PUERTO RICO (Enviado Especial). Con el rostro desencajado y la voz ingobernable, Nelson Ramírez (38) clamó por última vez antes de que la tierra cubriera para siempre el cajón donde ahora descansa su hija. Alrededor, sólo silencio y lágrimas: de mamá Teresa, de los tíos, de sus compañeros de la Escuela 114, de los vecinos del barrio San Francisco, de las compañeras de hockey.La escena sucedió ayer por la tarde en el cementerio de Puerto Rico, donde más de cien personas acompañaron a la familia de Angélica en su momento más difícil, el de la despedida, después de un crimen que conmueve a la ciudad y a la provincia.“¡Mirá! ¡Mirá lo que le hicieron a mi hija! ¡Mi reina! ¡Mi bebé! ¡Te voy a amar siempre, mi corazón!”. El grito desgarrador fue lo último antes de que el padre de la menor masacrada fuera retirado por sus familiares de enfrente de la tumba. A un costado, sin palabras y sin la fuerza para poder creerlo, Teresa Del Valle, la madre, revivía una vez más la pesadilla.Fue alrededor de las 14.30 de ayer que el peor sueño se materializó para la humilde familia. A esa hora, el cortejo fúnebre partió de la casa velatoria “La Paz” hasta el camposanto, a dos cuadras. Medio centenar de vecinos y amigos acompañó a pie esos pocos metros hasta llegar al lugar indicado para el entierro.Antes, toda la ciudad se había volcado hacia la cochería para apoyar a la familia. El movimiento fue incesante desde temprano y pasado el mediodía en el lugar no cabía un alfiler.“Pedimos que esto se esclarezca, que no se tape nada y que se haga justicia para que realmente podamos vivir en paz en Puerto Rico”, le dijo a PRIMERA EDICIÓN Claudio Moreno (50), uno de los tíos de Angélica, a media mañana.Ese pedido se repitió una y otra vez en medio de desgarradoras escenas de dolor que se sucedieron durante todo el día, principalmente cada vez que un asistente al sepelio dejaba la capilla ardiente: la joven fue velada a cajón abierto y las marcas de la muerte quedaron a la vista de todos.“Queremos que todos pasen y vean lo que le hicieron, para que no queden dudas. ¿Cómo alguien puede llegar a esto?”, se preguntó otra amiga de los Ramírez que prefirió no develar su identidad ante este medio.Durante la siesta, Puerto Rico se dio cita en la casa fúnebre para dar el último adiós y acompañar a la familia en una lenta marcha hacia el cementerio.Al camposanto llegaron más de doscientas personas. Cada una lloró sus lágrimas mientras la tierra roja cubría para siempre la inocencia de Angélica.De regreso a casa, cada uno en Puerto Rico se preguntó quién pudo ser capaz de cometer semejante hecho. Hasta anoche nadie era capaz de esbozar una respuesta. Un barrio conmovidoEl barrio San Francisco, donde vivía Angélica Ramírez, queda retirado del centro de Puerto Rico. Allí, ayer al mediodía la conmoción seguía vigente entre sus pobladores.“Siempre la veía, era una buena chica”, le contó a este medio Blanca Róttoli (50), una de las vecinas de la joven masacrada. “Era amiga de mis hijas”, agregó Claudia Ribero (37), quien aseguró que una de ellas “la vio el miércoles por la noche yendo para el hockey”. Según contaron, la víctima practicaba ese deporte en el club Casam desde hace unos seis meses.“En el barrio se daba con todos, no tenía problemas con nadie. La última vez que vino a comprar fue el miércoles por la mañana. Ahora estamos consternados, no podemos creer lo que pasó”, contó Ribero, propietaria de un comercio en el corazón de San Francisco. “Todas tenemos hijas de esa edad y esto es preocupante”, sintetizó. “A mi hija la destrozaron, la masacraron; quedó irreconocible”En medio del profundo dolor por el asesinato de su pequeña hija, Nelson Ramírez dialogó con PRIMERA EDICIÓN y, entre otras cosas, aseguró que a Angélica “la masacraron” y pidió la colaboración de vecinos que puedan aportar datos de interés para la causa.“No tengo palabras, a mi hija la destrozaron, la masacraron; quedó irreconocible”, dijo Ramírez, y solicitó la ayuda de “cualquiera que haya visto algo, que no tenga miedo y se acerque a mí o a la comisaría”.El hombre, de profesión carnicero y actualmente con domicilio en Puerto Libertad, pidió que el caso “no quede impune, porque hay muchas chicas y chicos a los que le pasaron cosas similares y todo terminó en la nada. Que se haga justicia, porque muchas veces estas cosas se arreglan con plata y no con justicia”.Sobre el recuerdo que tiene de su hija, Ramírez dijo al borde de las lágrimas que “era mi bebé, mi reina, era todo para mí. Incluso en las últimas vacaciones había pasado un mes conmigo y me había dicho que quería que le festeje el cumpleaños de quince, porque cumplía el 17 enero del año que viene. Yo ya estaba planeando todo y ahora pasa esto”.Un sueño truncoFinalmente, el hombre comentó que uno de los sueños de su pequeña hija era irse a vivir a España, donde tiene una tía que la había invitado varias veces.“Ella le incitaba a que termine la secundaria y que después la iba a invitar allá. Todo eso quedó en la nada. No lo podemos creer”, sintetizó el padre, destrozado. “Pedimos que se esclarezca esto y que no quede impune, porque el que hizo esto sigue suelto”, finalizó.




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