Tiempo atrás caminaba por el sendero de la vida y encontré un letrero que decía: La Tienda de los Ángeles. Me acerqué a la puerta y se abrió lentamente. Cuando me dí cuenta, ya estaba adentro.Ví muchos ángeles parados por todas partes. Uno de ellos me entregó una canasta y me dijo: Elige tranquila, todo lo que un buen hijo de Dios necesita se encuentra en la tienda.Primero compré paciencia. Luego, vi que al amor estaba en la misma fila y también lo tomé. Más abajo había comprensión, que siempre se necesita. Compré dos cajas de sabiduría y dos bolsas de fe. Me llamó la atención el empaque del perdón y decidí llevar seis o siete de ellos.En otros estantes me detuve a comprar: fuerza y coraje para ayudarme en esta carrera de la vida. Cuando ya tenía la canasta llena, recordé que necesitaba un poco de gracias. Tampoco me podía olvidar de la salvación que ese día la ofrecían gratis.Caminé hasta la caja para pagar mi cuenta, pues creí que tenía todo lo que necesitaba.Al lado de la caja vi la oración y la puse en un rincón de mi canasta, pues sabía que apenas dejara el lugar la iba a utilizar. La paz y la felicidad estaban en los estantes pequeños y tomé también cada una.La alegría colgaba del techo y arranqué una para mi.Llegué al cajero y le pregunté ¿Cuánto le debo? Con una amplia sonrisa, me contestó: “El Señor ya pago tu cuenta… hace mucho, mucho tiempo”.No se trata de vivir mucho sino de hacerlo intensamente junto con nuestros ángeles y guias. Una de las maneras es defender con el alma lo que amamos. Tener lo que hay que tener. Y ponerlos sobre la mesa aún a riesgo de que alguien le pegue un terrible martillazo, imagen que duele de solo escribirla. Pero la vida es damasiado hermosa como para vivirla agachado, solo con la guia de los seres alados siempre y saber que está todo en orden divino, con un plan establecido, solo ser feliz. Colabora: María Ysabel [email protected]én en FB.0376-4275189





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