Según el informe elaborado por Valentina González Sisto e Ianina Tuñón para el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA), la pobreza infantil en el país sigue superando el 50% y alcanzó su punto más crítico en el primer semestre de 2024, con 67,3% de niñas, niños y adolescentes bajo la línea de pobreza, en lo que fue la cifra más alta desde la crisis de 2001-2002.
Aunque en el segundo semestre de 2024 el índice descendió al 52,8%, la mejora fue parcial y no alcanzó a todos los sectores del país. La pobreza infantil sigue siendo la más alta entre los grupos etarios, reflejando una estructura social profundamente desigual.
Tuñón, investigadora en Ciencias Sociales, dialogó con CNN sobre los últimos datos de indigencia infantil y su impacto en el desarrollo integral de los niños.
“Lo que hicimos fue renovar la estadística de cuál era la proporción de niños que están en situación de indigencia, pero que adicionalmente tienen múltiples privaciones. Eso nos arroja que alrededor de uno de cada 10 niños en la Argentina está en esa situación: algo más de un millón de niños”, señaló.
Tuñón explicó que la problemática está atravesada por “una pobreza muy dispersa en un territorio muy vasto”, lo que hace muy complejo su abordaje. “No hay una política pública que pueda focalizar en ellos, más allá de las transferencias de ingresos, como por ejemplo la Asignación Universal por Hijo”, indicó.
Pero advirtió que la situación no es solo económica: “Son privaciones que llevan a que muchas veces no se pueda acceder a la salud o a la alimentación, y eso repercute en que los chicos se ausentan mucho de la escuela o directamente no pueden llegar”.
Además, Tuñón subrayó las consecuencias en el entorno adulto: “El estrés que produce vivir en la indigencia, no saber qué le vas a dar de comer a tus hijos en unas horas, genera mucho malestar psicológico en los adultos que tienen que criar y estimular a esos niños”.

En ese sentido, señaló que “hay un conjunto de privaciones múltiples que hacen muy difícil el desarrollo de capacidades físicas, psicológicas y cognitivas en los chicos, lo cual repercute necesariamente en sus oportunidades de inclusión, tanto en la terminalidad de la escuela secundaria como en su ingreso al mundo adulto”.
La investigadora también se refirió a las desigualdades estructurales del sistema educativo: “En muchas comunidades no hay una escuela con un grado para cada edad, sino cursos con chicos de distintas edades y un único maestro. Son las escuelas típicas de la ruralidad, de los parajes donde viven poblaciones indígenas”.
“Hay oportunidades para escolarizarse, pero claramente son muy desiguales a las que se tienen en las grandes ciudades. Incluso dentro de las ciudades hay desigualdades entre escuelas en villas o asentamientos respecto de las ubicadas en barrios más privilegiados”, agregó.
Tuñón remarcó que “la pobreza se multiplica en todos los planos de la vida. Los niños tienen muy pocos recursos económicos y también muy pocos recursos de capital humano: en sus casas no hay cómo ayudarlos a transitar los procesos educativos”.
Por último, destacó que “hay territorios como el NOA y el NEA donde la pobreza es altísima, pero particularmente la indigencia -que es lo que mide este estudio- tiene mayor prevalencia. La gran mayoría de los chicos en Argentina son pobres, pero dentro de esa pobreza hay muchas desigualdades geográficas y heterogeneidades”.
“Acá apuntamos a lo más estructural, a los que casi se caen del mapa, a los chicos que están fuera de todo”, subrayó. Y concluyó: “Las transferencias de ingresos sí llegan, la AUH llega. El problema es que en muchos de estos hogares es prácticamente el único ingreso que tienen, cuando en realidad no fue pensada para eso”.
El informe, basado en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC), destaca que entre el primer semestre de 2023 y el primero de 2024 la pobreza infantil subió más de 10 puntos, al pasar de 56,6% a 67,3%.
