Cada 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Tartamudez, una fecha que busca generar conciencia y promover una mirada empática hacia quienes conviven con esta condición del habla. En ese marco, la psicóloga Romina Tamburri, presidenta de la Asociación Argentina de Tartamudez, destacó la importancia de combatir los estigmas y comprender que “la tartamudez no tiene que ver con la inteligencia ni con un trauma, sino con una condición multifactorial”.
La especialista explicó que la tartamudez es una alteración de la fluidez del habla y que su origen es complejo. Según señaló, “intervienen factores genéticos, neurológicos, emocionales y ambientales”, por lo que resulta erróneo asociarla únicamente a situaciones emocionales o de ansiedad. Tamburri remarcó que “es fundamental que la sociedad conozca más sobre el tema para poder acompañar de la manera adecuada a las personas que atraviesan esta dificultad en su comunicación”.
Durante la entrevista, enfatizó que una de las creencias más extendidas es la que vincula la tartamudez con la falta de capacidad intelectual. Aclaró que “no tiene ninguna relación con la inteligencia ni con las funciones cognitivas”. Una persona con tartamudez —explicó— posee las mismas capacidades que cualquier otra, aunque puede vivir esta condición de maneras muy diferentes. Mientras algunos logran convivir sin mayores dificultades, otros enfrentan situaciones de discriminación o bullying, especialmente durante la infancia.
La profesional detalló que el inicio de la tartamudez suele producirse entre los dos y medio y los seis años, aunque también existen casos que aparecen en la adolescencia o después de una lesión cerebral. En todos los escenarios, subrayó la relevancia de una intervención temprana. “Cuando los chicos llegan a la consulta antes de los seis o siete años, los tratamientos son mucho más eficaces”, sostuvo.

Tamburri insistió en que el tratamiento debe estar siempre a cargo de un fonoaudiólogo especializado en tartamudez, ya que se trata de un abordaje específico dentro de la disciplina. “Las fonoaudiólogas se especializan en distintas áreas. No es lo mismo trabajar con voz, con lenguaje o con deglución que con fluidez del habla”, explicó. En ese sentido, insistió en que recurrir a profesionales capacitados “marca una gran diferencia en los resultados”.
Consultada sobre los casos en los que las personas que no presentan tartamudez pueden trabarse al hablar por nerviosismo o tensión, la psicóloga aclaró que la disfluencia ocasional es algo completamente normal. “Todos nos trabamos al hablar. No existe una fluidez perfecta”, señaló. Esa diferencia, indicó, permite distinguir entre una tartamudez estructurada y las interrupciones comunes del habla que pueden tener cualquier persona, incluso en situaciones de exposición o estrés.
Para los padres, Tamburri ofreció una guía sencilla para identificar señales de alerta. Explicó que cuando un niño se traba pero continúa hablando con naturalidad, no hay motivo inmediato de preocupación. En cambio, “si el chico hace fuerza para hablar, si se le tensa el cuello o el rostro cuando intenta pronunciar una palabra, entonces es necesario consultar con una fonoaudióloga especialista”.
La profesional recalcó que no se debe esperar si se observan esos signos. Cuanto antes se actúe, mayores son las posibilidades de que el tratamiento logre una evolución favorable. En cambio, cuando la disfluencia es parte del desarrollo normal del lenguaje, la consulta sirve para despejar dudas y recibir orientación. “Nunca está de más consultar”, aseguró, porque el diagnóstico temprano permite distinguir si se trata de una dificultad pasajera o de una condición que requiere acompañamiento.
Tamburri también hizo referencia a los efectos emocionales que puede tener la tartamudez en la vida cotidiana, especialmente durante la niñez y la adolescencia. Recordó que muchas veces los chicos que tartamudean son objeto de burlas o exclusión, lo que puede afectar su autoestima. Por eso, consideró indispensable que la comunidad educativa y las familias aprendan a respetar los tiempos del habla y evitar presiones innecesarias.






