Durante décadas, la lógica productiva en muchas chacras de Misiones estuvo basada en un solo cultivo: tabaco, yerba mate, té o forestación. Fue un modelo que, en otros tiempos, permitió sostener ingresos relativamente estables. Hoy esa ecuación dejó de ser viable.
La combinación de precios bajos de la materia prima, aumento constante de los costos y crisis generalizada de las economías regionales expuso con crudeza que depender de un solo producto ya no alcanza para sostener a una familia rural.
La rentabilidad se fue achicando año tras año. El valor que recibe el productor por su cosecha muchas veces no cubre ni siquiera los costos directos de producción. A eso se suma la incertidumbre climática, la inestabilidad del mercado, el encarecimiento del gasoil, los insumos dolarizados y la presión impositiva. El resultado es un escenario donde cada zafra se convierte en una apuesta de alto riesgo.
Frente a ese contexto, la diversificación productiva pasó de ser una alternativa a convertirse en una estrategia de supervivencia. Así lo entienden cada vez más productores que comenzaron a transformar sus chacras en verdaderos sistemas multiproductivos: combinan cultivos, incorporan agregado de valor y venden de manera directa para mejorar sus ingresos.
Ese camino está respaldado en Misiones por la Ley de Impulso Integral de las Chacras Multiproductivas, una herramienta que promueve la diversificación, la soberanía alimentaria, el arraigo rural y la generación de empleo en el propio territorio. La norma fomenta la producción de alimentos, la transformación local de materias primas y el fortalecimiento de los pequeños productores frente a los vaivenes del mercado.
Cómo diversificar
En la provincia, una chacra promedio ronda las 25 hectáreas, superficie suficiente para desarrollar un esquema mixto que permita generar ingresos durante todo el año y amortiguar las crisis de los precios internacionales.
Un ejemplo posible de diversificación incluye:
- Yerba mate o té en 6 a 8 hectáreas, como cultivo de base y de ingreso anual.
- Huerta intensiva diversificada (zapallo, mandioca, batata, maíz, verduras de hoja) en 2 a 3 hectáreas, con rotación permanente y salida rápida.
- Frutales tropicales y cítricos (banano, ananá, palta, naranja, pomelo) en otras 2 o 3 hectáreas.
- Cría de animales menores: pollos camperos, gallinas ponedoras, cerdos o cabras, que permiten generar carne, huevos y subproductos durante todo el año.
- Producción apícola aprovechando la biodiversidad del monte, con miel, propóleos y cera.
- Pequeña piscicultura en tajamares, como tilapia o pacú. Forestación de ciclo corto (eucalipto, pino) para asegurar un ingreso a mediano plazo.
Este esquema permite distribuir el riesgo: si falla un rubro, los otros sostienen el ingreso familiar. Además, habilita distintas temporadas de venta y diversifica la relación con el mercado.
El valor del agregado de valor
La clave no está solo en producir, sino en transformar lo que se produce. La venta de materia prima sin procesar es el eslabón más débil de la cadena. En cambio, el agregado de valor multiplica el ingreso:
- Quesos, dulces, mermeladas y encurtidos.
- Harina de mandioca, chipas, panificados.
- Pollos faenados, embutidos caseros, cortes porcinos.
- Miel fraccionada, escabeches, conservas.
Con una pequeña sala de elaboración, el productor ya no depende del precio impuesto por intermediarios, sino que pone su propio precio en el mercado.
Venta directa al consumidor
Otro cambio clave es el canal de comercialización. Las ferias francas, mercados concentradores, ventas por redes sociales y entregas a domicilio permitieron acortar la cadena entre el productor y el consumidor. Esto beneficia a ambos: el cliente paga menos que en un comercio tradicional y el colono cobra mucho más que vendiendo a un mayorista.
En muchos casos, la venta directa permite duplicar o triplicar el ingreso por un mismo producto. Donde antes la mandioca se vendía como raíz a precio de remate, hoy se comercializa como harina, chipa o alimento procesado.
Menos dependencia
La diversificación no solo mejora los ingresos: genera más trabajo en la chacra, fortalece el arraigo familiar y reduce la dependencia de un solo cultivo y de un solo mercado. También impulsa a que los hijos encuentren oportunidades para quedarse en el campo, en lugar de migrar a las ciudades.
La crisis de las economías regionales expuso los límites del viejo modelo. Hoy, la chacra que sobrevive no es la que más superficie tiene, sino la que mejor se adapta, más diversifica, agrega valor y vende de manera inteligente. En ese camino, Misiones apuesta a un perfil productivo más resiliente, con pequeños productores como protagonistas de una nueva ruralidad.





