La comunidad apostoleña acompañó ayer los festejos del aniversario número 60 de la Escuela Especial 5 “República de Polonia”, que comenzó a funcionar el 6 de septiembre de 1965 y es hasta ahora la única institución de esta modalidad en la localidad.
“En estas seis décadas de trayectoria, la escuela especial se fue adaptando y trabajando con los diferentes paradigmas de la discapacidad, por lo que nos llena de orgullo la capacidad de adaptación de todo el equipo para dar siempre lo mejor para los chicos con discapacidad”, indicó a PRIMERA EDICIÓN su directora María José Pereyra.
La institución pública recibe a niños desde bebés y, más recientemente, incorporó el nivel secundario de educación integral para jóvenes y adolescentes con discapacidad. “Ofrecer una propuesta de educación integral para los adolescentes forma parte de este proceso de adaptación, este es el segundo año que prestamos el servicio del nivel secundario y ya contamos con una matrícula de 42 alumnos”, contó. En total, la escuela tiene 160 alumnos.
“Nuestro trabajo como docentes es tratar de superar las barreras que pone la misma sociedad, tratando que los niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad encuentren un lugar feliz y se sientan plenos”, destacó la vicedirectora, Carla Vercelli.
“Somos un gran equipo profesional y humano que nos capacitamos todo el tiempo y nos adaptamos a las necesidades de nuestros alumnos y la escuela”, coincidieron ambas.
En la actualidad los objetivos de la escuela apuntan a la educación en base en los principios de atención a la diversidad, a la inclusión social y educativa. Según indicaron, hoy está vigente un paradigma social más inclusivo donde la comunidad pone su grano de arena en ver a las personas con discapacidad de otra manera, “antes se las veía como personas que, por su enfermedad, no podían aprender y quedaban encerradas en sus domicilios. Hoy se busca incluirlas en la sociedad, porque es una persona y un sujeto de derecho”, remarcaron.
Festejo cargado de emociones
La escuela especial se ganó un lugar en el corazón de todos los apostoleños y al acto aniversario no solo asistieron sus actuales docentes y alumnos sino también autoridades provinciales y municipales, además de las históricas docentes que fueron claves en el crecimiento de la institución, entre ellas la primera directora, Ana Delgado.
También estuvo presente Patricia Gunski, quien fue directora de la escuela especial durante muchos años. Según recordó, a las maestras de la institución se las conocía como “las de guardapolvos azules” porque así vestían y recorrían casi todo el pueblo. “Iban a las casas de los chiquitos para trabajar y enseñar”, explicó.
La primera sede funcionaba en lo que hoy es el Centro Cultural De la Vid. “Allí los chicos ya venían a la escuela, las aulas eran grandes y estaban divididas por cuatro. Así hasta 1991. Esos primeros tiempos costó bastante, porque no teníamos la apertura que existe ahora hacia la educación especial”, reconoció Gunski y agregó “se trabajaba más con el papá que con el chico. No era fácil sacarlos de la casa. Además, en aquella época no existían docentes con la preparación específica que tenemos en la actualidad”.

Otra época, otro paradigma
Gunski recordó también que la dinámica con las familias de los chicos con discapacidad era muy distinta. “Antes se trataba muy poco con los padres los problemas de los chicos. Es más, la maestra tenía que hacer todo. Por ejemplo, los chicos venían con cortes o lastimados y uno tenía que llevarlos al hospital. Quizá eso también lo hacemos ahora, pero hay más compromiso de los padres. Convocamos a reuniones y ellos vienen, colaboran, les importa la educación de sus hijos. Antes era solo el docente con los alumnos”, manifestó.
En el cambio de paradigma, la especialización docente fue más que importante. “Los docentes profundizaron sus conocimientos respecto a los padres y en relación a trabajar con ellos. Ayudar a concientizarlos, no para hablarles de lo malo de su hijo, sino de sus progresos, de lo bueno que hacen. Ir cambiando la mirada”, indicó.
“Debemos trabajar mucho con la aceptación y la paciencia”
La escuela se especializa en el trabajo con chicos que sufren de diversas patologías: autismo, sordera, síndrome de Down y retraso mental.
Además trabaja en estimulación temprana, con chicos de 0 a 3 meses. “En los casos más delicados, la clase es personalizada, se trabaja solo con el docente”, explicó Gunski a PRIMERA EDICIÓN.
Trabajar en una escuela especial no es tarea sencilla, al contrario, por lo que la vocación es un ingrediente importante.
“Hay que respetar el tiempo y el espacio de los chicos. Pasa que les enseñás una letra, mañana lo saben y pasado se olvidan. Hay que trabajar con eso, con esa frustración personal”, indicó.
“Siempre les digo a los docentes que cuando planifiquemos, sean objetivos cortos para que puedan alcanzarlos. También con los papás, porque son personas con las que tenemos que tener mucha paciencia. Seguramente vienen frustrados, necesitan contención y que se los entienda. Debemos trabajar mucho con la aceptación”, señaló.

Pacho, Julito y Juani
Patricia se emociona cada vez que se encuentra con alguno de sus alumnos en la calle y los ve encaminados. Varios ejemplos llegan a su memoria: “Tenía un chico que se llamaba Pacho, era terrible. Era el ‘terrible sano’. Él hacía rápido, me decía ‘poneme un te felicito, mae’. Su problema era el aprendizaje. Pero creció y tengo una satisfacción enorme porque es quien maneja el camión de la Municipalidad. Está casado y tiene hijos. Un día paró el camión, tocaron el timbre y cuando abrí me encontré con un hombre que me dijo ‘hola maestra’. Me largué a llorar pero de alegría. Además, es un excelente empleado”.
Así, muchas historias. “Otro de nuestros orgullos es Julito Ostrowski. Está encargado de la planta de reciclaje. Así hay muchos, pasan y te dicen maestra y son hombres de familia. Nosotros nos quedamos con la imagen de la criatura. Otra situación es que a mí me gustan mucho las flores de paraíso. Cuando era maestra les decía a mis alumnos que no me traigan otros regalos más que la flor de paraíso. Al día de hoy, todos los días del maestro, Juani Prokovich -otra de mis alumnas- llega con sus hijos a mi casa con flores de paraíso para mí. Eso no tiene precio”.







