La historia y el trabajo desarrollado por el Hogar de Madres en Tránsito “Ramona Ramírez de Joerg” de esta ciudad, sedimentado en la base de la solidaridad y el amor, fue recordada durante el ciclo de charlas que lleva adelante la Junta de Estudios Históricos de Oberá. Las vivencias, cargadas de sentimientos profundos, llegaron del impecable relato de los disertantes: Estela Sonia Lindström, quien; Norma Morales, actual presidente de la entidad, y del Dr. Luis Augusto Derna, cuyo padre, Dr. Luis Augusto Derna, tuvo la visión y una extraordinaria intervención en esta institución que cumplió 85 años de ininterrumpida labor.
Al iniciar la alocución, Derna sostuvo que “hay historias que con el paso de los años corren el riesgo de desdibujarse, historias que no aparecen en los libros oficiales ni en los titulares de los periódicos pero que fueron decisivas para la vida de una comunidad” e indicó que el Hogar de Madres en Tránsito es una de esas obras nacidas del corazón de la gente, sostenida por el esfuerzo silencioso de pioneros que más allá de títulos y honores pusieron su vida al servicio de los más vulnerables. Entre esos nombres, el galeno resaltó con fuerza el del Dr. Luis Augusto Derna, “un médico que no se conformó con asistir partos en condiciones indignas, sino que luchó para transformar la realidad sanitaria de Oberá y la región”.
También el de su inseparable compañera, su esposa María Elena Molina Cálcena, “una mujer de convicciones firmes y de una solidaridad incansable” que, junto a sus amigas, “Ramonita” de Joerg e Hilda Núñez de Vieyra “fueron el alma que dio origen a una institución que marcó un antes y un después en la historia de la maternidad obereña”.
Por momentos emocionado, aseguró que su relato busca contar hechos y rescatar el espíritu de sacrificio, humildad y entrega que “inspiró a estos hombres y mujeres, una historia que no pertenece a un nombre en particular sino a toda una comunidad que en tiempos difíciles supo organizarse para que la vida naciera en condiciones más dignas”.

El médico recordó que, en los años 40, Oberá era muy distinta a la ciudad que la mayoría conoce. Se trataba de una comunidad en formación, habitada en gran parte por inmigrantes, que encontraron en la tierra colorada un lugar para rehacer su vida tras la guerra y las crisis. Las calles eran de tierra, el transporte escaso, las comunicaciones lentas, los servicios básicos “estaban en pañales”, había un pequeño hospital, algunas escuelas, comercios de ramos generales y “mucho esfuerzo comunitario para cubrir las necesidades más elementales”.
Contó que el hospital rural, ubicado donde actualmente funciona la Escuela de Comercio, era la única institución sanitaria de referencia y tenía apenas 29 camas para pacientes de la ciudad y colonias. “Allí se atendía todo, desde accidentes de chacra hasta partos, fracturas y enfermedades infecciosas. En ese contexto las mujeres embarazadas eran quienes más sufrían. Llegaban desde parajes alejados después de viajar durante días por caminos de tierra, muchas veces de a pie, en carros, en sulkys, lo hacían con apenas unos días de margen antes del parto, sin familiares que pudieran acompañarlas en la ciudad. Al llegar al hospital rural, se encontraban con un panorama desolador: pasillos repletos, falta de camas y la necesidad de dormir en bancos de madera o, incluso, en el suelo”, graficó el profesional, que lleva una vida dedicada al servicio, al deporte y a la comunidad.

Expresó que su padre era, por entonces, un joven médico y, más tarde, director del hospital rural durante 25 años, que fue testigo directo de esas escenas. “Ver a las embarazadas esperando en condiciones infrahumanas lo conmovió profundamente. No era raro encontrar a alguna madre recostada en un rincón del pasillo, sin comida caliente, sin abrigo, con el miedo de no saber si llegaría a tiempo para dar a luz”. La preocupación del Dr. Derna “no quedó solo en la queja, hacía todo lo posible dentro del hospital, pero entendía que el problema excedía a la atención clínica. Era una cuestión de dignidad humana. Muchas noches, al regresar a casa después de una jornada agotadora, compartía con su esposa, la impotencia que sentía. Ella, sensible y solidaria, comprendió enseguida que no se trataba de un asunto individual sino de una necesidad colectiva”. Fue así que su madre, María Elena Molina Cálcena, compartió estas inquietudes con sus amigas: “Ramonita” Ramírez de Joerg e Hilda Núñez de Vieyra, esposa del comandante de Gendarmería Nacional. Las tres damas, junto al Dr. Derna, comenzaron a gestar lo que más tarde sería el Hogar de Madres en Tránsito de Oberá.

