Cada vez son más las familias las que se acercan al Centro Integral Municipal Para el Autismo (CIMPA) de Posadas en busca de información y asesoramiento sobre las pruebas de detección de Trastornos del Espectro Autista (TEA).
El centro, que recientemente cambió su denominación, cuenta con un equipo interdisciplinario que realiza la evaluación y brinda atención psicológica a familias que no cuenten con cobertura de salud para costearla.
Según precisó a PRIMERA EDICIÓN Soledad Acuña, directora del CIMPA, el espacio tiene dos años de trayectoria en diagnóstico de TEA y actualmente realiza entre 8 y 10 entrevistas de admisión a la semana, seguidas por una instancia de evaluación y derivación para tratamiento.
Abordaje ampliado
El CIMPA anteriormente se denominaba Centro Municipal ADOS 2, una referencia a la evaluación de diagnóstico del TEA que el personal realizaba en ese espacio. Acuña explicó que, tras dos años de funcionamiento, el centro superó su función inicial de diagnóstico, lo que motivó el cambio de nombre y una ampliación en los servicios que brinda.
Actualmente, el equipo está integrado por once profesionales (psicólogas, psicopedagogas y trabajadoras sociales), quienes no solo realizan admisiones y evaluaciones, sino que también brindan orientación y psicoeducación a las familias.
Además, cuando los casos requieren un tratamiento más complejo, el centro actúa como nexo con otros espacios de salud públicos y privados para facilitar la intervención correspondiente.
Acuña remarcó que el grupo prioritario de atención del CIMPA son las familias en condición de vulnerabilidad extrema, es decir, aquellas que no cuentan con cobertura de salud para afrontar los costos del diagnóstico..
“Todas las familias son recibidas y tienen la posibilidad de presentar la documentación, pero siempre nuestra prioridad es esa familia que no tiene recursos para poder abonar (la atención médica) de manera particular”, precisó.

Admisión y evaluación
El equipo interdisciplinario trabaja en dos instancias: la admisión, a cargo de hasta cuatro profesionales, y la evaluación, que puede incluir hasta cinco especialistas, “todos certificados para poder realizar el diagnóstico”, aseguró Acuña.
La admisión constituye el primer acercamiento entre la familia y el equipo profesional, a través de una entrevista que aborda el desarrollo del niño, el recorrido clínico y la situación socioeconómica del grupo familiar. En esta última instancia intervienen las trabajadoras sociales.
Una vez completada esta etapa, el equipo de psicólogas acompaña a las familias brindando orientación y psicoeducación: “Informamos a la familia, orientamos y nos ocupamos de encaminar al paciente en los diferentes espacios que necesite para el tratamiento, si así lo requiere”.
Cada semana, en el centro brindan alrededor de ocho a diez turnos para admisiones. “Cada admisión demora aproximadamente una hora, hora y media” de entrevista inicial, lo que motiva que los turnos sean “bastante prolongados, el tiempo que lleva realizar una admisión es mucho”. Luego de las entrevistas, esas familias podrán acceder o no a las evaluaciones.
De acuerdo al diagnóstico definido (es decir, el tipo y grado de TEA detectado), “la intervención cambia por completo y los actores involucrados también”. El CIMPA trabaja en articulación con los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS), en ocasiones con el Hospital Madariaga y también con centros de atención particular.
Signos de alerta
La directora del CIMPA remarcó que la detección temprana del TEA es fundamental: iniciar el tratamiento lo más pronto posible permite “tener una mejor evolución y un mejor pronóstico”. En esa línea, destacó que cada caso requiere un abordaje personalizado, pero que la atención psicológica y psicopedagógica marcan la diferencia.
Sobre los signos de alerta claves para detectar el espectro autista, Acuña mencionó que los niños y niñas pueden mostrar actitudes como “no responder al nombre propio, no señalar objetos para mostrarlos y repetir palabras o frases una y otra vez”.
Además, presentan dificultades para entender las emociones de otras personas y para expresar las propias. Evitan el contacto visual, caminan en puntas de pie, aletean con las manos, balancean el cuerpo o giran en círculos y pueden alterarse ante pequeños cambios.
“En algunos casos también presentan dificultades relacionadas con lo sensorial, es decir, con la percepción del olor, el gusto, el tacto y los sonidos”, puntualizó.





