El Global Entrepreneurship Monitor (GEM), en su más reciente informe global 2024/2025, titulado “Entrepreneurship Reality Check”, ofrece una vez más una radiografía detallada y rigurosa del estado del emprendimiento a nivel mundial. Este monumental estudio, que celebra su 25º aniversario, se basa en más de 150.000 encuestas en 51 economías, representando el 63% de la población mundial y el 77% del PIB global. Sus hallazgos no solo revelan las tendencias globales que marcan el pulso de la creación de nuevas empresas, sino que también permiten sumergirse en las particularidades de cada región. Este artículo presenta algunos de los datos más relevantes del informe, con un enfoque especial en la situación de Argentina y América Latina, una región que, a pesar de sus desafíos, continúa demostrando una vitalidad emprendedora excepcional.
Entre el optimismo cauteloso y el creciente temor al fracaso
El informe GEM 2024/2025 dibuja un panorama global complejo y lleno de contrastes. A nivel mundial, una de las conclusiones más llamativas es la creciente dicotomía entre la percepción de facilidad para emprender y el miedo al fracaso. Si bien cada vez más personas en el mundo consideran que es más fácil iniciar un negocio, también ha aumentado significativamente el número de emprendedores potenciales que se sienten disuadidos por el temor a no tener éxito.
Esta paradoja sugiere que, aunque las barreras burocráticas y de acceso a la información puedan estar disminuyendo, la incertidumbre económica y la aversión al riesgo se han convertido en obstáculos psicológicos cada vez más poderosos. Otro hallazgo crucial del informe es la persistente brecha de género en el mundo del emprendimiento.
A pesar de los avances, las mujeres emprendedoras todavía enfrentan un acceso desigual a recursos esenciales como la financiación, la formación y las redes de contactos. Esta desigualdad no solo limita el potencial de millones de mujeres, sino que también priva a las economías de la innovación y el crecimiento que podrían generar.
El informe también destaca la creciente importancia de la sostenibilidad en el ADN de los nuevos negocios. En la mayoría de las economías, los emprendedores están priorizando cada vez más el impacto social y medioambiental de sus proyectos, incluso por encima de la rentabilidad económica.
Esta tendencia refleja un cambio de paradigma hacia un modelo de negocio más consciente y responsable, donde el éxito se mide no solo en términos financieros, sino también en su contribución a la sociedad y al planeta.
Finalmente, la inteligencia artificial (IA) y el marketing digital emergen como herramientas cada vez más relevantes para los emprendedores. Sin embargo, el informe revela una conciencia desigual sobre su importancia y potencial, especialmente en las economías de menores ingresos. La brecha digital, por lo tanto, se perfila como un nuevo desafío para la inclusión y la competitividad en el ecosistema emprendedor global.

Invernadero de nuevos emprendimientos
A pesar de los desafíos económicos y sociales que caracterizan a la región, América Latina se consolida una vez más como un verdadero “invernadero de nuevos emprendimientos”, según la denominación del propio informe GEM. Varios países de la región exhiben tasas de Actividad Emprendedora en Etapa Temprana (TEA, por sus siglas en inglés) que se encuentran entre las más altas del mundo.
Ecuador, por ejemplo, lidera el ranking mundial con una tasa de TEA superior al 33%, lo que significa que más de uno de cada tres adultos está iniciando o dirigiendo un nuevo negocio. Le siguen de cerca otros países de la región como Chile (27,2%), Puerto Rico (24,3%), Argentina (23,4%), Guatemala (23,7%) y Brasil (20,3%). Estas cifras contrastan notablemente con las de muchas economías desarrolladas, donde las tasas de TEA suelen ser considerablemente más bajas.
Este dinamismo emprendedor en América Latina puede explicarse por una combinación de factores. Por un lado, la necesidad económica y la escasez de empleos formales empujan a muchas personas a crear sus propias fuentes de ingresos. De hecho, el informe muestra que en varios países de la región, la principal motivación para emprender es “ganarse la vida porque los trabajos son escasos”.
Por otro lado, existe una cultura emprendedora arraigada en la región, caracterizada por la resiliencia, la creatividad y la capacidad de encontrar oportunidades en medio de la adversidad. Los latinoamericanos demuestran una alta confianza en sus propias capacidades para emprender, a pesar de las dificultades del entorno. Sin embargo, el informe también advierte sobre los desafíos que enfrenta la región.
