fecha se lleva a cabo un simulacro nacional. Suenan las alarmas y, ordenadamente, se evacúan los edificios. Nada predecía en 2017 sería diferente.
“Estaba en la oficina donde trabajo, en la Colina Condesa, una zona céntrica, como decir Palermo en Buenos Aires, moderna, todos sabemos que a las 11 habrá simulacro, entonces nos preparamos, cuando suenan las alertas bajamos de manera ordenada por las escaleras de emergencias, nos ponemos en un punto de reunión que ya está preestablecido y salimos. Todo fue normal. Volvimos a las oficinas, todo estaba en orden y cada uno se puso a hacer sus actividades, a las 13, dos horas después, siento que el piso comienza a ondularse, como si estuviera en una cama elástica, se me hizo rarísimo, tus sentidos ‘reptilianos’ te dicen que algo pasa, entonces lo primero que hice fue mirar a un mexicano para ver qué reacción tenía, todos estaban con los ojos grandes, aterrados, fueron segundos, y cuando me quiero levantar, no puedo, me tambaleo de un lado a otro, empezamos a correr, aunque nunca sonó un alerta hasta que comenzó a sacudirse el edificio”, memoró el obereño.
“Salimos como pudimos, el sacudón era tan fuerte que te tiraba de un lado al otro, literalmente, como si fueses un poroto dentro de una maraca. Los brigadistas traían los chalecos, por el simulacro, estábamos preparados, nos dijeron que repleguemos, que es pegarse a una pared, a un poste del edificio, porque no llegamos a salir; se veía a los autos saltar en el lugar en los estacionamientos intermedios que hay en el edificio”, añadió.
“No entendés nada, estás como en shock, además era algo como es broma, está temblando el día que se conmemora el temblor más grande de México, tu cerebro no podía procesar eso; salimos a la calle por una rampa de estacionamiento, nuestro edificio, moderno, preparado para estas cosas, estaba todo rajado; se dio atención médica, como hay muchas clínicas en la zona salió mucha gente en bata, descalza, había gente cortada, nuestra empresa está muy bien capacitada para estas situaciones”, contó y sumó que “lo primero que hice fue llamar a mi esposa, estaba bien y lo que quedaba era buscar a mis papás que habían venido de visita”.
“Lo único que veía era helicópteros, lo que te hace pensar en que esas películas del fin del mundo pueden ser verdad. Aquí toda la gente se vuelve igual en ese momento, todos estaban ayudando, sacando escombros. Tenía que ir a mi casa, caminé mucho, muchísimo, hasta que pude subir a un metrobus; mi esposa, mi suegra, que consiguió un taxi, también iban hacia allí por mis padres. A medida que me acercaba ya no había electricidad, línea de teléfono, Internet, pero respiré cuando abrí la puerta y los vi sentados. Habían estado en un shopping y lograron salir, ahí descansamos”, memoró.
E hizo hincapié en que “si bien hubo mucha gente afectada, en mí entorno no lo sufrimos. Pero la experiencia fue de las más impactantes de mi vida, hay un antes y un después cuando uno vive una tragedia, los meses siguientes fueron de entrenamientos, de simulacros, noches de dormir con miedo, dejábamos las ollas al borde de la mesa para que si se daba una réplica cayeran y nos despertaran. Va a volver a pasar, estamos seguros, no sabemos cuándo ni cómo, pero estamos preparados, acá te preparan mentalmente para esas situaciones”.
“Después de vivir esto vi la resistencia del ser humano, de los mexicanos, pensé que la ciudad iba a colapsar económicamente, pero a los dos o tres meses se empezaron a derrumbar los edificios que quedaron mal, eso también te da esperanza y uno no se echa para atrás, esto te da fuerzas para seguir adelante”, apuntó Norman.
“Fue muy loco, una experiencia inolvidable, ya con el tiempo uno vuelve a la normalidad”, finalizó.