Ernesto Emilio Espinosa, tenía 25 años cuando partió a las Islas Malvinas. Estaba casado y era padre de dos niñas, Florencia y Gabriela. Por tener la aptitud de comando, recibió la orden de integrar la recientemente creada Compañía de Comandos 602 como tirador especial de la primera Sección de Asalto. Un elemento de tropas de elite que se había formado recientemente para ser destinada al combate.
Se incorporó a las filas del Ejército para ser oficial, sin una vocación definida, y la etapa de cadete en el Colegio Militar de la Nación no fue fácil. Una de las características sobresalientes de su personalidad era una inmensa alegría de vivir que chocaba con el estricto sistema de la institución. Para el tono de la época, eso parecía considerarse falta de formalidad. Nunca encajó del todo, no encuadraba con el modelo y llamaba la atención su sencillez, su carácter abierto, el gran entusiasmo con que encaraba todo y la sonrisa permanente que ostentaba aún en tareas muy exigentes. Muchos lo consideraban un desgarbado, tenía cara de nene y hasta aparentaba “debilucho”. Sin embargo, era de fierro y eso era un gran valor en él.
Cuando había que conseguir algo imposible, lo llamaban a Espinosa, para quien no existía el “no”. Por un lado, era muy arriesgado, siempre caminando sobre el límite. No obstante, se relacionaba con todos, subalternos y superiores, siempre atento en ayudar a quien lo necesitaba, era completamente desinteresado y buen camarada.
Terminada su etapa de formación en el Colegio Militar, en 1977 comenzó sus primeros pasos como Oficial de Infantería. Lo hizo lejos de su familia, en Covunco, Neuquén, aunque siempre manifestó su apego a sus seres queridos. En ese destino nació su primera hija, Florencia, motor incondicional en la vida del Subteniente Espinosa.
Desde su egreso, siempre quiso ser un oficial con la mayor capacitación posible, traducido a la práctica, quería ser un soldado de elite y en su mente siempre estuvo hacer el curso comando.
Siempre en los extremos, cuando llegó el momento del cambio de destino, Espinosa pidió ir al Regimiento de Infantería de Monte 30 de Apóstoles. Para cumplir sus objetivos profesionales y poder finalmente realizar el curso de comando, desde Covunco venia entrenándose y era el momento de ponerse a prueba.
Nuevamente ganó su perseverancia: insistió hasta lograr que lo autorizaran ir al curso de formación de Comandos. Fueron cuatro meses muy difíciles, con exigencias físicas y espirituales; que él gracias a su optimismo logró sobrellevar. En esos meses nace su segunda hija, Gabriela, y contra todos los pronósticos finalizó el curso.
Se reintegró la Regimiento 30 con la boina verde, siendo un ejemplo entre sus pares y además como padre.
Corría el mes de abril de 1982 cuando estalló la guerra de Malvinas. Un mes después llega un radiograma al Regimiento convocandolo para ir a la guerra. Fueron momentos de alegría e incertidumbre para la familia Espinosa. Jamás dudo un segundo en alistar su equipo y partir rumbo a Buenos Aires para reunirse con otros comandos, para viajar a combatir en las Islas. Su familia, la cual era pilar fundamental en el espíritu del teniente Espinosa, siempre lo apoyo y estuvo ahí hasta la última despedida de Ernesto.
Una vez en Buenos Aires, se presentó en la Escuela de Infantería. Allí se formó la Compañía de Comandos 602, unidad en la cual el teniente Espinosa sería designado como tirador especial, ocupó este rol debido a su gran puntería, y se le asignó un fusil Mannlicher de tirador especial, que lo acompañaría a las islas del Atlántico Sur.
Sus camaradas lo recuerdan como una persona leal, sacrificada, integra, ingenua en el buen sentido de la palabra, carente de egoísmo.
El 29 de mayo de 1982, la Compañía de Comandos se encontraba ya reunida en Puerto Argentino y recibió una arriesgada misión de exploración en territorio ocupado por el enemigo, cerca de la cabeza de playa en San Carlos. Un día después, la Sección de Espinosa integrada por trece hombres, se encontraba realizando una marcha hacia Monte Simmons para instalar un puesto observatorio que brindara información sobre los ingleses y sus movimientos. Debido a la extrema condición climática que debieron enfrentar, conocido como “viento blanco” con temperaturas bajo cero, el jefe de sección tomó la decisión de replegar e instalarse en una casa abandonada que encontraron en el camino.
Así fue como 31 de mayo por la mañana, listos para iniciar la segunda etapa de repliegue, los sorprendió un grupo de élite británico del Cuadro de Guerra para Montaña y el Ártico de los Marines Reales. Espinosa, recorriendo el horizonte con la mira telescópica de su fusil, pudo detectar el ataque británico y cumpliendo su función, alertó a la fracción y disparó sobre el enemigo para cubrir el repliegue de sus compañeros. Este accionar atrajo sobre su posición el fuego de cohetes, lanzagranadas y fusiles, perdiendo la vida en su puesto. Esta acción de entrega y valentía les brindó el tiempo necesario a sus camaradas para abandonar la casa y poder resistir desde otro lugar más favorable.
Luego de su muerte, fue ascendido a teniente primero y condecorado con la Cruz de la Nación Argentina al Heroico valor en combate por proteger voluntariamente el repliegue de sus camaradas y combatir hasta lograr, merced al sacrificio de su vida, el cumplimiento de su misión.
El teniente Espinosa fue un hombre de carne y huesos, sencillo, jovial, alegre, padre de familia, esposo e hijo. Vivió fiel a sus ideales y convicciones, no buscó ser un héroe ni muchos menos. A 39 años de aquella gesta, en la que hubo vencedores y vencidos, enseñanzas, reflexiones e innumerables hechos de heroísmo, “nos obliga recordar a este soldado. Su vocación de servicio hizo que entregara su vida en pos de salvar otras. Desde Apóstoles partió un hombre que supo demostrar valor, lealtad, abnegación y sacrificio desmedido para defender a nuestra Bandera y soberanía”, afirmaron desde el Regimiento Monte 30.
Agregaron que sus cenizas descansan en Malvinas, pero su última querencia fue Apóstoles, desde donde partió y adonde, seguramente, añoraba volver a reencontrarse con su familia y amigos. “Su imagen debe ser un ejemplo para la juventud, de quien lucha por la Patria y sus ideales no muere, sino que permanece el recuerdo de todos”.
Argumentan que este fue uno de los hechos más significativos para nuestro país en el contexto internacional durante el Siglo XX, por lo que se busca “capitalizar lo que nos dejó la sangre derramada por los hombres que cayeron en el cumplimiento de su deber, siendo que ello representa el valor de los hijos de esta Nación, que reafirma el carácter de un pueblo que esta a la altura del heroísmo de sus próceres”.
Cumplió su misión
El 28 de mayo Espinosa salió junto a su sección al mando del capitán José Vercesi con la misión de explorar el área de Monte Simmons. Debido a las condiciones atmosféricas reinantes de lluvia y frío debieron buscar refugio en un puesto denominado Top Malo House. Allí ocupó un puesto observatorio en el piso superior. Al amanecer es atacado por una fracción británica de veinte hombres del Mountain and Arctic Warfare Cadre.
Dejó de existir en el interior de la casa. Por su actuación recibe póstumamente la condecoración La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate por la siguiente causa: “Voluntariamente proteger el repliegue de sus camaradas cuando integraba una patrulla de exploración adelantada y, ante un ataque notoriamente superior en efectivos y personal, combatir hasta lograr, merced al sacrificio de su vida, el cumplimiento de su misión”.