Este deterioro se dio en un contexto de fuerte inflación -que acumuló 62,4% entre enero y junio de 2024- y caída del poder adquisitivo. Durante ese semestre, los hogares pobres tuvieron ingresos 42,6% por debajo de la Canasta Básica Total.
En contraste, en la segunda mitad de 2024, gracias a cierta estabilidad macroeconómica y aumentos en la AUH y la Tarjeta Alimentar, se registró una baja en los niveles de pobreza infantil, aunque no homogénea en todo el país.
Desigualdad territorial: qué región sufre más la pobreza
El estudio remarca que el Norte argentino, particularmente el NOA y el NEA, continúa siendo la región más golpeada, con aglomerados como Gran Salta, Formosa, La Rioja, Gran Paraná y Gran Resistencia con tasas de pobreza infantil muy por encima del promedio nacional.
“Al finalizar 2024, sólo Jujuy-Palpalá logra ubicarse por debajo del promedio nacional en esas regiones”, señala el documento.
En cambio, el AMBA, la región Centro y la Patagonia muestran mejoras más sostenidas, con ciudades como CABA, Mar del Plata, Bahía Blanca, Neuquén y Gran Buenos Aires cerrando el año con descensos significativos en los niveles de pobreza infantil.
Los datos revelan que al comparar el primer semestre de 2023 con el segundo de 2024, algunos aglomerados lograron mejorar su situación relativa, como Viedma, Gran San Luis, Gran Córdoba y Rawson.
Por el contrario, otros como Gran Catamarca, Posadas y La Rioja vieron empeorar su posición, consolidando una geografía de la pobreza cada vez más desigual. “Aunque el dato nacional mejora hacia fines de 2024, esa mejora no alcanza a todos: la mitad de los aglomerados empeora”, advierten las autoras.
El informe pone de relieve las profundas desigualdades territoriales que persisten en la Argentina. Mientras en la Ciudad de Buenos Aires la pobreza infantil alcanza el 27,1% -el nivel más bajo del país-, en Concordia la situación es alarmante: tres de cada cuatro chicos viven en hogares pobres, lo que eleva el índice al 75%, el más alto registrado a nivel nacional.
El aumento de la AUH y la Tarjeta Alimentar fue un paliativo
Durante 2024, el gobierno aplicó aumentos significativos en la Asignación Universal por Hijo (AUH) -100% en enero, 27% en marzo y 41% en junio- y amplió la Tarjeta Alimentar. Sin embargo, estos esfuerzos fueron insuficientes para compensar el efecto de la inflación y la pérdida de ingresos reales.
Resumen del informe de pobreza infantil de la UCA
• Entre los primeros semestres (2023-2024) se observó un deterioro generalizado de la pobreza infantil: prácticamente ningún aglomerado escapó al impacto del ajuste macroeconómico, y los ingresos reales de los hogares más vulnerables se vieron fuertemente erosionados.
Entre los segundos semestres (2023-2024) se registró una mejora extendida, explicada por cierta estabilidad macroeconómica, recuperación parcial de ingresos y un aumento real en la AUH.
• La evaluación de todo el recorrido 2023-2024 revela dinámicas regionales divergentes: mientras algunos aglomerados logran recuperar (parcial o totalmente) los niveles de 2023, otros no muestran señales claras de mejora.
Se intensifican asimetrías regionales ya preexistentes: los aglomerados con pobreza estructuralmente más alta o menor dinamismo económico (en regiones del NOA o NEA principalmente) son los que más sufren y menos capacidad muestran para recomponerse frente a la crisis.
• La recuperación no es homogénea: hay ganadores y perdedores. Algunos aglomerados muestran señales de rebote, mientras que otros quedan rezagados, lo que podría reflejar una geografía de la pobreza infantil aún más desigual.
Sin políticas focalizadas de protección e inclusión en las regiones más rezagadas, es difícil pensar en una recomposición sostenida. En estos territorios, la crisis no sólo dejó huella: se está profundizando.





