De este último por coincidir la fecha con el recordatorio de su nacimiento el 30 de noviembre 1778 de quien fuera gobernador de la Histórica Provincia de Misiones y defensor de la soberanía nacional en estas zonas en los albores de la Nación Argentina.A la vez de brindarle un reconocimiento a la infusión que se bebe en más del 90% de los hogares argentinos y a sus virtudes benéficas para la salud –alguna de ellas, quizás, aún cuestionadas-, debería servir también como un espacio para la reflexión en torno a la realidad que viven sus productores. En particular, aquellos sectores que resultan el eslabón más débil de esa cadena que va desde las chacras hasta los estantes de comercios de todo el país: colonos y tareferos.Tal vez, siendo estos últimos los trabajadores rurales peor y, a su vez, los más relegados y olvidados, donde en buena parte de los casos la familia se convierte en la necesaria unidad de producción. Allí, aunque no sólo como su resultado, es donde el trabajo infantil se convierte en una dolorosa realidad, difícil de erradicar no sólo por la necesidad familiar sino también por la inescrupulosidad de muchos de quienes los contratan con el solo propósito de reducir sus costos.Por supuesto, en estas ocasiones son válidas todas aquellas loas que se puedan brindar a una bebida tan noble y grata, pero también vale tener presente este tipo de injusticias y el grado de explotación -con complicidad de los gobernantes, generalmente- que ellas significan. Porque si bien el trabajo rural infantil es una realidad que se repite en muchos campos de la producción agrícola -y que debe desterrarse-, aquí adquiere una particularidad diferente, por la extensión del problema y por la naturalidad con que se lo ha asumido.
Discussion about this post