Jesús Álvarez tiene once años y creció rodeado de reinas, reyes, caballos, torres y peones. No es parte de la realeza, es un capo en el mundo del ajedrez. Tenía cuatro años cuando merodeaba durante los partidos de su papá, Robustiano Álvarez, y miraba de cerca, se familiarizaba con las fichas, se aprendía cada una de las jugadas. Así empezó y hoy es campeón provincial de su categoría y salió 15º entre 59 participantes en el Nacional 2019. Una joyita.
En la casa de los Álvarez el ajedrez es un deporte familiar. Casi todos lo juegan: Jesús y sus hermanos Juan, Itatí y Luján, de apenas cuatro años, que ya mueve algunas fichas. Robustiano les inculcó la pasión por este deporte. “A los cuatro años empecé a jugar. Mis hermanos me enseñaron las movidas, cómo hacer los jaque mate”, confió Jesús a EL DEPORTIVO.
La historia comenzó cuando Juan, uno de sus hermanos, se encontró con que el profesor de música de la Escuela 167 a la que concurría, Fabián Portillo, jugaba ajedrez. Su profesor le enseñó y Juan se entusiasmó. En la escuela no había muchas opciones de deportes, era gimnasia o la pelota pero a él le gustó el ajedrez.
Entonces comenzó a moverse con el profesor, empezaron a juntar chicos para armar partidos. Mientras, Juan le transmitía todo lo aprendido a Jesús. Un día le dijo a su Fabián que tenía un hermanito que estaba en jardín de infantes al que le estaba enseñando a jugar. Le preguntó si podía llevarlo a que juegue con él.
“El profesor dijo que sí y cuando empezaron a jugar no entendía cómo podía jugar tan bien porque era muy chico. Estaba en jardín y le terminó ganando al profesor”, recordó su hermano Maximiliano. “El profesor se preguntaba cómo podía ser que juegue tan bien”.
Entonces Fabián puso manos a la obra: comenzó a llevar a Jesús a todos los torneos escolares que haya en el camino para foguearlo porque lo vio con talento. “Lo fue guiando”, indicó Maximiliano.
En uno de esos torneos escolares Jesús se llevó el primer puesto y se cruzó con el coordinador deportivo del Club Juego Ciencia, Ernesto Kuhle, que lo invitó a participar de los provinciales. Tenía apenas ocho años y en el primero en que participó salió tercero.
Mientras, en el barrio Los Paraísos donde vive, se levantó un SUM donde se iban a dar clases de ajedrez por lo que continuó la preparación para los torneos más cerca de casa. Comenzó a participar de los IRT que son competencias internacionales y consiguió su Elo que, para los que no saben, es la suma de puntos.
“En el nacional conseguí 1.170 puntos, después jugué y subí a 1.232, después a 1.262, después a 1.304, después jugué el último torneo IRT y gané 64 puntos el año pasado y llegué a 1.368. Ahora jugué el Nacional y perdí 22 puntos, ahora tengo 1.346”.
Así Jesús fue sumando experiencia: en el Campeonato Provincial de 2018 se coronó campeón absoluto. Ganó las siete fechas y fue el campeón.
“Jugué contra los mejores de la categoría, de Oberá, de Puerto Rico y yo gané todos los partidos, uno nomás empaté”, recordó. El siguiente paso fueron las competencias nacionales, organizadas por la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), a las que fue dos veces. En 2018 participó en la categoría Sub-10 y salió 18º.
“En el Sub-10 es un nivel bastante amateur”, indicó Kuhle. En 2019 como Sub-12 quedó 15º entre 59 participantes de todo el país. En esta categoría “ya hay un nivel semiprofesional, por eso la importancia del 15º puesto que obtuvo siendo la primera vez que compite en esta categoría. Eran los mejores jugadores de todo el país”, agregó el profesor. Todo lo conseguido lo ubicó 14º en el ranking nacional de la FADA en su categoría.
¿Su sueño? “Me gustaría llegar a los mundiales”, dijo. El camino es largo, pero para Jesús no parece ser tan difícil. Para llegar a una cita mundialista debería primero asistir al Sudamericano al que está invitado y se realizará en diciembre de este año. Sería el momento para probarse con otros jugadores de Latinoamérica.
Justamente, la invitación al Sudamericano llegó luego de su participación en el Nacional y si bien las ganas están, la mano viene complicada económicamente.
Necesitamos algún sponsor que quiera que llevemos su nombre o su camiseta, no hay problema. Es muy cara la inscripción y a eso hay que sumarle pasajes, estadía y comida”, señaló Robustiano. “A nivel país está parejo, el año pasado fue un poco más duro para él porque fue la primera vez y este año fue más parejo”, agregó.
Robustiano tiene una confianza ciega en las cualidades de su hijo. Es más, se reía mientras contaba que vendió todo lo que encontró para poder costear el viaje del niño al Nacional de este año. Si bien el Ministerio de Deportes donó los pasajes para Jesús, había que pagar los boletos de su hermana Fátima y su papá, que lo acompañaron, además de la comida. Fue una cruzada difícil, Robustiano es maletero en la Terminal de Posadas.
“Me vendí más o menos yo, en cualquier momento vienen a reclamar por mí”, dijo entre risas.
“Yo lo llevo a todos lados porque lo veo capacitado. En cada juego él va corrigiéndose él mismo”, afirmó. Robustiano también tiene un sueño para su hijo, quiere que sea campeón argentino.
“Ahí él se va a dar cuenta dónde está parado y obtendría el derecho de participar en Panamericanos y el Mundial. Este año puede ser campeón sudamericano porque está a la altura del mejor del país”. Un papá chocho que sabe de qué habla: como entrenamiento, es su rival todos los días.