El mapa del consumo en Argentina está experimentando una reconfiguración significativa en esta segunda mitad del 2025. Tras un 2024 marcado por pérdidas históricas en el poder adquisitivo, los últimos meses trajeron un alivio moderado, pero desigual.
El fenómeno más destacado de este ciclo no es solo el leve repunte de las ventas, sino dónde se están realizando esas compras: los supermercados de barrio lograron capitalizar la estabilidad económica reciente mucho mejor que las grandes cadenas de retail.
De acuerdo a los últimos relevamientos de las principales consultoras del sector, octubre dejó un saldo positivo pero austero. Las ventas de productos de la canasta básica (alimentos, bebidas, artículos de tocador y limpieza) registraron pequeñas subas. Si bien estos números verdes no alcanzan para compensar el derrumbe acumulado durante 2024, confirma un cambio de tendencia.
Sin embargo, el dato más llamativo que arrojan los informes es que se profundizó la brecha entre las grandes cadenas y los pequeños comercios. Mientras las grandes superficies luchan por mantener sus volúmenes de venta, los autoservicios y almacenes barriales comenzaron a mostrar una dinámica de recuperación más ágil, impulsada por una gestión más directa de las ofertas y la cercanía con el vecino.
Los números de la recuperación
El panorama nacional muestra signos vitales que eran impensados a principios de año. Al respecto, la consultora Scentia brindó datos precisos sobre este comportamiento: en octubre, el consumo masivo registró una suba interanual del 2,2%. Con este impulso, el acumulado de los primeros diez meses de 2025 marca un alza del 2,4%.
Estos datos no son aislados. Están en sintonía con la medición que realiza Nielsen, otra de las auditoras clave del mercado, que informó para el bimestre septiembre-octubre una mejora aún más notoria del 3,2% en las ventas de la canasta básica, coincidiendo en que el acumulado anual se sitúa en un 2,4% positivo.
Dos realidades frente al mostrador
En la provincia de Misiones, la tendencia nacional se replica, pero con matices propios de una economía de frontera. PRIMERA EDICIÓN dialogó con referentes locales del sector, revelando un escenario dual: por un lado, el supermercado de barrio que aprovecha la estabilidad para lanzar ofertas; y por el otro, el pequeño almacén que recurre a la venta fraccionada y la libreta para sostener el consumo de subsistencia.
En una conversación con este Diario, Nelson Lukowski, referente del sector de supermercados de barrio de Posadas, ofreció un análisis detallado. Según indicó, el año tuvo altibajos marcados por una retracción visible desde julio, afectada por el comercio de frontera.
No obstante, hubo un factor estabilizador clave: “Desde que el dólar alcanzó los $1.500, esa fuga de consumo disminuyó de cierta manera”, explicó.
En ese sentido, la clave del éxito reciente sobre las grandes cadenas radica en la agilidad. A diferencia de las multinacionales, el comerciante local utilizó la estabilidad de precios a su favor.
“Todo depende de la estrategia de venta del comerciante. Como sabe que cuando llegue fin de mes y tenga que reponer su stock no va a haber variaciones -o al menos no las va a tener a precios más altos-, comienza a sacar ofertas y a realizar la compra para renovar con descuentos”, detalló Lukowski.
Además, destacó que actualmente existen muchas bonificaciones de proveedores por pago contado o volumen, y que esa ventaja se traslada al precio final: “Esta oportunidad el comerciante lo está volcando a sus clientes, entonces eso es lo que está justamente alentando a que en los supermercados de barrio estemos trabajando mejor”.
Sin embargo, en el eslabón más pequeño de la cadena, la situación es considerablemente más crítica. Ismael Ortigoza, presidente de la Cooperativa Almaceneros de Posadas, describió a Canal Doce un panorama de supervivencia donde las familias han modificado drásticamente sus hábitos.
Mientras el supermercado de barrio pelea con ofertas, el almacén pelea contra el cierre definitivo. Ortigoza afirmó que la crisis nacional golpea duro al sector: “Varios colegas ya alquilan su local porque dejaron de ser almaceneros, otros luchan por no cerrar”.
La diferencia de escala es palpable en el tipo de consumo. Desde la cooperativa alertaron que las familias vuelven a comprar productos sueltos y para el día. La antigua “libreta” reaparece como herramienta financiera informal.
“Cuando la gente cobra, lo primero que hace es venir a hacer las compras”, señaló Ortigoza, agregando que “los almaceneros vamos a salir de esta decadencia trabajando en familia y juntos”.
Finalmente, el contraste es claro: el supermercado gestiona stock; el almacén gestiona la diaria. Ortigoza alertó que la compra de productos sueltos crece, con ventas fraccionadas de harina y otros insumos básicos.
“Es como hace 50 años. La gente hace lo que puede, tienen que comer”, graficó, describiendo un escenario donde “hay un parate total, nos reunimos entre varios almaceneros y vemos muchos amigos nuestros que no venden nada y no pueden pagar la luz”.





