Otro año que llega a su ocaso y las personas parecen no tener tiempo para detenerse a contemplarlo. Ni siquiera se atreven a mirar por un momento lo que éste les dejó: un aprendizaje, un recuerdo o un deseo por cumplir.
Pasarán apresuradas y algunas se chocarán entre sí sin siquiera pedirse disculpas, algunas irán pensando en los regalos, en la ropa que lucirán en estas fiestas que se aproximan. Otros incluso estarán planificando el banquete para compartir con sus invitados y en un desbordante brindis que transformarán aquel momento en un encuentro de celebración.
En ese escenario, una feliz pareja se paseará por una plaza disfrutando de un rico mate y una agradable charla sin percatarse que sentados en el suelo una familia de tareferos le extenderá sus manos para mostrarle una pequeña caja de cartón.
En esa noche especial, los restaurantes y clubes se prepararán para recibir a una importante cantidad de familias, parejas y amigos, quienes vivirán una noche cargada de brindis, baile y alegría. Mientras tanto en otros hogares una madre junto a sus hijos, sacarán de adentro de un placad una larga caja cuyo interior estarán guardados un sinfín de luces de colores, una gran estrella y guirnaldas; y buscarán el mejor rincón de la casa para lucirlas y que todas las noches iluminen con sus intermitentes colores.
Por todo esto, se hace difícil no admirar el brillo y el misticismo que se vive en la ciudad en esta época, donde el espíritu navideño se puede sentir a través de los adornos que embellecen las esquinas, las plazas y marquesina con un abanico de distintas tonalidades de colores, junto a coros y villancicos que interpretarán canciones para mostrar la esencia de una fecha especial.
Sin embargo, hay otras almas que saldrán a buscar en estas vísperas algo más, y no sabrán dónde buscar o a quién preguntar, pero no se conformarán con que la Navidad sea sólo una celebración para recibir muestras de cariños y familiares reuniones anuales.
En esta época no todos tendrán motivos para celebrar: algunos buscarán en el desvelo, un refugio para soportar esas horas, otros mirarán con indiferencia esa noche especial, pero todas esas conductas serán válidas, porque los sentimientos son una fuerza que va más allá del juicio personal.
Ellos buscarán eso que no se puede comprar ni regalar, y tratarán de vivir una vigilia cargada de profundos sentimientos que van más allá de un brindis y una cena hogareña. Almas que se unirán a los pensamientos y sentimientos que eligen esta época para brillar. Ellos no necesitan un fastuoso árbol, una vidriera donde exhibirse o un regalo para sorprenderse.
Estas sensibles almas brindarán en silencio con otras que saldrán a su encuentro, en un ritual eterno que los une cada año. Buscan un momento para estar a solas y no ser molestados por estruendosos fuegos artificiales que solamente obnubilan a quienes se dejan encantar con resplandores artificiales.
Almas que buscarán en la oscuridad las estrellas más brillantes para hablar con ellas y estas en el titilar constante les responderán. En ese momento, el cielo se transformará en un gran árbol de navidad.
Algunos entenderán que detrás de estas fiestas siempre habrá algo más que se esconderá en los recuerdos y en cada noche especial, y en esa noche especial se presentarán en su eterno danzar. Un instante donde la media noche resplandecerá y será como aquella ilusión que llamamos: Un milagro de Navidad.
Por
Raúl Saucedo Periodista
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