POSADAS. Entre el sábado y el martes de la semana pasada, antes del temporal, se registraron las temperaturas más elevadas del segundo semestre de 2012. Se llegó a los 38 grados. Y con el calor volvió un viejo problema para la capital provincial y la vecina Garupá: la falta de agua. Durante cada una de las jornadas, en barrios del sur, el servicio se cortó por la mañana y regresó recién pasada la medianoche. Apenas alcanzó para llenar el tanque y el malestar fue mayúsculo. Se trató, apenas, de un anticipo de lo que será el verano 2013. Esta situación viene generando ruido en el Gobierno provincial, donde hay voces que no ocultan su malestar sobre el servicio que presta la concesionaria Samsa. Hay posturas encontradas en el interior del oficialismo. Un sector considera que la firma presta un servicio malo y que la administración del líquido vital debe volver a manos del Estado misionero. Otro coincide con lo de la reestatización, pero prefiere ser cauto y poner por sobre todas las cosas el cumplimiento de los contratos. Es precisamente este grupo el que propone ajustar más los controles sobre la compañía: exigiéndole obras, supervisar la prestación y aplicar sanciones si hace falta. Algo que tuvo que haberse hecho siempre.Además del agua potable, también está en la mira el servicio de cloacas. Al menos tres fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN confirmaron que en tres ocasiones la propia presidenta Cristina Fernández montó el cólera cuando le informaron que no se podía hacer un “gran anuncio” sobre obras cloacales en Posadas porque era muy bajo el nivel de familias conectadas a la red. En todas las oportunidades, habría sido el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, el que sondeó cómo iban los trabajos y se quejó de cómo podía darse tal situación con todos los fondos que se habían remitido desde la Nación para tal fin.El inicioDesde el inicio de la concesión, a fines de la década del 90, la firma Samsa muy pocas veces fue cuestionada desde el Gobierno, pese a los múltiples reclamos de los vecinos, que reciben un servicio deficiente. Recién desde 2011, empezaron a alzarse voces críticas hacia la compañía. Entre diciembre del año pasado y los primeros dos meses de este, se marcó un punto de inflexión. La gente se cansó de pagar por un servicio que no satisface y salió a las calles. Fue un cacerolazo que sonó fuerte y que nadie pudo evitar. Hubo piquetes en Santa Clara, Itaembé Miní y Santa Helena, por citar los más estridentes. En forma paralela se cuestionó el hecho de que desperdicios cloacales siguieran terminando su recorrido en aguas de la bahía El Brete. Los dardos llegaron desde el Ente Regulador de Aguas y Cloacas (Eprac), la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) y en la última semana desde la Municipalidad posadeña. Fuentes del Gobierno resumen así la situación: “Si yo quiero vender algo, lo lógico es que tenga mercadería. Acá lo que sucede es que Samsa tiene una buena infraestructura para tratamiento, pero es débil para tomar agua. O sea carece de lo básico: agua para vender”.En el último tramo del segundo mandato de Ramón Puerta (ideólogo de la concesión del servicio de agua potable), se gestionó y consiguió que el Gobierno nacional financiara obras de ampliación para la red de agua y cloacas de Posadas y Garupá. Entonces se habló de la llegada de unos 47 millones de pesos (dólares en ese momento), provenientes en gran parte del Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (Enohsa), tras un crédito del Banco Mundial.Esos fondos (o parte de ellos) sirvieron para que Samsa mejorara su infraestructura, pero la cantidad de agua levantada del Paraná no varió demasiado, de acuerdo con lo que detallaron las fuentes.La irrupción de la prestataria significó prácticamente la muerte de las cooperativas que prestaban el servicio en algunos distritos de la capital, como el de Ñu Porá (en Garupá). También hubo otro efecto: el empeoramiento del servicio. Los barrios de ese sector, por ejemplo, que contaban con flujo de agua todo el día, debieron resignarse con tener líquido en sus canillas apenas unas horas.Y otros sectores, como el barrio