De joven cuando conocí la canción de Arjona en la que parte de su letra dice: una mentira que te haga feliz vale más que una verdad que te amargue la vida, en aquel entonces ya me cuestionaba sobre lo que este cantautor nos quería enseñar a través de su canción.
Hoy, unos años después, con ideas más claras y sobre todo con conocimientos de cómo funciona nuestra vida y el protagonismo que podemos tener en ella si así lo queremos, veo con más fuerza cuán alejada de mis decisiones es lo que cantaba en aquella canción.
En la vida, una de las mayores bendiciones que tenemos es la de poder elegir, la libertad de elegir. Victor Frank en su libro cuenta que aún estando en los campos de concentración despojado de todo beneficio tenía una libertad que le era inquebrantable: elegir qué pensar. Nadie puede quitarnos la libertad de elegir. Aunque sí el que miente.
Y acá va mi refutación a la clásica letra que con tanta pasión habré cantado alguna vez. No elijo que me mientan, por el contrario, prefiero la verdad. Aunque duela, pero en la que pueda elegir y sea yo la protagonista de mi vida. Dentro de un mentira estamos presos, presos de lo que el otro o de lo que un ente o sistema quieren que haga.
Pensando en las relaciones por ejemplo, cuando una persona engaña a otra, no le da la libertad de elegir a quien está siendo engañado, no le da la libertad de saber y elegir si quiere o no ese triángulo amoroso. ¿Qué actitud estoy tomando frente a la vida mintiendo? ¿Qué me falta que no puedo vivir en la verdad?
De la mano de la libertad y la verdad viene de la valentía.
Sé de personas que aman la verdad, pero les falta valentía para decirla y escucharla. No hacen preguntas para no escuchar la verdad, encubren con mentiras sus argumentos escuetos y frágiles por no afrontar una idea que luego tienen que procesarla y tramitarla, como la vida propia. Sé de personas que no van al terapeuta por no enfrentar sus miedos y la verdad de sus síntomas cuales quiera que sean.
La valentía es como manejar, al principio quizás parezca algo difícil, riesgoso, que nos lleva a pensar si podré hacerlo. Y al cabo de varios intentos y practicar vamos tomando confianza en nosotros mismos y vemos cuan placentero es poder conducir, conducir nuestras vidas, y lo que es más fantástico, conducir nos lleva a otros lugares, lugares que podemos elegir, ya no dependemos de otro chofer.
La libertad, la verdad y la valentía son tres valores impagables, incomprables, pero que son gratis en la vida. Adquirirlos es sólo cuestión de decidir.
Siempre digo que no hay acto más solidario que la sinceridad, permitir al otro elegir frente a la realidad que se le ofrece. Sin dibujos, sin amenazas, sin entredichos, sin ilusiones, sin culpas. No es para todos, pero feliz de aquel valiente que puede ver y escuchar incluso lo que duele y abrazarlo para luego soltarlo.
Para crecer, para aprender, para volver a creer. Creer sabiendo que no hay fracasos, uno puede elegir cuando no hay mentiras, cuando no hay engaños. Feliz de aquel valiente que toma su vida y se plantea qué hacer con lo que le sucede sin esperar que algo suceda. Que escuche el que puede, que entienda el que quiere.
Colabora
Natalia de las Nieves
Coach y Terapeuta
Motivacional
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