El paso a paso
Según Dr. Derna hijo, “no tenían recursos, subsidios ni apoyo del Estado, pero les sobraba voluntad y debilidad ante la comunidad y la convicción de que algo debía hacerse”. Fue así que empezaron a caminar el pueblo y lo primero que consiguieron fue una humilde casita en la zona baja de la calle Tucumán, donde se inauguró el Centro Materno Infantil con apenas dos habitaciones. “Era muy sencilla, pero marcó un antes y un después. Por primera vez las embarazadas que venían del interior tenían un techo digno donde esperar el parto. Podían descansar en una cama, comer algo caliente, higienizarse y sentirse acompañada”, dijo.
Añadió que este espacio funcionó entre seis y ocho meses hasta que quedó desbordado por la cantidad de mujeres que llegaban. “Era evidente que hacía falta algo más grande, así que comenzó el sueño de un verdadero hogar”, continuó.
Agregó que, gracias al esfuerzo conjunto de vecinos, donaciones de comerciantes y la gestión incansable de sus fundadores, se adquirió un terreno con una amplia casa y se acondicionó el lugar donde aún funciona el Hogar de Madres en Tránsito, que lleva el nombre de “Ramonita”, porque fue ella la que lo dirigió a lo largo de 43 años.

Con el correr de los años, el Hogar llegó a contar con diez camas, cocina, enfermería, lavandería y servicios básicos que, para la época “eran un verdadero lujo”. No solo ofrecía alojamiento “sino también acompañamiento emocional, y un entorno de respeto para las mujeres. Se sostenía con donaciones y con la ayuda de voluntarias que cocinaban, limpiaban, acompañaban a las madres. Cada aporte era valioso, desde un colchón hasta un poco de yerba mate o unas sábanas usadas. Para conseguir todo eso, se recorría el pueblo y se pedía colaboración”, comentó.
Su hijo remarcó que el Dr. Derna “no solo era el médico de cabecera del Hogar sino su defensor incansable. Se preocupaba por la salud física de las mujeres, pero también por darles seguridad y confianza”. La vocación del Dr. Luis Augusto Derna padre “iba más allá del Hogar, consciente que el hospital rural era insuficiente. Durante años viajaba a Posadas cada semana o cada dos semanas para reclamar al gobierno provincial la construcción de un hospital de mayor complejidad. Fue cansador, pero nunca bajó los brazos. Gracias a su insistencia y la de otros médicos, en 1969 se inauguró el hospital SAMIC (Servicio Asistencial Médico Integrado a la Comunidad) de Oberá. Pese haber luchado como nadie por esa obra, no fue designado director”, lamentó.
Celebró que después de 85 años el Hogar “es parte inseparable de la memoria colectiva de la ciudad. No fue solo el edificio, fue el símbolo de una comunidad que no se resignó a la indiferencia, fue la prueba de que, aun en tiempos difíciles la unión de voluntades puede transformar la realidad”. Es por eso que, “recordarlos a todos ellos es un acto de justicia porque su obra fue para las madres y los hijos que nacieron en mejores condiciones gracias a su generosidad”.

A su entender, “la mejor manera de honrarlos es seguir trabajando para que ninguna mujer tenga que atravesar la maternidad en condiciones de abandono. Ese fue el espíritu que dio origen al hogar y ese sigue siendo su mensaje eterno”.
A su turno, Estela Sonia Lindström de Mussi, entre otras tantas experiencias, relató que, como era docente, “un día comencé a trabajar como secretaria de entradas”, gracias a la invitación de Teresa “Tota” Morchio, y tuvo el honor de trabajar con “Ramonita”. Luego se desempeñó como vicepresidenta y, más tarde, como presidenta a lo largo de 19 años. “Al Hogar lo llevo en el corazón”, declaró.
Destacó el constante apoyo de la comunidad, de las iglesias, de las colectividades. “Llegamos a tener 150 internas en un año”, acotó.
Norma Morales, quien actualmente rige los destinos de la institución, sostuvo que fue difícil continuar tras la pandemia porque, al estar deshabitada la casa, son necesarias modificaciones y refacciones en la parte edilicia. Mientras se ocupan de estas tareas, planifican cómo será el futuro de esta entidad tan cara a los sentimientos de tantas familias. “Hay mucho trabajo por hacer. Este año queremos trabajar en la accesibilidad, implementar espacios lúdicos, haciendo talleres, y siguiendo con la internación de las madres”, adelantó.
Nómina de presidentes
La primera comisión de damas fundadoras fue encabezada por Hilda Núñez de Vieyra (1940-1943) a quien acompañaron: Rubina Petrini de Erasmie, Concepción Vignoles de Rodríguez, Martina de Albrach, Martha de Lutz, Guadalupe de Moscón, Matilde de Sartori, Concepción Boldú de Lampugnani, “Barbarita” de Lindström, Bertha Hermanson de Karlzon, Maya Bertoldi, María Elena Molina Cálcena de Derna, Renaldina de Dutra, Clara Moreno de Debat y Teodolinda de Moreira. El director era el Dr. Luis Augusto Derna y el asesor letrado, Manuel Ignacio Rodríguez. Las enfermeras eran: Martha de Singer, Matilde de Schoch y Sisther Sigrid Holstrom. Luego siguió Martha Rothe de Lutz (1943-1945), Clara Moreno de Debat (1945-1946), Concepción Boldú de Lampugnani (1946-1947), Laura de Urrutia (1947-1948), Isolina Godoy de Ramírez (1948-1953), Ramona Ramírez de Joerg (1953-1996), Teresa Komizarski de Minutillo (1996-1998), Sonia Lindstrôm de Mussi (1998) y Lía Feltan. Actualmente preside los destinos del Hogar, Norma Morales.








