CIUDAD DEL VATICANO, Santa Sede (Agencias y diarios digitales). Benedicto XVI, de natural tímido y discreto, dio hace un año al mundo su lección “más revolucionaria” al anunciar, en plenas facultades mentales, su renuncia al pontificado por su edad avanzada y la falta de fuerzas “para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.Durante un consistorio de cardenales Benedicto XVI, entonces de 85 años, explicó que “para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”, según se pronunció en latín.Además de la cascada de escándalos en el seno de la Iglesia que se sucedieron durante su pontificado, como buen sajón y con la humildad que siempre ha caracterizado al que los expertos consideran el mejor teólogo católico vivo, Benedicto XVI soportó con estoicismo 24 largos viajes plagados de actos e interminables ceremonias litúrgicas ataviado con pesadas mitras y casullas.Unos ropajes, muchos de ellos centenarios, que ha desechado el papa Francisco nada más inaugurar su pontificado.En sus últimas apariciones a nadie se le escapaba que Benedicto XVI estaba agotado, apenas lograba caminar, debía ser sujetado por dos sacerdotes para subir o bajar los escalones del altar de San Pedro, hasta la lectura de sus bellas homilías o los saludos en ocho idiomas tras El Ángelus delataban una voz arrastrada y temblorosa.La timidez y el cansancio de Benedicto XVI, no le restó lucidez ni fuerza para dar el paso calificado de “revolucionario” al entregar el papado casi ocho años después ser elegido, el 19 de abril de 2005, como 265 sucesor de San Pedro, tras la muerte de Juan Pablo II.El portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi aseguró ese día que el papa era muy consciente de su decisión, que no habían influido temas como los escándalos de curas pederastas, sino al contrario, cuando arreciaban estos escándalos ya señaló (el papa) que un pastor “nunca huye ante los lobos y deja el rebaño solo”.Ninguna enfermedad, agregó, ha llevado a Benedicto XVI a renunciar al pontificado, aunque reconoció que en los últimos meses habían disminuido en él las fuerzas físicas, “algo normal en personas con esa edad”.El lunes el portavoz jesuita explicó que la decisión Benedicto XVI la tomó “con una gran preparación desde el punto de vista de la reflexión y la oración y con gran valor porque, efectivamente, al ser una decisión inusual podrían haber surgido problemas o dudas sobre su significado, consecuencias para el futuro o cómo lo recibiría el pueblo de Dios o la opinión pública”.La lección de Benedicto XVI provocó un terremoto más potente que cientos de encíclicas.Un gesto, el de Benedicto, que fue interpretado por los analistas, como “revolucionario” y como un “acto de rebelión” con el mensaje de que el único camino a recorrer era el de intervenir con coraje y en profundidad en el cuerpo enfermo de la Iglesia.Y que para cambiar el curso de la cosas era necesario reescribir el final y, de algún modo, vencer a la muerte, no esperarla.Como aseguró Lombardi, Benedicto no estaba enfermo, “sí lo estaba la Iglesia y los hombres de la Iglesia, la Curia, a los que el papa imploró para que actuasen, cambiasen, regresaran al camino del mensaje de Cristo”, refirió a Efe un alto cargo de la Curia que prefirió no desvelar su nombre.Pero el papa no fue apoyado con la fuerza necesaria en este camino, “es más, fue dejado solo en primer lugar por la Curia”, agregó.Las claras indicaciones de Ratzinger a la Curia no fueron respondidas con los actos consiguientes. “Luchó y cómo luchó, Benedicto, -refirió la autoridad eclesiástica- por eso, su renuncia se puede leer como un acto de rebelión, un acontecimiento revolucionario”.Y así ha quedado -dijo- el gesto del papa emérito, en la línea de las enseñanzas del primer revolucionario descrito en el Evangelio: Jesús.Para el analista Giuliano Ferrara, que escribió entonces el artículo “Pequeño, gran papa” en la revista Panorama, el papa que emprendió la guerra contra el relativismo cultural y moral hizo el gesto de “relativizarse” a sí mismo para brindar a la Iglesia una dirección fuerte que combatiera todos sus males.Un grito de rebelión y de humildad, como humilde fue la decisión del papa emérito de permanecer “oculto al mundo” y lejos del cónclave que elegiría