A pesar de la alta tasa de creación de nuevos negocios, la tasa de propiedad de negocios establecidos (EBO, por sus siglas en inglés) es relativamente baja en muchos países. Esto sugiere que muchos emprendimientos no logran sobrevivir y consolidarse en el tiempo, lo que apunta a la necesidad de fortalecer los ecosistemas de apoyo para ayudar a los emprendedores a escalar sus negocios.
Para ilustrar y cuantificar este fenómeno, diversas plataformas y estudios regionales han documentado cómo se desarrolla el emprendimiento por necesidad. Uno de los más recientes y representativos es “Emprender por necesidad”, de Emprende Pro Mujer, que pone cifras y rostros a esta realidad.
El dato es contundente y obliga a redefinir las percepciones: en América Latina, siete de cada diez negocios se crean bajo esta modalidad. No son proyectos incubados durante meses con un colchón financiero; son respuestas inmediatas a una situación económica apremiante, iniciativas que requieren ganancias, aunque sean mínimas, para resolver el día a día.
Esta realidad está intrínsecamente ligada a la estructura económica de la región, uno de los continentes con mayor índice de informalidad del mundo. En este vasto sector, que opera al margen de los registros y protecciones formales, las mujeres son protagonistas silenciosas.
Según datos de ONU Mujeres citados en el informe, el 59% de las mujeres empleadas en la región lo hacen en la informalidad, muchas de ellas gestionando pequeños negocios no registrados que son, en esencia, emprendimientos de subsistencia. El informe traza una línea clara entre los dos arquetipos de emprendimiento.
El de “oportunidad” es proactivo y se lanza a conquistar un nicho, a menudo manteniendo otras fuentes de ingreso. En contraste, el emprendimiento por “necesidad” es reactivo, una solución de autoempleo que emerge como la mejor -y a veces la única- alternativa disponible frente al desempleo o la precariedad laboral.
Esta diferencia en el origen condiciona todo el desarrollo posterior. Los negocios nacidos de la urgencia carecen, por lo general, de un plan de negocio estructurado, una propuesta de valor definida, fondos de contingencia o un conocimiento profundo de su clientela y competencia. De hecho, los datos internos de Emprende Pro Mujer son reveladores: 3 de cada 10 emprendedoras que se acercan a su plataforma no tienen identificada a su competencia, lo que sugiere una falta crítica de investigación de mercado.
Estos emprendimientos suelen operar en sectores de servicios básicos, replicando modelos de negocio ya existentes. Las estadísticas de la propia plataforma confirman esta tendencia: los rubros más populares entre sus usuarias en 2024 fueron Alimentos y Bebidas (26%), Ropa, Textiles y Calzado (11%), y Salud y Belleza (7%). Son negocios que, si bien no impulsan un crecimiento económico a gran escala en su fase inicial, son absolutamente cruciales para sostener economías de autosubsistencia y garantizar el sustento de millones de familias.

Obstáculos invisibles: la triple barrera de las emprendedoras
El informe es categórico al afirmar que el género es una variable determinante en la ecuación del emprendimiento por necesidad. Las mujeres no solo emprenden más por necesidad que los hombres (un 27% a nivel mundial frente a un 21,8%, según el Global Entrepreneurship Monitor), sino que enfrentan barreras adicionales, a menudo invisibles, que obstaculizan su crecimiento. La primera de estas barreras es estructural: la carga desproporcionada del trabajo no remunerado de cuidado.
Las mujeres latinoamericanas dedican, en promedio, 6,4 horas diarias a estas tareas, casi el triple que los hombres. Esta responsabilidad no solo limita su tiempo y energía, sino que restringe su acceso a recursos, redes de apoyo y oportunidades de formación. A esta barrera se suma una segunda de carácter psicológico y cultural, que el informe denomina el “techo de cemento”.
A diferencia del conocido “techo de cristal” -barreras externas impuestas por el entorno-, el de cemento es una limitación autoimpuesta o socialmente inducida, derivada de normas de género que llevan a muchas mujeres a priorizar las responsabilidades familiares por encima de su propio desarrollo profesional.
