A estas alturas y a la luz de como están las cosas, no es ningún hallazgo afirmar que los salarios argentinos están totalmente retrasados, distantes y desencajados con la realidad que nos quisieron vender hace algunas pocas semanas, cuando todavía forzaban el cuento de los brotes verdes y la lluvia de inversiones. De hecho el salario promedio en dólares de los trabajadores argentinos ya es más bajo que el de brasileños y chilenos, ya que apenas llega a los 468 dólares.
En cambio sí sigue siendo novedoso el empeño desmesurado del Gobierno nacional en sacarnos un poco más todos los días, cobrándonos tarifas en dólares por servicios que darían vergüenza incluso a las economías más subdesarrolladas, ajustándonos a casi todos sin pausa, presionado fiscalmente en todos los extremos y aún más en los sectores que producen y generan empleo.
En el ejercicio diario de sacar de acá para cubrir allá y de adaptarnos a esta dura realidad que nos impusieron gastando al extremo el argumento de la pesada herencia, los argentinos nos vemos a la vuelta de casi tres años de mandato de Cambiemos en el mismo lugar o incluso uno peor que el que habíamos dejado allá por 2015 cuando triunfó el verso del cambio.
También es justo destacar que al Gobierno actual le dejaron varias bombas y un complejo panorama de cara al futuro, pero no por ello hay que dejar de hacer notar la poca inteligencia del mejor y diezmado equipo de los últimos cincuenta años que en definitiva terminó haciendo añicos lo poco bueno que había y destruyó cualquier esperanza de crecimiento en el corto y mediano plazo.
Ahora volvemos a depender de nosotros mismos, porque está claro que la gran mayoría de los argentinos no entramos en los planes del Gobierno que, por ejemplo, sólo cuando vio en peligro su variopinta alianza decidió dar marcha atrás con el cobro extra del gas, haciéndonos pagar a todos lo que iban a pagar sólo los que se benefician del gas en red; y recargando sobre las ajustadas economías familiares la pronunciada devaluación vinculada a la nula confianza de los mercados en el proyecto de Cambiemos.
Arranca otra semana y con ella seguramente vendrán “sorpresas” que redundarán en más sacrificios de una Nación que apostó por otra cosa, que sin darse cuenta compró el verso del cambio y que, a cuenta de la lucha contra la corrupción, debe a diario tragarse sapos de un Gobierno que beneficia estrictamente a sus amigos.