La casona de Ana Fiaccadori no es cualquier vivienda. Ubicada en Villa Sarita, sobre Ivanowski y Roque González, se trata de una antigua construcción, levantada hace 95 años, que forma parte de la historia urbana y familiar de esta ciudad.
Según Fiaccadori, la propiedad incluso aparece en fotografías del Museo Aníbal Cambas sobre los inicios de Posadas a principios del siglo XX. “El museo conserva una fotografía de esos años de la casona y es lo único que hay en la foto, se ve la casa y nada más”, contó a PRIMERA EDICIÓN durante una reciente visita donde, junto al chef misionero Gunther Moros, compartió la receta y la historia del yopará.
La vivienda, antes deteriorada, fue restaurada por Ana y “Luchín” Duarte, su pareja durante los años ‘80; ambos respetaron los elementos originales y supieron aprovechar el entorno natural: “Había una vertiente en un baldío al lado, que era un monte, y la aprovechamos e hicimos un estanque con peces”, recordó.
Pero algo crucial: desde sus inicios, la casona fue en un espacio abierto para la música, los libros y la gastronomía. “Siempre la comida, la música y los vinos. Y muchos libros, muchísimos libros siempre. En las reuniones siempre aparecía algún libro. Bueno, era otra época, no buscábamos en un teléfono, buscábamos en un diccionario, en una enciclopedia y de allí salían charlas increíbles”, rememoró.
“Por ello con Gunther vamos a seguir recibiendo a la gente en esta casona. Esa es la idea: seguir con la comida, con las músicas y con amigos que seguirán sumando cada vez que propongamos algo”, dijo con profunda emoción, ya que fue la promesa que le hizo a “Luchín” cuando se fue: “abrir la casa para los amigos con buena comida y compañía”.

El rescate del yopará
La iniciativa se centra en el yopará porque por muchas décadas fue un plato tradicional casi olvidado y que en su momento, allá por 2001, fue el centro del proyecto cultural y gastronómico de Ana.
Su rescate comenzó en el Museo Andrés Guacurarí, con el objetivo de volver tangible un conocimiento que hasta entonces era intangible. “Empezamos con Elba González, con mucho apoyo de la gente, que nos ayudaba con todos los productos que necesitábamos para nuestros talleres de cocina regional”, explicó.
La preparación del yopará implicaba la colaboración de la comunidad y mucho trabajo en equipo: “Siempre hubo mucho apoyo para que podamos hacer eso”, dijo agradecida.
Con esta iniciativa, Ana colaboró para que el yopará, antes limitado al ámbito rural, se incorporara al calendario cultural urbano cada 1 de octubre, al punto de ser un plato emblemático que se comparte en barrios, clubes y festivales gastronómicos. “Ya se volvió como una tradición que reapareció y se volvió a instalar en la cultura, ya no solo rural, sino urbana. Y es muy lindo porque es un encuentro en un barrio, en un club, y se comparte mucho”.
La trayectoria de Ana Fiaccadori está marcada por un aprendizaje autodidacta y por la influencia de sus raíces familiares. Proveniente de una familia criolla por parte de madre y de origen italiano por parte de padre, desarrolló una sensibilidad especial por la cocina. Su curiosidad la llevó a recorrer Misiones y Corrientes, aprender de cocineros rurales y registrar técnicas y recetas que no aparecían “oficialmente” en restaurantes de la ciudad.
Con esta investigación, Ana no solo documentó la cocina regional, sino que la convirtió en una experiencia sensorial abierta, que pronto volverá a la vieja casona: música, palabras y preparación a la vista de los platos en un ambiente místico y único.









