A exactamente dos días de la vigencia del nuevo signo monetario argentino, el movimiento comercial de la capital de la provincia no muestra signos de haberse visto alterado por el cambio.Pocos negocios exhiben en las vidrieras los precios convertidos en pesos y todavía no ha aparecido el consumidor pionero que haya pagado sus compras con la nueva moneda (algo que, además, hubiera resultado muy difícil de concretar, sobre todo si se tiene en cuenta que aún no ha llegado a los bancos la partida de los recién impresos billetes).La mayoría de los comercios exponen sus productos con el precio en australes; otros también se siguen guiando por la antigua moneda pero con una variante: colocan los primeros dígitos de la cifra en cuestión y luego agregan la palabra mil. Algunos supermercados, en tanto, adoptan la cómoda medida de tachar dos ceros y poner una coma en el lugar correspondiente.A esta confusa situación, se suma el hecho de que algunas casas comerciales no indican de qué tipo de moneda se trata cuando -por ejemplo- cotizan un producto en 150 (¿150 pesos o 150 mil australes?).Los dependientes consultados acerca de la evidente demora en ponerse a tono con la nueva divisa, argumentaron que el austral aún tiene vigencia "para rato" y que en la mayoría de los negocios las etiquetas son las mismas que antes.Los supermercados que ostentan los nuevos precios lo hacen llamativamente, como para no permitir que el cambio resulte inadvertido. La gente, en tanto, mira los carteles y hace el cálculo correspondiente. Algunos confiesan que les cuesta acostumbrarse a la nueva forma de expresar los precios y que constituye todo un "trabajito" hacer la cuenta. "Tengo que mirar, pensar, colocar el punto y los dos ceros más", dice Marta al referirse a su modo de "leer" los flamantes carteles. Otros en cambio aflrman no tener problema con la variación monetaria, ya que el estrenado peso vale -hasta ahora- igual que el dolar.Consecuencias no deseadas (o sí)Una de las consecuencias que podría acarrear la adopción de una moneda cuya unidad equivale a 10.000 de la anterior es el famoso "ajuste por redondeo". La incomodidad de utilizar los centavos podría provocar en los comerciantes la tendencia de redondear los precios, pero -obviamente- hacia arriba. A quienes seguramente no afectará el "ajuste por redondeo" es a los empresarios transportistas y/o conductores de ómnibus, acostumbrados a quedarse con el vuelto cuando alguno de los pasajeros entrega 4 billetes de mil y no los 3.900 australes ($0,39) que establece la ordenanza.Y existe también otro peligro para los consumidores: el impacto psicológico que produce la reducción de ceros y el alto valor del nuevo signo monetario puede empujar a los vendedores a aumentar los valores sin que el producto aparezca como caro. ¿Es acaso caro algo que cuesta apenas 1 peso. aunque antes se haya valuado en 8.500 australes?Por lo pronto, lo que se puede constatar en algunas despensas es la negativa a recibir los billetes de cien australes con la argumentación de que ya no tienen validez. (Nota completa publicada el viernes 3 de enero de 1992)





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