Bajo el nombre “Entre Mujeres y el Barro”, un grupo de alfareras de Profundidad y Candelaria lograron transformar el barro ñau en una actividad económica con importante salida laboral, ya que con la venta de los artículos realizados todas suman un ingreso extra para el sustento de la mesa familiar.
El colectivo nació en 2019 bajo la iniciativa de la multifacética artista plástica y ceramista de Candelaria, Valeria Thomas Temporelli, quien desde su profundo vínculo con la cerámica y el arte de la arcilla, presentó un proyecto ante la Municipalidad local. La propuesta de Thomas buscaba ofrecer a las mujeres del municipio la oportunidad de experimentar con la cerámica, recuperar técnicas precolombinas y, a la vez, generar una fuente de ingreso.

“A medida que pasó el tiempo, el taller de alfarería fue moldeando nuestras propias experiencias como trabajadoras hasta que logramos convertir lo que hacíamos en un proyecto de emprendedurismo genuino, sustentado nuestras manos. Poco a poco nos estamos consolidado en nuestro propio espacio de trabajo”, contó a PRIMERA EDICIÓN, Susana Rodriguez, una de las integrantes.
“El proyecto original brindó talleres gratuitos durante cuatro años; nos permitió que las participantes nos vayamos formando en técnicas de moldeado, buscando y utilizando arcilla local y procesos artesanales”, explicó la ceramista sobre los pormenores de la tarea, que va desde reunir la arcilla en las cuencas de los arroyos cercanos hasta que retiran las piezas ya terminadas de los hornos de barro.
Aunque inicialmente el grupo fue conformado por más de 30 mujeres, con el paso del tiempo el colectivo se redujo a un grupo más pequeño, pero también más afianzado. Actualmente está compuesto por cinco mujeres y un asesor externo, quien se encarga de administrar las redes sociales del grupo, principalmente cuando aparecen interesados de otras partes del país en adquirir los productos.
“Algunas todavía lo toman como un hobby, pero para la mayoría es una salida para afrontar la crisis. Los resultados de nuestros trabajos son de primer nivel; gracias a la cerámica nos fuimos convirtiendo en nuestras propias jefas”, comentó la mujer.
“Además, nuestro taller no solo es un espacio de aprendizaje, sino también un punto de encuentro para aquellas que buscamos utilizar la alfarería como un cable a tierra”, acotó.
Las piezas que producen no son solo artísticas, sino también utilitarias: mates, vasos, jarras y otros objetos, todos elaborados a mano y con un profundo respeto por la tradición y la impronta misionera sustentada en la naturaleza reinante en la provincia.






