Yoga es conexión, decíamos recientemente. Con el cuerpo y la mente en conexión armoniosa, aún en las posturas más simples, nos integramos con el entorno hasta que podemos sentirnos conscientemente conectados con el Cosmos y todo en tiempo presente. Esta es la esencia misma del Hatha Yoga, según comparten excelentes maestros argentinos y extranjeros de ahora y siempre, cuyas valiosas enseñanzas sintetizamos a continuación:El sabio Patanjali nos decía que la postura firme y estable aquieta la inconstancia de la mente. Entonces, comenzando por las posturas hoy podemos comprobar que con la práctica asidua se tornan fáciles, libres de esfuerzo; y también que proporcionan agilidad, equilibrio, resistencia, gracilidad de movimientos y gran vitalidad, en un estado de calma. La atención en uno mismo contempla lo que es real, lo que existe en este momento, sin juicios, sin condicionamientos, sin comparaciones o referencias, aquí y ahora. Es estar presente, es habitarse, es sentir plenamente y fluir sin expectativas en una quietud dinámica, porque todo en nosotros sigue en movimiento y todo nuestro ser está dispuesto a la experiencia de la vida.Así descubrimos que lo más importante de las posturas radica en su trabajo sobre la armonía de los sentidos, la mente, el intelecto y el alma, como proponía Patanjali, luego de recuperar serenamente el bienestar del cuerpo como vehículo tangible del espíritu. De ese modo, habitar el presente es poder estar en el espacio sagrado dentro de uno mismo. Entonces comprendemos que la meditación es la finalidad real del Yoga, después de haber dado al cuerpo la oportunidad de recuperarse y de lograr el aquietamiento de la mente a fin de “liberar espacio en el disco rígido”, para luego trascender cuerpo y mente hacia un inefable estado de presencia.Pero regresando a lo cotidiano, las antiguas enseñanzas nos recuerdan siempre que el Yoga es el arte del término medio y del equilibrio. Vivir esas enseñanzas nos brinda bienestar y nos conecta con lo mejor de nosotros mismos y con todo lo bueno, porque nuestra práctica nos ayuda a ir más allá de las limitaciones del mundo material y vislumbrar la conexión con el infinito mundo interior que nos abre a otra vida, real, plena, llena de significado.Y como de vivir se trata, esos momentos diarios con el Yoga que podemos regalarnos marcan la diferencia entre “vivir” y “sobrevivir”. Tenernos en paz dentro de nosotros mismos se torna lo más preciado, porque así tomamos acción y responsabilidad por nuestra vida, que si parecía complicada ahora se vuelve más linda, más libre. De este modo, siempre atentos a este presente continuo, la experiencia de la práctica nos revela que todo lugar es aquí y todo momento es ahora; entonces podemos aceptar y amar nuestro presente tal cual es, dejando atrás esa incómoda sensación de que siempre falta algo para que podamos sentirnos felices.A partir de esta experiencia, nuestra práctica ya no se limita a la “mat”, a la colchoneta, sino que se expande a cada aspecto de la cotidianeidad y esparce su energía entre quienes nos rodean, como una excelente contribución a mejorar el mundo. Entonces comprendemos que el Yoga es bastante más que posturas y pranayama. Es vivir en el presente y no descuidarlo. Es el arte que nos muestra cómo solucionar problemas, cómo vivir mejor aquí y ahora y cómo enseñar a otros a vivir mejor. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]. 4430623
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