Misiones se ubicó en el grupo de jurisdicciones con menor proporción de trabajadores que realizan aportes previsionales mediante el régimen de Monotributo. Los datos del segundo trimestre de 2025 elaborados por el IERAL, en base a la ANSeS y la EPH del INDEC, muestran que apenas el 6% de los ocupados en la provincia está registrado bajo esta modalidad. La cifra se encuentra claramente por debajo del promedio nacional, que se ubica en el 10%, y posiciona la tierra colorada en la franja baja del ranking junto a otras provincias del norte del país.
El informe, elaborado por Laura Caullo y Guadalupe Galíndez, describe la situación local dentro de un análisis más amplio sobre la dinámica contributiva del Monotributo, un régimen que cumple 27 años desde su creación en 1998. Su funcionamiento, percepciones, límites y efectos previsionales son el marco que permite entender por qué su incidencia es tan reducida en Misiones.
Baja presencia
Según el relevamiento del IERAL, Misiones comparte el segmento inferior del país junto con Formosa (6%), San Juan (5%), Chaco (5%), Salta (5%), Catamarca (5%), La Rioja (4%), Jujuy (4%), Santiago del Estero (4%) y Tucumán (3%). Para las autoras, estos valores reflejan mercados laborales donde el problema no es la debilidad contributiva del monotributo, sino la alta informalidad y la “menor densidad de actividades profesionales o de comercio formal de pequeña escala”, lo que limita el alcance del régimen. En contraste, las provincias del centro y la Patagonia exhiben un mayor peso del monotributo como mecanismo de formalidad de bajo costo.
En el caso de Misiones, la escasa adhesión implica una menor base contributiva dentro del SIPA y una participación reducida en un régimen que, aun con sus limitaciones, constituye un canal de ingreso a la seguridad social.
Un régimen masivo, aportes bajos
Caullo y Galíndez destacan que el Monotributo se transformó en un régimen de amplia adopción en todo el país -más de 2,1 millones de aportantes al SIPA- pero con una contribución previsional muy baja. La cuota mensual concentra IVA, Ganancias, obra social y aportes jubilatorios, pero este último componente permanece muy por debajo de lo que aportan los trabajadores autónomos o en relación de dependencia.
Desde agosto de 2025, el aporte previsional va desde $13.663 mensuales en la categoría A hasta $43.129 en la categoría H.
Aun con esta progresividad, las autoras remarcan que el esquema “terminó funcionando como una formalidad de bajo costo, accesible y extendida, pero también como una modalidad de aporte reducido, con impactos previsionales que implican un elevado costo fiscal encubierto”.
La mayoría de los contribuyentes se concentra en las categorías más bajas, fenómeno asociado al “enanismo fiscal”: permanencia crónica en los tramos inferiores, subdeclaración y escasa migración al régimen general.
Aportes insuficientes
El análisis técnico del IERAL muestra que los aportes del Monotributo son tan bajos que “para financiar una jubilación mínima con bono se requería el aporte de casi 28 monotributistas”.
En junio de 2025, la prestación mínima con bono era de $374.724, mientras que el aporte promedio del régimen se situaba en apenas $13.519.
En términos relativos, un asalariado formal aporta alrededor del 11% de su salario, un autónomo cerca del 5% y un monotributista apenas 0,9% en valores equivalentes. Este desequilibrio demuestra que los aportes acumulados dentro del régimen son insuficientes para garantizar una futura jubilación equivalente a las contribuciones realizadas. Las autoras señalan que el diseño del monotributo termina generando un efecto similar al de las moratorias previsionales: prestaciones desvinculadas del aporte real y un costo creciente trasladado al sistema previsional.
El informe también advierte sobre el “envejecimiento” del monotributo. La baja participación de jóvenes implica que este régimen dejó de ser la puerta de entrada al mercado formal. En cambio, la informalidad ocupa ese lugar. La mayor parte de los aportantes se concentra entre los 30 y 49 años, un tramo etario clave para acumular densidad previsional, pero dentro de un sistema que no genera aportes suficientes para sostener futuras prestaciones.
Dos caras del mismo problema
Para Caullo y Galíndez, el mapa territorial combina dos dinámicas distintas pero convergentes. En algunas regiones, predominan aportes de baja intensidad dentro del régimen simplificado. En otras, como Misiones, lo que predomina es directamente la ausencia de formalización. Desde ambas rutas, el resultado final es el mismo: presiones crecientes sobre el sistema previsional y una base contributiva que no crece al ritmo necesario.