Don Pedro (frente a Ñu Porá, pero en Posadas), que no contaban el servicio, debieron seguir esperando. Pese a estar en la zona de concesión, recién cuando Provincia y Municipalidad presionaron a fondo a Samsa, se logró que tuvieran el servicio indispensable. La bomba caídaLa llegada de veranos cada vez más rigurosos hizo que el problema de la falta de agua fuera creciendo año a año, tanto como el malestar de los usuarios, que se cansaron de escuchar que la prestación no mejoraría hasta que se hicieran las obras necesarias y que siempre debían ejecutarlas otros, no Samsa.Así la prestataria recordó que la EBY era la que debía apurar la mudanza de la toma de agua de Miguel Lanús, bajo agua una vez que empezó a subir la cota del embalse de la represa. Ese “reacomodamiento” de la toma sigue hasta hoy.En 2006 y teniendo como telón de fondo la construcción de más barrios de viviendas y lo deficiente del servicio de agua, se llamó a licitación para una perforación con el objetivo de llegar hasta el Acuífero Guaraní para la obtención del vital elemento. El trabajo fue financiado por el Iprodha.La licitación la ganó una empresa local, que subcontrató a unos brasileños, que perforaron más de 450 metros y alcanzaron el reservorio. El trabajo costó 3.400.000. A eso se sumaron más de 2.000.000 que el Iprodha pagó en concepto de bombeo, caños y demás materiales para la red.La perforación, hecha a un costado de la ruta provincial 213, en la zona de San Isidro, se la entregó a Samsa para que lo explote, en calidad de “depositaria”. En 2011, se quemó la bomba extractora (con capacidad para 320.000 litros por hora). La prestataria, según los informantes, averiguó cuánto salía la reparación y recibió cuatro presupuestos, el más costoso de ellos de 120 mil pesos. Pero la firma decidió no pagar y utilizar a sus técnicos para sacar la bomba y repararla. El resultado fue de terror: la bomba cayó al pozo y la perforación, actualmente, se halla inutilizada, detallaron las fuentes. Para sacar la bomba se requiere una inversión de medio millón de pesos y tecnología que no habría en la provincia.El parche para este escenario insólito fue la ejecución de otras dos perforaciones, a unos 300 me
tros del averiado. Uno, ya terminado, tiene una capacidad de 50 mil litros por hora. El otro sumaría la misma cantidad. Una simple ecuación indica que las 24 mil familias que dependen de esos pozos pasarán un verano cuando menos complicado. Los informantes añadieron que Samsa pidió un crédito al Programa Norte Grande. Podría recibir unos 120 millones de pesos para las siempre postergadas obras de mejoramiento de red de agua y cloacal. Y también accedería a otra cifra similar para “conexiones domiciliarias de cloacas y agua” de parte del BICE, donde también habría tramitado un crédito.Los millones llegados al parecer no alcanzaron para que el agua llegue al barrio Don Pedro, donde la Provincia hizo los trabajos para que las 200 familias del lugar pudieran contar con algo tan básico y esencial como el agua. Tampoco para aliviar a las 4.000 familias del barrio Santa Clara de Garupá; allí también el Estado misionero debió perforar para proveer del líquido a los vecinos. Además, hay otra perforación, que no hizo Samsa, precisamente, en el barrio Villa Bonita, en el límite entre Posadas y Garupá.Cuando las críticas empezaron a lloverle desde lo más alto del poder, la prestataria se apuró en inaugurar una serie de obras. Pero hasta ahora no sirvieron para mejorar el servicio, tampoco para alejar rumores de rescisión de contrato.La bahía El Brete, ubicada cerca de la estación elevadora 5 de la red cloacal posadeña, es otro punto de conflicto. En el Gobierno son muchos los que consideran que Samsa debe ejecutar una obra para que ante el desborde de la estación los desechos terminen en el río, pero lejos de la costa. Los trabajos demandarían unos dos millones de pesos. Con los desperdicios llegando al río, es improbable que el lugar sea considerado apto para ser utilizado como balneario.El calor recién comienza y afloraron viejos problemas. Todo apunta a que la novela continuará.





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