En un mundo secularizado donde los ruidos aturden y las propuestas materialistas aparecen como la única posibilidad de alcanzar la tan ansiada felicidad, no siempre resulta fácil escuchar la voz de Dios. De ahí la importancia de este tiempo para agudizar nuestra escucha, poder conectarnos con nuestro mundo interior y con la gracia de Dios que siempre nos acompaña en la vida.
El anuncio del ángel Gabriel a la Virgen María nos recuerda que cada uno de nosotros somos parte de un plan divino donde somos instrumentos para que la voluntad y la misión de Dios se cumpla en esta tierra. Cada vez que nos disponemos a cumplir con la voluntad de Dios en la vida estamos permitiendo que la divinidad se encarne en nuestra humanidad.
Y Dios elige a toda persona de buena voluntad para que su plan de amor llegue al fiel cumplimiento.
El Adviento es un tiempo para contemplar la vida desde el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es reconocer la fuerza de Dios que está siempre detrás de tantas acciones humanas. Como en la vida de María, es Dios el que actúa, sembrando y recogiendo los frutos de su obra que solo exige nuestra disponibilidad. Por eso el Adviento es un momento especial para dejarnos conducir por la voluntad de Dios y permitir que Él nos use como sus instrumentos para cumplir su obra de Salvación.
Es por ello que María es el ejemplo perfecto de la obediencia a la voluntad de Dios al ser la persona que se dejó moldear por el plan amoroso de Dios, estando atenta a su voz y diciendo “si” a su voluntad. Es el fruto de la fe incondicional y la escucha atenta a la voz del Espíritu.
En este Adviento Ella es ejemplo de aceptación a la voluntad de Dios en nuestros tiempos, en los que se suele dar poca importancia a la parte espiritual.
María fue ejemplo de mujer que vivió las precariedades de la vida, la fragilidad del abandono de la sociedad de su tiempo, poca contención de los gobernantes de la época, viviendo la misma condición de un inmigrante, sin techo ni hogar, para enseñarnos a superar las adversidades y pruebas de la vida con la fortaleza que nos viene de Dios. Ella nos enseña a seguir caminando en la vida aun en medio de las oscuridades, dejando que la luz del Espíritu ilumine nuestros pasos.
María de Adviento es el prototipo de la espera gozosa. No sólo espera una mejora de su condición personal, sino que es capaz de soñar el gran cambio que aguarda la humanidad.
En la sencillez y humildad de su vida, contempla las maravillas de Dios meditando y guardándolas en su corazón. Vive una gran fidelidad cuidando con amor y generosidad al Hijo que Dios le regaló, dejando que Dios sea el centro de su hogar.
Este tiempo de Adviento es un llamado para vivir la espiritualidad Mariana del silencio, escucha atenta y una confianza plena en la divina providencia. Ella nos enseña a abrazar la cruz y superar los sufrimientos desde la fe y la oración. La Madre nos orienta para estar al servicio de la vida en todo momento y caminar al lado de la fragilidad que también contiene la gloria de Dios.
Que en este Adviento nuestra Madre María sea el ejemplo claro que nos ayude a vivir la vida de cada día, con una fe incondicional y el compromiso de fidelidad a Dios y al plan que Él tiene para cada uno de nosotros.
Que Dios bendiga este tiempo providencial de amor y confianza incondicional y que cada uno de nosotros no dejemos pasar esta oportunidad de conversión para que podamos decirle desde el fondo de nuestro corazón:
“Ven Señora que te esperamos”.
Escribe: P. Juan Rajimón
Misionero del Verbo Divino