Trece candidatos fueron designados en las convenciones partidarias que concluyeron el fin de semana, para disputar el 7 de octubre (con una eventual segunda vuelta el 28) la sucesión del presidente conservador Michel Temer.
Su misión será despertar cierto entusiasmo después de un mandato marcado por los escándalos de corrupción, la crisis económica y el impeachment en 2016 de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, acusada de manipular las cuentas públicas.
Ocho de los trece candidatos participarán en el debate de TV Bandeirantes, de Sao Paulo. Cuatro quedaron afuera por no disponer de bancadas de al menos cinco legisladores.
Lula, por su lado, no podrá participar por determinación de una jueza que rehusó un pedido para que el exmandatario de izquierda (2003-2010) comparezca por videoconferencia desde la celda de Curitiba (sur) donde purga desde abril una pena de 12 años de cárcel por corrupción.
¿Silla vacía?
La TV Bandeirantes no ha respondido hasta ahora al pedido del Partido de los Trabajadores (PT) de que la ausencia de su líder histórico quede plasmada en el plató con una silla vacía o que pueda delegar su participación en su candidato a vicepresidente, el exalcalde de Sao Paulo Fernando Haddad.
La candidatura de Lula será con toda probabilidad invalidada, dado que la legislación brasileña determina que una persona condenada en segunda instancia, como es su caso, está inhabilitada para presentarse a cargos electivos.
Pero el PT prevé inscribirla el 15 de agosto, último día del plazo legal, en un marco de movilizaciones populares.
Los participantes serán entonces el ultraderechista Jair Bolsonaro (PSL), la ambientalista Marina Silva (Rede), el exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin (PSDB, centro-derecha), el centro-izquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT); el exbanquero Henrique Meirelles (MDB, el partido de Temer); el izquierdista Guilherme Boulos (PSOL), Álvaro Dias (Podemos, centro) y Cabo Daciolo (Patriota, derecha).
Los debates, junto con el tiempo de propaganda gratuita de radio y televisión, a partir del 31 de agosto, y los fondos electorales que se distribuyen según el tamaño de los partidos o las coaliciones, son claves para el desempeño de los candidatos.
Los financiamientos empresariales están prohibidos y los aportes personales limitados, en función de la legislación aprobada como respuesta a los escándalos que en los últimos años sacudieron los cimientos de la democracia brasileña, como el de la Operación Lava Jato, que descubrió una enorme red de sobornos centrada en la estatal Petrobras.
En los comicios de octubre se elegirá también a los 27 gobernadores, a los 513 diputados y a dos tercios de los 81 senadores brasileños.
“Muy pesimistas”
Una encuesta divulgada este mes por la Confederación Nacional de Industrias (CNI) revela que un 45% los brasileños se declaran “pesimistas o muy pesimistas” respecto a las elecciones y que un 33% de los votantes votarían en blanco.
Otros dos sondeos muestran que de un 33% a un 41% de los electores están tentados por la abstención, pese a que el voto es obligatorio en Brasil.
La crisis y las intrigas erosionaron en los últimos días la hegemonía de las fuerzas que dominaron las pugnas políticas en los últimos 24 años, el PT de Lula y el PSDB de Alckmin, con el apoyo del MDB de Temer, imprescindible para formar mayorías en el Congreso.
Pero en su lugar, “a la inversa de lo que ocurre en otros países, no han aparecido en Brasil liderazgos nuevos que pudieran surfear la ola de descontento popular”, explica a la AFP el politólogo Matías Spektor. “El sistema político brasileño sigue generando mucha frustración“, agrega.
Para Thiago Vidal, politólogo de la consultora Prospectiva, Bolsonaro y Marina Silva -que en ausencia de Lula encabezan las encuestas- capitalizan el descontento, con discursos “muy centrados a la insatisfacción social, en temas socioeconómicos como la corrupción y [en el caso de Bolsonaro] en la violencia en los grandes centros urbanos”.
Bolsonaro, un excapitán del Ejército, a quien los sondeos le aseguran hasta ahora su presencia en la segunda vuelta, reivindica además la época de la dictadura militar (1964-1985).
A dos meses de los comicios, William Santana, un gerente comercial de 32 anos, todavía no ha decidido si votará.
“Estoy analizando quién sería el menos peor. Necesitamos ver un cambio. Alguien que nos dé luz y que por lo menos haga lo básico: cortar urgentemente esta corrupción que se ha convertido en algo cultural”, explica a la AFP en una calle de Brasilia.
Fuente: AFP-NA