POSADAS (Por Esteban Abad). Tiene 28 años este muchacho nacido en Ingeniero White, que llegó por primera vez a Posadas al festival de 1998, con Cuando llega el alba y Para cantar he nacido, como caballitos de batalla. Su imagen es distinta (rapado cuando antes lucía pelo largo), su carácter también. Ahora es de hablar con serenidad, casi como un pastor; antes era un poco soberbio y al cantar parecía un fans de Mercedes Sosa. En las primeras horas de la madrugada del sábado Abel Pintos, con banda de primera línea que incluía como primera guitarra a Marcelo Predaccino (ex Guadalupe Farías Gómez, ex Soledad y otros) y a su hermano Ariel Pintos con quien firma la mayoría de sus composiciones, era esperado en las gradas del Anfiteatro posadeño por decenas de miles de fans (mujeres y hombres desde niñas y niños hasta adolescentes y gente madura. Ellos habían dotado a la tribuna del Festival Nacional de la Música del Litoral y su simultáneo “del Mercosur” de un elemento nuevo: los carteles mostrando al cantor lo que sienten por él (siempre desde el afecto y la admiración) y un extraño pedido (Ver Apostillas).Abel Pintos, maneja su voz, fina y áspera, tanto como domina su cuerpo; la banda está ligada a cada movimiento, a cada modulación; todo es coincidente y para nada librado a la improvisación y mucho menos al azar. En los bajos el flaco despierta suspiros; en los altos, alaridos. Con los gestos refuerza su magia, ese “ángel” propio de los grandes artistas. ¿Rudo trabajo Rulo?Por ello y porque la tribuna esperaba a Abel Pintos y coreaba su nombre, cuando Silvia Ferreyra y Belén Hernández anunciaron a “¡Rulo Grabobieski y los Cuatro Ases!”, se pensó que el apostoleño enfrentaría un rudo trabajo para ganarse al público. Pero con su carisma y acordeón enormes el “polaco” los hizo “entristecer al chocar con su Carro Marrón que produjo la muerte de Tania”, con la plata que “banco llevó” y los “cheques de banco Nación” (Peripecias de un inmigrante con poca suerte); los paseó por Apóstoles (Ciudad de las Flores); los subió a Carro Marrón de nuevo y salió desde la Ruta Uno a bailar con los paisanos mensúes y sus guainas primero con el chotis de Las Tunas y después, con los cosacos ucranios bailó la kolomeika. Ovaciones y Abel que espere“Esperá Abel, esperá”, pedía una fervorosa admiradora de Rulo. Mientras la ovación crecía para uno de los músicos más populares de Misiones que ya se había instalado no sólo en los oídos sino en el corazón de la gente. Fue el mayor aplauso de esa noche de festival, antes hubo otro para Fabián Meza; otra ovación para Los Acuña y otra para Los Vallejos, pero la que recibió el ritmo de los Cuatro Ases y la entrega de Rulo, fue la mayor.Figuras misionerasFue una noche de muchas figuras misioneras, en representación del interior de la provincia, nido de valores destacados que se lucieron en el Festival. De Posadas pasaron Anahí Rolón que se presentó anunciando “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, Sabina Belén Alcalde que no vaciló en entregar dos temas del litoral (Si visitas Misiones de Daniel Stéfani y Enero, de Edgar Romero Maciel y Albérico Mansilla) y luego otros dos de su autoría, incluidos en el futuro CD “CaprichoSA”. Los Brítez con su invitado correntino Leonardo Suárez, no vidente que canta como los dioses; Los Vallejos (de Oberá), con la voz y el charango de Ketchum y las guitarras de Víctor y Hugo; Claudio Bustos (que homenajeó a María Helena y a Fermín Fierro con Mi serenata). Hubo otros artistas nuestros más y entre tanto cantor, la danza traída por el ballet estable del Festival dirigido por Sergio Macrón, realmente excelente en su interpretación del cuadro “El Museo”. Fuegos artificialesMás de una hora Abel Pintos extendió su concierto con su nueva personalidad artística. Canción tras canción, fue dejando entre quienes no estaban enterados del cambio de aquel chico que, impulsado por León Giecco, comenzó una carrera musical que en la madrugada del sábado se mostró en toda su extensión y calidad. El griterío y los aplausos, los carteles y algunas bromas del público hicieron que Abel se fuera (“gua’u nomás”) y volviera y entregar dos bises: Y se fue de nuevo. Belén, elegante en su vestido azul, indicó “Yo creo que si lo llamamos vuelve” y encabezó el coro que clamaba por el regreso del ídolo -ya no del folklore sino de la música popular argentina-, que volvió con una musculosa roja y recibió un pedido masculino a toda voz: “¡Abel llevame. Dejo todo por vos!”. El cantor ruborizado, sorprendido, intrigado y escuchando un coro de risas se unió a los risueños y cantó la última canción de ese exitoso concierto. Algunas gotas caían tímidamente; la luna, quitándose la cortina de nubes les decía “no embromen, no debe llover cuando la gente se divierte”. A las 3, la tribuna se despobló; la noche del sábado volvería a convocar.





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