La cancha de la discordia parece haber encontrado la solución que resultaba más razonable. Pocos días después de la publicación de PRIMERA EDICIÓN, donde se contó el conflicto entre los vecinos que residen frente a la cancha y los chicos que jugaban allí, varias personas trabajaron en el lugar para levantar el nivel del tejido.
Si bien los vecinos no pudieron especificar quién se ocupó de realizar el trabajo, lo que se presume es que fue el Instituto Juan Pablo el encargado de desarrollar el trabajo para que el conflicto en un predio que está bajo su administración no se prolongara.
La canchita, ubicada en esquina de Lassberg y Kolping, terreno que pertenece a la Municipalidad pero que fue cedido al Instituto Juan Pablo II para que los alumnos realicen sus prácticas de educación física, fue foco de conflicto entre vecinos pues los fines de semana, cuando la institución educativa no la usaba, jóvenes del barrio se juntaban para jugar al fútbol y hacían volar la pelota sobre las casas lindantes causando conflictos que llegaron a amenazas, invasión de la propiedad privada y hasta la intervención de la Policía.
Mientras los jóvenes denunciaban que había un vecino que no devolvía las pelotas, el residente acusaba que los pelotazos eran en horario de descanso y que golpeaban constantemente toda la casa causando no solamente molestia sino también daños.
Las pelotas retenidas por el denunciante eran entregadas en la Comisaría de donde eran retiradas por los jóvenes con el compromiso de que no se saliera del perímetro del campo de juego. Finalmente, en el sector de la cancha que da a las viviendas del conflicto, ahora luce una hermosa ampliación del tejido original, lo que minimiza las posibilidades de que la pelota salga de la cancha.
Se espera así que el conflicto finalice y que los jóvenes puedan seguir aprovechando este espacio público para el sano esparcimiento, mientras los vecinos también disfrutan de sus derechos en su hogar.