En una bahía en la orilla del norte del lago de Lugano, rodeado por varias montañas de vistas panorámicas, encontramos a la ciudad homónima. El casco antiguo, cerrado al tráfico, los numerosos edificios al estilo lombardo, museos exclusivos, las montañas, el lago y un calendario repleto de espectáculos invitan a visitar y disfrutar la ciudad y del “dolce far niente”, a disfrutar de la vida y no hacer nada. Gracias al clima suave, Lugano es un popular destino de viajes porque además representa la huella de lo italiano.
La capital financiera del cantón de Tesino, desprende por todos sus poros un aroma italiano. A orillas de su famoso lago, también llamado Ceresio, la ciudad disfruta de un gran potencial económico, con más de 70 instituciones bancarias diferentes, y de una excepcional calidad de vida.
Ícono indiscutible
El lago de Lugano es el ícono de la región. Recorriendo toda la bahía hasta Paradiso se encuentra Lungolago, un largo paseo salpicado de embarcaderos, tilos con excelentes sombras para caminar y una vía urbana de tres kilómetros y medio que se convierte en todo un espectáculo por los numerosos coches deportivos de lujo que circulan por ella.
Los luganeses comparan esta media luna con la de Rio de Janeiro, sobre todo si se divisa por la noche desde el mirador del Monte Brè (925 m.) con una fantástica vista de todo Lugano y el Monte Salvatore, el “Pan de Azúcar” de la ciudad con sus 912 metros de altura.
Caminar sus calles
En el interior de la ciudad, la Piazza della Reforma es el corazón y el escenario del famoso festival de jazz que se celebra todos los veranos. En esta histórica plaza destaca su Ayuntamiento neoclásico y algunas de las viejas casas de pescadores convertidas hoy en restaurantes y trattorias.
Sus dos monumentos más antiguos son la austera Catedral de San Lorenzo, de 1517, y la Iglesia de Santa María de los Ángeles, con una joya excepcional: “La pasión y crucifixión de Cristo”, obra del discípulo de Leonardo da Vinci, Bernardini Luini, que es el fresco renacentista más grande que se puede disfrutar hoy en Suiza.
Via Nassa es la calle peatonal de las firmas de lujo en joyas, relojes y ropa. Un paraíso para el “shopping” de alta gama, para quien se lo pueda permitir.
En dirección contraria, hacia el Monte Brè y tras dejar la estatua dedicada a Guillermo Tell, el paseo conduce al Parco Civico, otro símbolo de la ciudad con sus 60.000 metros cuadrados de jardines repletos de magnolias y camelias, donde la protagonista es también la palmera.
Villa Favorita, la huella de los Thyssen
Unidos al parque están el Lido con sus piscinas y la playa de arena fina que luce todo su esplendor en los meses cálidos y Castagnola, el elegante barrio de las familias más pudientes donde brilla Villa Favorita, la antigua residencia y museo de la colección de los Barones Thyssen.
Esta villa suele ser la primera atracción que los turistas divisan desde los numerosos barcos que recorren el lago de Lugano, el más pequeño de los tres existentes en la zona (se sitúa entre los de Como y Maggiore), pero con una original forma de pulpo con varios “tentáculos” que alcanzan pueblos y suelo ya italianos.
Siguiendo su orilla vale la pena acercarse hasta la pequeña villa de pescadores de Gandria, pueblo donde la belleza de sus casas caídas en picada hacia el agua recuerda al encanto mediterráneo de Italia.
Así que ya lo sabe, adéntrese en la ciudad y visite sus iglesias, sus catedrales y su expresivas y coloridas plazas, saboree algún plato típico cocinado a fuego lento, navegue en barco por el lago o pase el día bañándose en la piscina olímpica del puerto. ¡Buen viaje!