a su sucesor en la residencia estival de los pontífices de Castel Gandolfo, a unos treinta kilómetros de Roma, que tanto disfrutó y amó. Los méritos le llegantardeUn año después de su histórica renuncia, el papa emérito Benedicto XVI se está ganando los méritos que no le reconocían durante su papado gracias a una actitud no intrusiva y un apoyo leal a su sucesor argentino, Francisco.Cuando el alemán Joseph Ratzinger leyó en latín su renuncia tras ocho años de pontificado, se abría una nueva página para la Iglesia católica.El sorprendente anuncio ponía fin a un papado marcado por abrumadoras denuncias por corrupción, pedofilia e intrigas internas e inclusive la filtración de documentos reservados robados de su propio escritorio. “La renuncia de Benedicto XVI fue un gran acto de gobierno”, comentó el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano desde la época del papa alemán.Fue un acto “realizado con gran profundidad espiritual, gran preparación y gran valentía porque al ser una decisión inédita, planteaba todo tipo de problemas y dudas”, reconoció el religioso la víspera del aniversario. Un año después de ese gesto, que sorprendió a creyentes y laicos, teólogos, expertos y vaticanistas analizaron el alcance de la renuncia.“Estoy convencido de que la Historia dará un juicio que será diferente del que a menudo se ha escrito en los últimos años de su pontificado”, comentó a la prensa italiana el arzobispo y teólogo Georg Ganswein, secretario de Benedicto XVI y jefe de la Casa Pontificia de Francisco, el “puente” entre los dos papas, que viven dentro del Vaticano, separados sólo por inmensos jardines.Según fuentes vaticanas, muchos de los errores que se atribuyen al papa alemán pueden a
djudicarse a la maquinaria interna, a una Curia romana ineficiente y concentrada en intrigas por el poder.Benedicto XVI causó, por ejemplo, una gran controversia con sus declaraciones de Ratisbona (Alemania) en 2006, que provocaron una ola de indignación y muertes en el mundo musulmán.“Ese discurso tenía que ser revisado por la Secretaría de Estado, que conoce las sensibilidades y problemáticas internacionales”, comentó una fuente que pidió el anonimato.Dos papas amigosAislado del “mundanal ruido”, como anunció antes de abandonar el trono de Pedro, Benedicto XVI ha aparecido públicamente en este último año con el papa Francisco tan sólo cuatro veces.“Ha cumplido con lo que prometió, no ha interferido”, comentó el obispo colombiano Octavio Ruiz, secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, quien reconoce que no reinan dos papas en el Vaticano.“Se escriben, se llaman por teléfono, conversan y se invitan mutuamente”, contó Ganswein al describir la relación personal que han establecido los dos pontífices.Tras recuperar fuerzas y buen humor, el papa emérito se dedica a la lectura, escribe y no se descarta que el 27 de abril participe en la ceremonia de canonización de Juan XXIII (1958-1963) y Juan Pablo II (1978-2005), con el que trabajó como prefecto de la Doctrina de la Fe y guardián del dogma durante 23 años.“Mi única y última tarea es sostener con la oración el pontificado de Francisco”, escribió en enero el papa alemán en una carta enviada al teólogo progresista suizo Hans Kung, en la que recalca que comparte con el papa argentino “una gran identidad de puntos de vista”.Tras disipar posibles conflictos y rivalidades con su predecesor, Francisco, con una personalidad extrovertida y diez años menor que Benedicto XVI (87 años en abril), marca la pauta, rompe moldes con sus gestos e intenta encarar los desafíos de la Iglesia para recuperar prestigio y conectarse con el mundo de hoy.Al cabo de un año de una convivencia inédita en la historia reciente, se ha mantenido la continuidad doctrinal pero ha cambiado el estilo de dirigir la Iglesia.Austeridad, sencillez, lenguaje directo son algunos de los rasgos que han caracterizado los primeros meses de gobierno del primer papa jesuita y latinoamericano, que intenta cambiar la Iglesia con una especie de revolución pacífica. Al intelectual, al hombre de ideas, le ha seguido un hombre de acción, de gestos, pero que hasta ahora, en la sustancia, ha dicho lo mismo que su predecesor.





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