Este fenómeno se manifiesta en una crisis de autopercepción: muchas mujeres que venden comida, fabrican artesanías o gestionan un pequeño comercio no se identifican a sí mismas como “emprendedoras”.
El arquetipo cultural del empresario no las representa y, a menudo, se percibe que son los hombres quienes “llevan los negocios”, mientras ellas simplemente “ayudan” a generar ingresos. Esta falta de confianza se extiende al ámbito financiero: estudios citados en el documento demuestran que las mujeres tienden a dudar más de sus conocimientos financieros, lo que explica hasta un tercio de la brecha de género en educación financiera. No es que no sepan, es que creen que no saben, y esa duda las paraliza.
La tercera barrera es el acceso al financiamiento formal, un obstáculo formidable. El informe hace referencia a estudios que muestran cómo las empresas lideradas por mujeres enfrentan mayores dificultades para obtener crédito en su primer año de operación, a pesar de demostrar, paradójicamente, un mejor desempeño crediticio. Ante la falta de historial, las entidades crediticias recurren a sesgos de género para evaluar el riesgo, perpetuando un círculo vicioso que ahoga a muchos negocios antes de que puedan despegar.
Frente a este panorama complejo, el informe no se queda en el diagnóstico, sino que explora y valida una ruta de transformación. La premisa es clara: para que estos emprendimientos por necesidad evolucionen hacia emprendimientos por oportunidad, se requiere un ecosistema de apoyo que combine tres pilares: el capital y conocimiento propio de las emprendedoras, el acompañamiento de organizaciones especializadas y políticas públicas favorables por parte de los gobiernos.
Aquí es donde la labor de plataformas como Emprende Pro Mujer adquiere una relevancia estratégica. Su modelo, basado en un diseño centrado en el ser humano y con una profunda perspectiva de género, busca precisamente cerrar las brechas identificadas. Entienden que para apoyar a estas mujeres es fundamental “ver el mundo desde sus ojos” y “estar donde ellas están”.
Invertir en estas emprendedoras no es un acto de caridad. Es una de las estrategias de desarrollo económico y social más inteligentes que la región puede adoptar. Cuando una mujer fortalece su negocio, no solo mejora sus propios ingresos. Invierte en la salud y educación de su familia, genera empleo en su comunidad y teje redes de cohesión social.
Fortalecer su autonomía económica es romper ciclos de dependencia y violencia, y construir una sociedad más equitativa. El camino implica garantizar un acceso real y sin sesgos al financiamiento, promover la educación financiera y digital desde una perspectiva de género y crear redes de apoyo y mentoría que refuercen la confianza.
Como sabiamente dijo una emprendedora, resumiendo la esencia de la sororidad que impulsa este cambio: “Ninguna sabe todo, pero todas sabemos algo”. Es en ese conocimiento colectivo, en esa red de saberes compartidos, donde reside el poder para transformar la necesidad en oportunidad y la precariedad en prosperidad. América Latina tiene en sus emprendedoras por necesidad un activo invaluable. Es hora de empezar a invertir en él.

Argentina en foco: un ecosistema emprendedor en plena transformación
El perfil de Argentina en el informe GEM 2024/2025 es particularmente interesante, ya que refleja un país en un momento de profunda transformación económica y política. Con un nuevo gobierno y la implementación de una serie de reformas de gran calado desde principios del 2024, el ecosistema emprendedor argentino se encuentra en una encrucijada, con grandes desafíos pero también con enormes oportunidades. El informe destaca el complejo contexto económico que enfrenta Argentina.
Uno de los datos más contundentes es que el 83,5% de los adultos argentinos reportó una disminución en los ingresos de su hogar durante el último año, la cifra más alta de las 51 economías analizadas. Esta situación de crisis económica generalizada es, sin duda, un motor clave del emprendimiento por necesidad en el país.
Sin embargo, el informe también señala los cambios que se están produciendo en el entorno macroeconómico, con un nuevo gobierno que ha puesto en marcha un ambicioso plan de reformas para estabilizar la economía, reducir la inflación y desregular los mercados. Estas medidas, aunque generan incertidumbre en el corto plazo, podrían sentar las bases para un entorno de negocios más favorable para los emprendedores en el futuro.
Fortalezas y debilidades del ecosistema emprendedor argentino
El Índice de Contexto Nacional de Emprendimiento (NECI) de Argentina, que mide la calidad del entorno para emprender, ha mostrado una leve mejoría en los últimos años, pasando de 3,7 en 2022 a 4,0 en 2024. A pesar de esta mejora, el entorno emprendedor argentino sigue siendo calificado como “menos que suficiente”.
Entre las fortalezas del ecosistema argentino, el informe destaca la facilidad para la entrada de nuevos competidores en los mercados, la calidad de la infraestructura física y la educación emprendedora a nivel postsecundario. Además, es notable que el acceso relativo de las mujeres a los recursos emprendedores es calificado como “mejor que suficiente”, un dato positivo en el contexto de la brecha de género global. Sin embargo, Argentina también enfrenta debilidades significativas.
El acceso a la financiación, las políticas gubernamentales de apoyo, la carga impositiva y burocrática, y la educación emprendedora en la etapa escolar son áreas que requieren una mejora sustancial. Estas debilidades estructurales representan obstáculos importantes para la creación y el crecimiento de nuevas empresas en el país.

Resiliencia y espíritu de superación
A pesar de las dificultades del entorno, los argentinos demuestran una notable vocación emprendedora. La tasa de TEA de Argentina es del 23,4%, una de las más altas del mundo, y la participación de las mujeres en la actividad emprendedora es casi igual a la de los hombres, lo que refleja una notable paridad de género.
Una de las características más llamativas de los emprendedores argentinos es su baja aversión al riesgo. Argentina tiene la tasa más baja de “miedo al fracaso” de todas las economías analizadas, lo que significa que los emprendedores potenciales no se sienten tan disuadidos por la posibilidad de no tener éxito como en otros países.
Esta resiliencia y confianza en sí mismos son activos fundamentales en un entorno tan volátil como el argentino. La principal motivación para emprender en Argentina es “ganarse la vida porque los trabajos son escasos” (88%). Sin embargo, también hay un fuerte componente de vocación y propósito. Los emprendedores argentinos muestran un alto compromiso con la sostenibilidad, con un 86,8% que siempre considera el impacto social y un 88.9% que siempre considera el impacto medioambiental en sus decisiones.
Desafíos pendientes: de la creación a la consolidación
A pesar de la alta tasa de creación de nuevos negocios, la tasa de propiedad de negocios establecidos (EBO) en Argentina es relativamente baja (6,4%). Esto indica que muchos emprendimientos tienen dificultades para sobrevivir y crecer en el tiempo.
La falta de acceso a financiación para el crecimiento, la alta presión fiscal y la inestabilidad macroeconómica son algunos de los factores que dificultan la consolidación de las nuevas empresas.
Además, la internacionalización de los emprendimientos argentinos es todavía limitada. Solo el 5,6% de los nuevos negocios tiene un 25% o más de sus ingresos provenientes de mercados externos. Fomentar la vocación exportadora y facilitar el acceso a los mercados internacionales es un desafío clave para potenciar el impacto económico del ecosistema emprendedor argentino.
Futuro lleno de posibilidades
El informe GEM 2024/2025 muestra que Argentina y América Latina son regiones con una energía emprendedora desbordante. A pesar de los desafíos económicos, políticos y sociales, los latinoamericanos y, en particular, los argentinos, continúan demostrando una increíble capacidad para innovar, crear y generar oportunidades.
Para que esta energía se traduzca en un desarrollo económico y social sostenible, es fundamental que los gobiernos y los actores del ecosistema trabajen de manera conjunta para crear un entorno más favorable para el emprendimiento. Esto implica no solo implementar políticas que faciliten la creación de nuevas empresas, sino también, y sobre todo, diseñar estrategias que apoyen el crecimiento y la consolidación de los negocios existentes.
El futuro del emprendimiento en Argentina y América Latina está lleno de posibilidades. Si se logra canalizar la resiliencia y la creatividad de sus emprendedores y se construyen ecosistemas más sólidos y de apoyo, la región tiene el potencial de convertirse en un verdadero motor de innovación y crecimiento a nivel global. El informe GEM proporciona una hoja de ruta clara para avanzar en esa dirección. La tarea, ahora, es pasar de los datos a la acción.






